En febrero de 2023, la policía desalojó un campamento pacífico de protesta en la comunidad de maya de Sitilpech, en Yucatán, México, que desde días antes estaba organizada en el Campamento la Esperanza para que no se reabriera una mega granja (o mega fábrica) de unos 48 mil cerdos. Varias organizaciones documentaron el uso de la fuerza durante el desalojo, que tuvo lugar en la madrugada. Desde 2021, la población de Sitilpech, un pueblo maya que se encuentra a un kilómetro de esta mega fábrica de carne, está organizada para defenderse y denunciar las violaciones a los derechos humanos, incluidos los derechos a la niñez, a la salud, al medio ambiente sano y los derechos de los pueblos indígenas ante este megaproyecto que contamina el aire y el agua del pueblo.Son muchas las comunidades en Yucatán, México, y en otras partes de América que están organizadas para defender su territorio, el agua, el aire y otras formas de vida y de producción de alimentos ante la expansión del modelo agroindustrial de producción de carne basado en fábricas.Son muchas las personas defensoras que enfrentan los riesgos por oponerse a este modelo extractivista y defender otras alternativas de vida. Sin embargo, casi no se discuten las múltiples violaciones a los derechos humanos y de la naturaleza que están asociadas a las fábricas de carne, que se expanden desde Estados Unidos, donde es el modelo predominante de producción, a América Latina y otras partes del mundo.Las granjas fabriles y sus múltiples impactos ambientales y sociales. La industria de la carne, principalmente las fábricas de cerdo, son parte del modelo agroextractivista que consiste en la apropiación y la comoditización de la naturaleza, de los humanos, y de los animales no humanos, mediante un intercambio desigual: algunos se benefician de los ingresos mientras otros sufren los impactos negativos de la industria.Este modelo implica tener a miles de cerdos en espacios cerrados y en condiciones de maltrato, sin poder salir, así los cerdos enfocan su energía en producir carne. El concentrar miles de animales en un espacio reducido produce grandes cantidades de desechos (heces y orina) que contaminan el suelo, el aire y el agua y afectan la salud de la naturaleza, las personas y los animales.La cantidad de desechos producida en estas mega-granjas es demasiada, rompiendo el ciclo por el cual estos desechos se podrían procesar y utilizar en la fertilización de cultivos si se produjeran a menor escala.Para poder entender las dimensiones y la cantidad de desechos, basta con saber que una fábrica de 80 mil cerdos produce la materia fecal generada por la población de una ciudad como Tijuana, en el norte de México. Estos desechos se acumulan en lagunas (cerradas o abiertas) y después se esparcen crudos y sin procesamiento en pastos, cultivos e incluso bosques y selvas, contaminando territorios indígenas y campesinos.Los desechos usados así, sin humificarse, contaminan el aire y el agua, causando enfermedades respiratorias, gastrointestinales, entre muchas otras. Quienes viven cerca de una fábrica de cerdos enfrentan la pestilencia continua que afecta su salud y calidad de vida. La mayoría de granjas fabriles de cerdos se establecen en territorios indígenas, campesinos y/o afros lo que representa un colonialismo y racismo ambiental.Por lo general, las fábricas de cerdos son parte de un sistema de integración vertical donde una empresa controla la distribución de los lechones, el alimento y el rastro, mientras que subcontrata a otras para la engorda de los animales. No debemos de pensar en granjas de cerdos como unidades aisladas, sino como partes de una infraestructura más amplia compuesta por cientos de fábricas, rastros, plantas procesadoras y otras infraestructuras ubicadas en varios territorios campesinos e indígenas, y que funcionan interconectadas para satisfacer el consumo global de carne agroindustrial. Esto conlleva varios impactos acumulativos.Esta industria es responsable de deforestación, pérdida de biodiversidad, acaparamiento de tierras y desplazamiento de otras formas de producción de alimentos más sustentables. Se suman los impactos negativos de los monocultivos, en su mayoría transgénicos, pues esta ganadería industrial y la agroindustria se refuerzan mutuamente: una parte importante del se destina a la alimentación animal.