GRAIN y Rede Social de Justiça e Direitos Humanos Un análisis exhaustivo de inversiones de la prestigiada Universidad de Harvard en tierras agrícolas a nivel mundial encontró que: El fondo de dotación de Harvard ha gastado unos mil millones de dólares en la adquisición de más de 850 mil hectáreas de tierras agrícolas en todo el mundo, convirtiendo a la Universidad en uno de los mayores y más diversos inversionistas agrarios a nivel geográfico. Las adquisiciones de tierras agrícolas por parte de Harvard fueron hechas sin las auditorías previas adecuadas y contribuyeron al desplazamiento y el acoso a comunidades tradicionales, a la destrucción ambiental y a conflictos por agua. En particular, las consecuencias son perjudiciales en Brasil, donde el fondo de dotación de Harvard adquirió casi 300 mil hectáreas de tierras en El Cerrado, la sabana más biodiversa del mundo. Las poco claras inversiones en tierras de Harvard arrojaron ganancias inesperadas para los administradores de los fondos y sus socios comerciales, pero fracasaron como estrategia de inversión para la universidad. Este informe exhorta a los estudiantes, docentes y ex-alumnos de Harvard a exigir que el fondo de dotación de la Universidad termine con todas las inversiones en tierras agrícolas, tome medidas inmediatas para resolver todos los conflictos de tierras asociados a sus propiedades actuales y asegure que las comunidades afectadas sean compensadas adecuadamente por los daños. “El agua: se terminó”. Palmerina Ferreira Lima es una mujer de 77 años, de la comunidad de Melancias, ubicada en la ribera del Río Uruçuí Preto, en el estado brasileño de Piauí. Por más de cien años, su comunidad vivió de las tierras fértiles, de la exhuberante sabana y sus aguas abundantes, en la región del Cerrado, de gran biodiversidad. Hace algunos años, corporaciones de negocios cercaron las tierras que rodeaban el poblado y erigieron grandes plantaciones de soja industrial. La comunidad de Palmerina ya no tuvo acceso a la tierra de la que dependieron por generaciones para alimentar a sus familias. Comenzaron los problemas de salud, por efecto de las fumigaciones aéreas de pesticidas, que son arrastradas por el viento desde los cultivos a sus casas. Los pesticidas también destruyeron sus cultivos y contaminaron sus fuentes locales de agua. Esos ríos y vertientes, alguna vez abundantes y llenos de peces, ahora se secan por la deforestación y el riego de las plantaciones. “El agua se terminó. La que queda es muy poca. Tenemos miedo a morir de sed. Bastaría con detener estos proyectos y el agua volvería. Pero no los detienen, no. Los detendrán cuando el río esté totalmente seco”, señala Palmerina. Aunque la gente de Melancias no lo sabe, uno de los predios que les ocasiona este daño es propiedad de la Universidad de Harvard. Su involucramiento no es obvio porque siendo una universidad de élite su propiedad se oculta tras una compañía administrada por socios brasileños locales. Harvard contrató a estos empresarios para adquirir la tierra y explotarla en su nombre. Poco se sabe que este mismo grupo brasileño adquirió por lo menos otras cinco propiedades para Harvard en esta área de Brasil, con iguales consecuencias para quienes ahí viven. Éste es solamente uno de los tres grupos brasileños con los que trabajó Harvard para hacerse de 300 mil hectáreas de tierras de cultivo en el nordeste brasileño, en El Cerrado, entre 2008 y 2016, convirtiendo a Harvard en uno de los principales propietarios extranjeros de tierras agrícolas en el país. Las tierras agrícolas de Harvard en Brasil son sólo una parte de un rompecabezas mucho mayor, oculto tras una red de compañías que compran tierras agrícolas a nombre de la universidad en todo el mundo. Nuestras investigaciones revelan que, a lo largo de la última década, Harvard utilizó múltiples estructuras empresariales para adquirir extensas tierras de cultivo en Brasil, Sudáfrica, Rusia, Ucrania, Nueva Zelanda, Australia y Estados Unidos. Protegidos del escrutinio público, el fondo de dotación de la universidad acumuló en menos de diez años una de las mayores carteras de tierras de cultivo, más que cualquiera de las compañías financieras del mundo. El despilfarro de Harvard