La palma aceitera es nativa de los bosques de África central y occidental y es inseparable de los pueblos de la región y sus culturas. En esta parte del mundo, las comunidades han dependido de la palma aceitera durante miles de años como fuente de alimentos, de productos textiles, de medicinas y de materiales de construcción. Pero ahora la gran mayoría de las palmas aceiteras del mundo se cultivan lejos, en el sudeste asiático, y no en palmares boscosos sino en masivas plantaciones de monocultivos, en lugares donde antes generalmente había bosques tropicales. Estas palmas aceiteras son un producto del brutal legado colonial de Europa. Cuando en el siglo XIX los colonizadores europeos invadieron África Central y Occidental, estos visualizaron (aunque de una manera muy limitada) la posible riqueza que podría generarse a partir del cultivo de palma aceitera. Comenzaron por adueñarse de los extensos palmares de palma aceitera de la población local y luego derribaron bosques para establecer plantaciones. Uno de los pioneros de este esfuerzo fue el británico Lord Leverhulme, quien, a fuerza de una campaña de terror contra la población local, se apropió de los palmares de la comunidad y convirtió vastas zonas de bosques del Congo en plantaciones trabajadas con mano de obra esclava. Las plantaciones de palma aceitera de su empresa terminaron expandiéndose por toda África Occidental y Central y luego al sudeste asiático, y fueron la base de la corporación multinacional Unilever, una de las mayores compañías mundiales de alimentos. Unilever vendió todas sus plantaciones de palma aceitera hace aproximadamente una década, pero actualmente sigue siendo uno de los mayores compradores mundiales de aceite de palma. Las comunidades que viven junto a las antiguas plantaciones de Unilever y dentro de las mismas, son de las más pobres de África. En una reciente reunión de líderes de comunidades africanas que luchan contra la expansión de las plantaciones de palma aceitera, celebrada en Mundemba, Camerún, los participantes de una visita de campo se sorprendieron por las condiciones de vida de quienes viven en Ndian Town – una comunidad localizada dentro de una de las ex plantaciones de palma aceitera de Unilever en Camerún, ahora a cargo de la empresa camerunés Pamol (1). Décadas de plantaciones de palma aceitera sólo trajeron pobreza a la comunidad. Las tierras de las plantaciones de Unilever en la Cuenca del Congo no han sido devueltas a sus habitantes. Por el contrario, fueron vendidas con un margen de beneficio a un nuevo grupo de empresas: algunas nacionales, aunque la mayoría de propiedad extranjera; algunas multinacionales con plantaciones en otros países; otras de otros sectores comerciales sin experiencia en plantaciones. Este último es el caso de algunas de las plantaciones originarias de palma aceitera de Unilever en la República Democrática del Congo (RDC). Después de 100 años de permanencia en lo que hoy es la RDC, en 2008 Unilever vendió tres de sus plantaciones de palma aceitera a una empresa llamada Feronia, registrada hasta hace poco en las Islas Caimán. Esta empresa, que ahora figura en la Bolsa de Valores de Toronto, Canadá, y de propiedad mayoritaria de fondos de desarrollo europeos, no tenía ninguna experiencia previa en materia agrícola. Con la venta de estas plantaciones en RDC, Unilever obtuvo alrededor de USD 14 millones de dólares en efectivo y dejó alrededor de USD 10 millones de dólares de pasivos a los nuevos propietarios. En octubre de 2015, 12 líderes de comunidades que viven dentro de las diversas concesiones en las provincias Equateur y Oriental donde Feronia explota sus plantaciones (Yahuma, Boteka, Basoko, Yaligimba, Yalifombo, Mosité, Lokutu), se reunieron en Kampala, Uganda, para compartir experiencias y trazar un curso de acción común para liberar a sus comunidades de la ocupación y explotación que sufren desde hace tantas generaciones. La reunión se celebró en Kampala por razones de seguridad. La ocasión también sirvió para que la ONG