¿Quién apoya y financia las fábricas de carne?. La expansión de las granjas de crianza intensiva en América Latina es financiada principalmente a través de préstamos de la banca pública internacional como el Banco Interamericano de Desarrollo (a través de BID Invest) y el Banco Mundial (a través de la Corporación Financiera Internacional-CFI).En Ecuador, la empresa de producción de carne de cerdo y aves Pronaca es un antiguo cliente de la CFI. Desde el inicio de la pandemia hasta la actualidad, Pronaca ha recibido más de 150 millones de dólares en préstamos de la banca pública de desarrollo para expandir sus operaciones en todo el Ecuador.En México, una de las mayores granjas agroindustriales es propiedad del grupo porcícola Keken. Este grupo recibe financiamiento sobre todo de la banca pública de desarrollo mexicana a través de Bancomext, que le ha otorgado créditos por más de 50 millones de dólares en los últimos años. Así, la expansión de estas granjas con sus conflictos y su criminalización, es financiada por el Estado mexicano y otros bancos internacionales.En Chile, las granjas de crianza intensiva pertenecen sobre todo a Agrosuper, que ha recibido más de 100 millones de dólares en financiación a través de “Bonos Verdes” respaldados por el gobierno chileno y promovidos por entidades financieras de la banca pública internacional como el Banco Interamericano de Desarrollo (BID Invest) y bancos internacionales como Rabobank de Países Bajos. Los bonos son para expandirse en el negocio de la crianza intensiva de salmón, cuyos métodos de crianza son, muy cuestionados por el uso indiscriminado de antibióticos.Agrosuper estuvo involucrada en conflictos con comunidades campesinas de Atacama, en el pueblo de Freirina donde la empresa instaló un megaproyecto de crianza intensiva de cerdos y generaba fuertes impactos por las emanaciones de olores, moscas y otras contaminaciones. Finalmente, las protestas de los pobladores lograron que la empresa cierre las granjas de crianza intensiva en esta zona.En Brasil, la empresa transnacional BRF, una de las mayores agroindustrias de crianza intensiva de cerdos y aves, emitió “Bonos Verdes” por más de 500 millones de dólares para financiar su expansión. BRF también recibió una línea de crédito del banco público Banco do Brasil, por hasta 288 millones de dólares. Además, 22% de las acciones de esta empresa pertenecen a fondos de pensiones del Banco Do Brasil y Petrobras. Estos créditos y mecanismos de financiación han servido para que BRF sea una de las empresas más grandes de crianza intensiva del mundo.BRF estuvo involucrada recientemente en varios escándalos de corrupción y adulteración de resultados de laboratorio, para ocultar la contaminación de lotes de carne con salmonella. Este caso evidencia que a estos agronegocios les interesan más sus ganancias que los riesgos a la salud de sus productos, con la complicidad y recursos del Estado.La resistencia contra las mega-fábricas de cerdos. Dados los múltiples y nefastos impactos negativos no es sorprendente que existan resistencias contra las granjas fabriles, por parte de las poblaciones campesinas e indígenas donde estas fábricas se asientan.En Yucatán, México, varias comunidades están defendiendo su territorio, la naturaleza y su forma de vida (milpa, apicultura, ecoturismo de cenotes) ante la expansión de las fábricas de cerdos. Los pueblos mayas han organizado consultas propias para defender su derecho a la libre determinación y decidir sobre el modelo de desarrollo que desean en su territorio. Han organizado monitoreos ciudadanos del agua y presentado varias demandas legales. La comunidad de Homún logró frenar una granja de 49 mil cerdos para garantizar los derechos de la niñez maya y la protección de los cenotes. En Freirina, Chile, la organización social y la resistencia lograron detener una planta frenadora que alimentaría a más de 2.5 millones de cerdos en el desierto de Atacama. En Argentina, mediante una amplia participación ciudadana y la demanda del derecho al acceso a la información, se detuvo la firma de un acuerdo con China para que producir carne de cerdo y exportar a dicho país. No obstante, el acuerdo pasó del nivel nacional a la negociación con las provincias. En Estados Unidos, comunidades afroamericanas de Carolina del Norte lograron llevar a un gigante empresarial a la corte para que se responsabilizara de la contaminación de sus aparceros.En Ecuador, los daños ambientales provocados por la empresa Pronaca, especialmente en la Provincia de Santo Domingo de los Tsáchilas, han sido bien documentados. Ver textos en este mismo número.En 2022, tras un encuentro en Homún, entre varias comunidades, organizaciones y la academia, se publicó la Declaración de América sin mega granjas industriales de cerdos que exhibe los impactos de estos emprendimientos y hace un llamado a autoridades, bancos, donantes e instituciones internacionales para que frenen este modelo agro extractivista cerrando fábricas; cesando subsidios al modelo agroindustrial; a la par de promocionar la soberanía alimentaria y el respeto de los derechos humanos, incluyendo la libre determinación, y la defensa de la tierra y el territorio de las comunidades indígenas y campesinas.A inicios de 2023, nuevamente, unas 20 organizaciones, con el apoyo de otras 243 más, solicitaron una audiencia temática ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos sobre la industria de la carne.Es urgente que las instituciones nacionales e internacionales reconozcan la magnitud del problema y la necesidad de frenar las violaciones a los derechos humanos relacionadas con el modelo agroindustrial de las granjas fabriles. Es necesario que la gente se informe sobre este modelo agroindustrial y apoye a las múltiples resistencias en contra de estas empresas.Imagen: Hacinamiento de cerdos en las granjas. Ver www.ceccam.org