por el mundo. La universidad comenzó a comprar tierras agrícolas tras la crisis financiera y de precios alimentarios, en 2007-2008. Numerosos fondos de dotación y pensiones más otras instituciones de inversión comenzaron a adquirir tierras agrícolas al iniciar la crisis en las inversiones de alto riesgo y el colapso del mercado inmobiliario en Estados Unidos y Europa. La Asociación de Seguros y Anualidades Magisteriales (TIAA, por sus siglas en inglés) de Nueva York tomó el liderazgo en la compra de tierras agrícolas entre los fondos de pensión. Harvard, con su fondo de dotación de 37 mil cien millones de dólares, se convirtió en el principal comprador universitario de tierras agrícolas. Harvard ya había realizado importantes gestiones destinadas a adquirir plantaciones forestales maderables. (1) Así que la inversión de fondos de dotación en tierras agrícolas no fue nuevo, y se ajustó fácilmente a su cartera de recursos naturales. Las inversiones en madera le brindaron contactos en todo el mundo y un modelo replicable de inversión en tierras, a través de empresas ficticias en el extranjero y oscuras subsidiarias. En 2008, la universidad comenzó a comprar tierras en Brasil, Sudáfrica y Nueva Zelanda. Luego vinieron inversiones en Rusia y Ucrania, y compras de estancias en Australia y Estados Unidos. Para junio de 2017, Harvard había inyectado más de 930 millones de dólares en varias de sus subsidiarias de tierras agrícolas y había adquirido más de 850 mil hectáreas en todo el mundo. (2) Poca transparencia. Las adquisiciones de tierras de cultivo de Harvard son canalizadas a través de complejas estructuras empresariales, haciendo difícil comprobar la propiedad de las tierras agrícolas. La propia junta de supervisores no tiene una clara visión de las tierras que el fondo posee y administra. (3) Por sobre cada una de las estructuras de inversiones en tierras agrícolas hay una subsidiaria en Boston, exenta de impuestos, que administra diferentes partes de las inversiones del fondo de dotación. Estas subsidiarias son Blue Marble Holdings, Phemus, Demeter y Harvard Private Capital Realty. La información que aparece en la declaración de impuestos de estas subsidiarias de Boston, muestra que Harvard canalizó dinero para la inversión en tierras agrícolas a través de estas compañías hacia otras subsidiarias, registradas en paraísos fiscales, tales como el estado de Delaware en Estados Unidos o las Islas Caimán. Las subsidiarias tienen nombres como Guara LLC o Granary Investments. Desde estas compañías en los paraísos fiscales, el dinero fluyó hacia las subsidiarias en los países objetivos, administradas por varios operadores locales con actividad en los agronegocios y adquiriendo tierras. Estos grupos locales identificaron las tierras, hicieron la compra y administran las fincas. Harvard les pagó millones de dólares en honorarios (ver recuadro). La nebulosa red de tierras agrícolas de Harvard. En Sudáfrica, las adquisiciones de Harvard fueron administradas por RussellStone Group —una firma de inversiones con sede en Pretoria—, que en 2008 comenzó a adquirir fincas en el sur de África para inversionistas extranjeros. RussellStone también administra las polémicas adquisiciones de tierras agrícolas de la Vanderbilt University en Mozambique. Entre 2008 y 2016, Harvard transfirió 73 millones 500 mil dólares por intermedio de una subsidiaria con sede en Mauricio a una subsidiaria sudafricana administrada por RussellStone. Con estos fondos, RussellStone compró varias propiedades agrícolas en KwaZulu-Natal, Mpumalanga, Limpopo, Free State y Guanteng. RussellStone recibió, al menos, 5 millones 100 mil dólares por parte de Harvard por administrar las inversiones. En Australia Harvard recurrió a Wealthcheck “que proporciona oportunidades para invertir en el Sector de Propiedades Agrícolas de Australia”. En Europa Oriental, Harvard se asoció con NCH Capital, compañía neoyorquina especializada en privatizar activos en el ex-bloque soviético. NCH adquiere los derechos de miles de pequeños lotes de tierra, sobre todo en Rusia y Ucrania y los fusiona en propiedades a gran escala. A través de una subsidiaria en las Islas Caimán, Harvard gastó más de 150 millones de dólares entre 