Marruecos entregará a Fiyi la presidencia de la Conferencia de las Partes (COP23) de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático que está teniendo lugar en Bonn, Alemania. Marruecos, que ha mostrado sus credenciales verdes al ofrecer “soluciones” energéticas para combatir el cambio climático y posicionarse, entre los países de África, como un gran distribuidor de fertilizantes, dejará el podio a un país que, sin lugar a dudas, es muy vulnerable a las consecuencias extremas del calentamiento global. La COP23 estará llena de palabras bonitas, incluidas las expresiones de fe en los procesos multilaterales. Las acciones concretas, sin embargo, estarán ausentes porque, al igual que Estados Unidos, que avanza dos pasos y retrocede seis, los otros países partícipes continuarán ofreciendo contribuciones sin impactos reales y que significan muy poco ante la catástrofe climática que se avecina. Aunque el cambio climático es real y está afectando la vida de miles de africanos, las multinacionales (especialmente aquellas del sector de los alimentos y de la energía) lo han transformado en un ámbito comercial y en fuente de ganancias. La compañía de fertilizantes OCP (Office Chérifien des Phosphates), líder mundial en fosfatos, se ha vuelto cada vez más activa en el continente africano, a partir de la COP22 de Marruecos, vendiendo sus fertilizantes a los agricultores africanos como solución ante el cambio climático, “ en apoyo a los pequeños productores agrícola de África”. Los servicios que proporciona son los siguientes: cartografía de la fertilidad de suelos, asesoría en técnicas de fertilización fosfatada por región y por cultivo, y técnicos y asesores agrícolas en toda África. Las expectativas de compañías como OCP, que no son precisamente las de los campesinos en pequeña escala de África, por desgracia son las que tienen una buena recepción por parte de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC), el organismo que facilita y coordina las negociaciones sobre el clima a nivel internacional. Las soluciones que propone esta convención, obviamente falsas soluciones, siguen propagándose sin ningún impacto positivo real en la vida de las comunidades. Por añadidura, REDD+, que no hace frente a las actuales emisiones de gases con efecto de invernadero, proporciona apoyo para la producción y consumo continuo de combustibles fósiles, afirmando que la contaminación resultante es absorbida por los árboles, de manera que aumentar la contaminación no implica ningún problema. Vemos que la agricultura campesina es presentada y demonizada como la principal causa de deforestación, siendo que el responsable principal es, de hecho, el sector de la agricultura industrial. Además, REDD+ ya se está traduciendo en acaparamiento de tierras y en graves violaciones a los derechos humanos en todo el mundo. La llamada Agricultura Climáticamente Inteligente (CSA por sus siglas en inglés) podría ser vista como un concepto promisorio. Sin embargo, la realidad es que es tan sólo un disfraz para compensar las emisiones de carbono utilizando el suelo, lo que distorsiona la agricultura, presentándola como una esponja para absorber la contaminación, y que puede usarse con dudosas intenciones. Con el respaldo de la Organización para la Alimentación y la Agricultura de las Naciones Unidas (FAO), el Banco Mundial y la Alianza Global para la Agricultura Climáticamente Inteligente (GACSA), así como las mayores corporaciones de agronegocios y del sector de los alimentos, esta forma de agricultura es “inteligente”, no en un sentido ecológico, sino en un sentido tecnológico y financiero. GACSA incluye a la firma noruega, Yara y a la estadounidense Mosaic y 60% de sus miembros provienen del sector privado. A pesar de sus objetivos declarado, no solucionará la crisis climática por numerosas razones. Promueve la agricultura industrial, lo que conduce a un aumento de los gases con efecto de invernadero; promueve los monocultivos que destruyen la biodiversidad y promueven el uso de fertilizantes y la ganadería intensiva, que es una inmensa fuente de emisiones, debido al cambio de uso del suelo. La AAA (Adaptation of African Agriculture o Adaptación de la Agricultura Africana) iniciada por Marruecos en la COP22, con el apoyo de 25 países africanos, no solucionará la crisis climática. El presidente del Grupo de Países Menos Desarrollados, Tosi Mpanu Mpanu señaló: “Tomemos la famosa iniciativa AAA creada por Marruecos con el objetivo de aumentar la producción por hectárea … el país tiene una “oficina de rectora de fosfatos. ¿Son sus objetivos el desarrollo de África o exportar sus fertilizantes? Nada se hace de manera inocente”. Si hemos de salvar el clima, tiene que ocurrir un cambio radical en nuestros métodos de producción y consumo. Debemos reducir el consumo de carne y productos lácteos procedentes de fuentes industriales. El problema no es causado por los pequeños agricultores o los ganaderos en pequeña escala cuyas prácticas agroecológicas en realidad ayudan a reducir el calentamiento global. Por el contrario, la raíz del problema es el sistema alimentario industrial que desarrolla cultivos sobre todo para producir energía y alimento para animales. Debemos ponerle fin al subsidio de la carne y los lácteos de los países del Norte. Debemos detener los tratados de libre comercio y los acuerdos de asociación económica, que provocan un aumento de las importaciones de carne y otros productos hacia nuestros mercados locales. Estos productos, que invaden de manera creciente los mercados africanos a la vez que se benefician de los subsidios y otros mecanismos de estos Acuerdos de Libre Comercio, tienen una gran huella de carbono. La Convergencia Global de Luchas por la Tierra y el Agua en África debe permitir amplificar estas voces. Lo que está en juego es demasiado valioso para que quede en las manos de los actores industriales del sector ganadero y agrícola. Los movimientos sociales han estado articulando este problema y deben ampliar la movilización en apoyo a los sistemas de producción favorables para los pequeños agricultores, pescadores y pastores nómades. Si bien el uso de los combustibles fósiles es una causa importante del cambio climático, no debemos perder de vista la contribución del sistema global de producción de alimentos. Se ha establecido de manera clara que entre el 44 y el 57 por ciento de todas las emisiones de gases con efecto de invernadero provienen del sistema global de producción de alimentos y, más específicamente, de la deforestación, el transporte, la agricultura, el procesamiento, el envasado, la refrigeración y el desecho de los alimentos. Ésta es una cifra enorme y debe reducirse. La crisis climática continuará empeorando si se permite que los agronegocios continúen. Si nada se hace para colocar a la agroecología campesina en el centro del debate climático, continuaremos promoviendo falsas soluciones y el calentamiento global continuará aumentando de un modo aún más inclemente. Acuerdos como el Acuerdo de París no cambiarán nada. Para crear soluciones reales, deben unirse quienes intentan atajar las prácticas contaminantes de los sectores energéticos y de los alimentos. Solamente cuando estos esfuerzos converjan, podremos combatir de frente la crisis climática de África.