En los últimos dos años, los incendios forestales en Brasil han asolado ecosistemas ricos en biodiversidad, así como los territorios de los pueblos indígenas y las comunidades locales.Es necesario difundir esto que ocurre ante la proximidad de la estación seca —de julio a noviembre—, la parálisis de las políticas para contener la deforestación y los incendios, y la presión por el aumento de las exportaciones de productos agrícolas por parte de la cadena mundial del agronegocio.Con el fin de aunar esfuerzos para detener la catástrofe socioambiental, la Articulación Agro é fogo (Agro es fuego)—articulación compuesta por movimientos sociales, redes y organizaciones—, presenta un dossier con casos concretos y análisis que exponen la íntima conexión entre la intensificación del uso del fuego, la deforestación y el uso de mano de obra esclava, con los procesos de ocupación ilegal de tierras públicas en los biomas de la Amazonía, el Cerrado y el Pantanal.Entre los principales puntos del documento, destacamos:El 90% de la deforestación en Brasil se produjo con el fin de abrir zonas para pastos y monocultivos entre 1985 y 1990, sobre todo para la producción de productos agrícolas de exportación, como la soja y la carne.Entre los factores que vinculan el agronegocio con el ciclo de los incendios está el avance de la soja en el Cerrado y el desplazamiento de la ganadería a la Amazonia, así como la captación indiscriminada de agua, especialmente en la región de Matopiba, para el riego por parte del agronegocio. Esto agrava la intensidad de los incendios durante la estación seca en la región. En el Pantanal se quemaron unas 117 mil hectáreas, la mayoría en territorios indígenas, y todas pertenecen a explotaciones que suministran carne a conglomerados como JBS, Marfrig y Minerva. Las modificaciones en las leyes de regularización de los títulos de propiedad promueven la legalización del acaparamiento de tierras y la deforestación, lo que permite encubrir todo este ciclo de violencia e ilegalidad, que inserta la producción de estas zonas en las cadenas globales “sustentables”.Mediante una solida documentación, el informe de Agro é fogo deja claro que cuando el Pantanal, el Cerrado y la Amazonia arden, la vida misma es la que arde, usurpando la base material de su existencia. Queda entonces claro el camino a seguir: defender la reforma agraria y los derechos territoriales de los pueblos y comunidades de esas tres regiones, no sólo como una medida social y distributiva, sino como imperativo ecológico, una cuestión existencial para la supervivencia de las generaciones presentes y futuras del planeta.Leer dossier Agro es Fuego (Sólo en portugués)