2009 y 2016 para adquirir 59% de participación en el primer fondo de NCH para tierras agrícolas, que NCH utilizó para establecer 58 fincas a gran escala, cubriendo unas 490 mil hectáreas en Rusia y Ucrania. Harvard pagó a NCH 12 millones 900 mil dólares por sus servicios en este periodo. En Brasil las adquisiciones de tierras agrícolas de Harvard se canalizaron en tres estructuras con tres operadores locales diferentes: 1. Los Ioschpes. Ivoncy Ioschpes es un magnate de refacciones automotrices. Se dice que desde 2000 ubicó el potencial para lucrar de la agricultura en El Cerrado. Adquirió tierras agrícolas en el norte de Piauí y contrató agrónomos locales que formaron una compañía (Insolo), para convertir tales tierras en extensas plantaciones de soja y algodón. En 2008, Ioschpe tomó el control de Insolo, puso a su hijo Salomão a cargo y reconvirtió la compañía en un vehículo para canalizar dinero procedente del fondo de dotación de Harvard para adquirir grandes áreas de tierras agrícolas en Piauí. Harvard es dueña de 95% de esta compañía, Insolo Agroindustrial SA, mediante su compañía administradora de fondos Phemus Corp y varias subsidiarias en Delaware y Brasil. Entre junio de 2008 y junio de 2016, Harvard inyectó, al menos, 137 millones 700 mil dólares en Insolo Agroindustrial S/A, que después adquirió al menos seis fincas, cubriendo más de 115 mil hectáreas en Piauí. Harvard también le pagó a una compañía conectada con el grupo de Ioschpe, la suma de 3 millones de dólares anuales, en concepto de honorarios de consultoría, por “servicios de inversión”, desde junio de 2009 a junio de 2017. 2. Gordian Bioenergy. Conocida como GBE, es una empresa privada administrada por el empresario greco-brasileño, Diomedes Christodoulou, ex-director ejecutivo de Enron en América del Sur. En 2007, Christodoulou y su equipo estuvieron buscando inversionistas estadounidenses y europeos para respaldar un proyecto de 150 millones para una plantación de caña de azúcar y una refinería de etanol que tenían planes de construir en Brasil. Contactaron al fondo de dotación de Harvard y ambas partes crearon una estructura corporativa, puesta en marcha mediante una firma de las Islas Caimán para canalizar fondos de Harvard a la empresa de inversión conjunta. GBE se dispuso a adquirir tierras en el pueblo de Guadalupe y sus cercanías y propuso desarrollar caña de azúcar y una finca para producir tomates a gran escala. También se adquirieron tierras en los estados vecinos por razones poco claras. Una de las compañías que trabajó con GBE en la adquisición de tierras para Harvard fue Pro-Flora Agroforestal Ltda, propiedad del brasileño Antônio Pontes da Fonseca, uno de los terratenientes más grandes en Minas Gerais. Entre junio de 2008 y junio de 2015, Harvard transfirió más de 246 millones de dólares a GBE para adquirir tierras. 3. Granflor. La entrada de Harvard a la agricultura brasileña estuvo precedida por la inversión en plantaciones madereras. Algunos de estos negocios fueron coordinados por dos empresarios brasileños del sector forestal, Romualdo Maestri y Victor Hugo Silveira Boff, cofundadores de Granflor Agroforestal. En 2008, Harvard y estos dos empresarios crearon una compañía en Porto Alegre: Caracol Agropecuaria. Tal compañía, 100% de propiedad de Harvard a través de un grupo de subsidiarias registradas en Delaware, recibió más de 60 millones de dólares de parte de la compañía administradora de fondos de Harvard, Blue Marbles Holdings, entre junio de 2008 y junio de 2016, para adquirir tierras agrícolas, sobre todo en Bahía. En ese periodo, Harvard le pagó a Maestri y Silveira Boff más de 10 millones de dólares por servicios de inversión. Conflicto y controversia. Harvard siguió el camino de otros inversionistas institucionales que han adquirido tierras de cultivo —concentrarse en países considerados menos riesgosos, pero con el potencial de grandes dividendos. Sin embargo, las inversiones universitarias no están libres de conflictos y riesgos. En Australia, un informe realizado por la Office of Environment and Heritage señala que en 2015 la subsidiaria de Harvard destruyó sitios de cementerios aborígenes y removió en forma ilegal vegetación nativa en las tierras