congoleña RIAO-RDC y sus asociados internacionales brindaran información a las comunidades acerca de Feronia, de la que no estaban al tanto. Antes de la reunión, Feronia y su principal accionista, el fondo de desarrollo CDC del Reino Unido, habían hecho declaraciones afirmando que la empresa estaba mejorando las condiciones de vida de los trabajadores y de las comunidades locales, y que cumplía plenamente las leyes y normas nacionales e internacionales con respecto a sus concesiones de tierras y sus prácticas laborales. (2) Los líderes de la comunidad se mostraron indignados por las afirmaciones de la empresa y el CDC. Después de haber compartido sus experiencias, emitieron una declaración colectiva para dejar clara la realidad de sus comunidades. Los líderes rechazaron las afirmaciones hechas por Feronia y el CDC, a las que calificaron de “mentiras”. Explicaron que la situación de las comunidades se deterioró aún más desde que Feronia se hizo cargo de las plantaciones en 2008. Sus casas, escuelas, clínicas y caminos estaban en pésimas condiciones, y contrariamente a lo que sostiene la empresa, no se construyeron nuevas infraestructuras ni casas para los trabajadores. El CDC anunció que los salarios medios de los trabajadores de las plantaciones aumentaron a USD 4 dólares por día, pero los líderes afirman que con frecuencia los trabajadores no reciben paga alguna y en todo caso sólo a un promedio de 1,5 dólar por día. En respuesta a la declaración de la empresa de que los trabajadores estaban recibiendo “bonos”, los líderes dijeron que debe tratarse de una palabra recién inventada, ya que el concepto era desconocido en las plantaciones de Feronia. Los líderes retaron al CDC a ir a la zona y comprobar por sí mismo lo que Feronia le ha estado haciendo a la población local. “El dinero que ustedes le dan a Feronia no llega a los trabajadores ni a las comunidades locales”, afirmaron. Los líderes dicen que lo que más quieren las comunidades es recuperar sus tierras de manos de la empresa. Han sufrido demasiado, y por largo tiempo, y están cansados de falsas promesas. Al término de la reunión los líderes formaron una nueva alianza de comunidades afectadas por Feronia, y se comprometieron a trabajar juntos para impulsar sus demandas. En enero de 2016, CDC y varios otros fondos de desarrollo europeos pasaron a tener la mayoría accionaria de Feronia, a través de sus inversiones en el Fondo Agrícola de África. Este Fondo es un fondo de capital privado con sede en Mauricio, financiado por instituciones bilaterales y multilaterales de financiación para el desarrollo africano. Su Fondo de Asistencia Técnica (TAF, por su sigla en inglés) está financiado primordialmente por la Comisión Europea y administrado por el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA). El TAF es co-patrocinado por la Corporación Italiana para el Desarrollo, la Organización de las Naciones Unidas para el Desarrollo Industrial (ONUDI) y la Alianza para una Revolución Verde en África (AGRA, por sus siglas en inglés). Además, los bancos de desarrollo de Alemania, Bélgica y los Países Bajos también están involucrados como inversionistas (3). El colonialismo ha vuelto al punto de partida, y una vez más, esta explotación se justifica como “desarrollo”, como si nunca hubieran existido los horrores del sistema de plantación colonial. Si los gobiernos europeos están realmente interesados en introducir mejoras, deben centrarse en reparar a las comunidades y apoyarlas en su demanda de poner fin a la ocupación y garantizar que el vencimiento de las concesiones en el futuro cercano sea utilizado para devolver la tierra a las comunidades. World Rainforest Movement - Boletín 224 (1) Enlace a la declaración: https://www.grain.org/e/5426 (2) http://business-humanrights.org/en/dem-rep-of-congo-report-raises-concerns-about-land-grabs-inadequate-consultations-compensation-by-feronia-unilever (3) http://www.europarl.europa.eu/RegData/etudes/STUD/2016/578007/EXPO_STU%282016%29578007_EN.pdf (páginas 20, 21)