que adquirió en Nueva Gales del Sur. Los antecedentes indican que la compañía agrícola de Harvard no realizó un estudio sobre las culturas aborígenes antes de arar los campos, a pesar de que era evidente la presencia de sitios sagrados. En Sudáfrica, Harvard adquirió campos donde los ex-trabajadores negros y sus familias tenían derechos de ocupación concedidos bajo la reforma agraria pos-apartheid. Los conflictos con las comunidades locales se describen en un informe de un investigador que trabajó con el administrador de los campos de Harvard en Sudáfrica, RussellStone. Según el informe, cuando Harvard tomó el control de las fincas, en 2011, los administradores impidieron el derecho de las familias al uso de las tierras, incluyendo el pastoreo de sus vacas y el acceso a los cementerios familiares. Se dice que el administrador de los campos de Harvard presionó a las familias a firmar un código de conducta e impuso un sistema de reglas y penalidades que podían llevar a expulsar a una familia que no acatara el código. La tensión en la finca escaló a tal punto que Harvard temía que esto pudiera causar una atención internacional no deseada. Según el informe, Harvard insistió que RusellStone encontrara una solución mediada, pese a que RussellStone les aseguraba que eran normales las tensiones con las familias ocupantes en la agricultura a gran escala en Sudáfrica. La Universidad envió un mediador ofreciendo reubicar a las familias en otras tierras, pero las familias rechazaron la oferta, pues las tierras eran de mala calidad y lejos de servicios esenciales. Decepcionados con la situación y preocupados por las repercusiones en su imagen internacional, representantes de la Universidad ordenaron a RussellStone, en 2014, vender todas sus propiedades de tierras de cultivo en las cuales hubiera familias “ocupantes”. Harvard también ha enfrentado conflictos con sus adquisiciones de tierras agrícolas en Estados Unidos. Desde 2012, la Universidad ha puesto más de 115 millones de dólares para adquirir tierras en California y establecer viñas, según lo indicado en sus declaraciones fiscales. Estos campos, ubicados en Paso Robles y el Valle de Cuyama, sufren la escasez de agua que amenaza la viabilidad agrícola. Los residentes locales y los agricultores se preocupan de que los viñedos de Harvard pongan en peligro su acceso al agua y acusan a la Universidad de tácticas tramposas y maniobras financieras para controlar los recursos hídricos restantes. En marzo de 2016, un agricultor local cuya familia ha cultivado uvas vinícolas por décadas (y que hace esfuerzos por acceder al agua subterránea junto a varios cientos de otros propietarios de tierras) escribió una carta al director ejecutivo de Harvard Management Company: La percepción es que Harvard ha comprado utilizando varias capas de entidades desconocidas, por lo que sería difícil para un fiscalizador hacer el seguimiento de la compra hasta llegar a Harvard; usa agentes para presionar la formación de distritos de agua locales que permitirían a las propiedades de Harvard, finalmente, beneficiarse de concesiones del gobierno y fondos de contribuyentes; induce a algunos propietarios a vender, con ofertas que son varias veces el precio de mercado y con este método adquiere propiedades con infraestructuras hídricas públicas. Por lo general no está disponible para explicar a la población local cómo podrían afectar estas inversiones el más vital de los recursos —todo en nombre de los dividendos. Acaparamientos de tierra en El Cerrado, Brasil. Las adquisiciones de tierras más conflictivas realizadas por Harvard ocurrieron en Brasil. La Universidad es una de las muchas instancias financieras extranjeras, provenientes de Norteamérica, Europa y Japón que han adquirido tierras en El Cerrado en el nordeste brasileño a lo largo de las últimas décadas. Este bioma de sabana, que contiene cinco por ciento de la diversidad del planeta, es crítico para la conservación del Amazonas y una de las principales fuentes de agua para la cuenca hídrica más importante de Brasil. También es la tierra de más de 80 pueblos originarios, y de una variedad de pueblos “tradicionales” cuyo estatus es reconocido por la ley brasileña, tales como las comunidades afro-brasileñas quilombolas. En los últimos veinte años esta parte del Cerrado fue intensamente deforestada para establecer enormes expansiones del cultivo de materias primas. La expansión comenzó en el sur y luego, hace diez años, avanzó agresivamente hacia el noreste, hacia Tocantins, Maranhão, Bahía, and Piauí. Harvard y otras compañías financieras extranjeras orientan sus inversiones a esta “nueva frontera” para la producción de soja, caña de azúcar y otras materias primas agrícolas. Aquí los precios de las tierras son relativamente bajos y hay gran potencial de aumento en el valor de mercado. Otras importantes compañías financieras que ya adquieren tierras aquí son TIAA de EUA, ABP de Holanda, Sojitz de Japón y Valiance Asset Management del Reino Unido. Estas compañías operan a través compañías locales que se hacen cargo de adquirir las tierras y de las operaciones agrícolas. Esta oleada de especulación agrícola extranjera, ha agravado los conflictos locales por la tierra en el área. El Banco Mundial señala que, con la rápida expansión de las plantaciones agrícolas en esta parte del Cerrado, “es común la ocupación ilegal y desordenada de la tierra rural (grilagem)”. El grilagem es una forma particular de acaparamiento de tierras que se ha expandido en la parte nordeste del Cerrado en el cual se falsifican títulos de tierra para legitimar la ocupación ilegal de tierras públicas. (4) Las tierras son cercadas para dar la apariencia de una finca y los títulos fraudulentos son vendidos con ganancias inmensas a otras compañías, las cuales a menudo están conectadas con inversionistas extranjeros. Pero estas tierras públicas no están desocupadas, como lo señalan los acaparadores de tierras (grileiros). Por generaciones, las áreas de tierras bajas han sido el hogar de comunidades locales, o son usadas en forma colectiva por estas comunidades para cazar, pastorear, recolectar leña y cosechar frutos y plantas medicinales. Los grileiros recurren muy a menudo a la violencia y a la intimidación para desplazar a los habitantes locales e impedirles que accedan a las tierras. Harvard canalizó sus fondos para adquirir tierras agrícolas en el nordeste del Cerrado a través de tres diferentes grupos de negocio locales (ver recuadro). Bajo el paraguas de estos operadores, la universidad adquirió, silenciosamente, unas 300 mil hectáreas de tierras, un área mayor que Luxemburgo, en partes de los estados de Piauí y Bahía donde son comunes los conflictos por tierras. Informes recientes dieron a conocer que uno de los socios de Harvard en Brasil, el grupo Granflor, hizo gestiones para que una subsidiaria de Harvard adquiriera más de 120 mil hectáreas de tierras en Bahía a un empresario, conocido grileiro en el estado. Granflor insistió en estas tierras, a pesar de haber sido advertido por los residentes locales, de que se meterían en serios conflictos. Según un informe de 2014 elaborado por una comisión estatal de Bahía, los títulos sobre las tierras se lograron mediante un “un festival de procedimientos irregulares e ilegales que terminaron en la usurpación de las tierras públicas” e implicó el desplazamiento violento de numerosas familias locales que tradicionalmente habían ocupado y usado estas tierras públicas. Parece que las adquisiciones de tierras de Harvard violan las restricciones brasileñas sobre propiedad extranjera que limitan la cantidad de tierra que una compañía extranjera puede adquirir en un municipio. La oficina del fiscal en el estado de Bahía ahora está considerando si demanda a la subsidiaria de Harvard y anula los títulos. Hay evidencia similar sobre acciones de grilagem por parte de otra compañía de negocios brasileña, socia de Harvard, en el vecino Piauí. Insolo facilitó que Harvard adquiriera al menos seis fincas con más de 116 mil hectáreas en Piaui, mediante subsidiarias brasileñas de Harvard administradas por el grupo Insolo. Fazenda Ipê es una inmensa finca de 58 mil hectáreas que Harvard compró a través del grupo Insolo mediante diferentes subsidiarias de Harvard con sede en Brasil. En un dictamen del 16 de mayo de 2018, el Juez de la Corte Agraria de Piauí, dictaminó que una de estas subsidiarias, Sorotivo Agroindustrial Ltda, usó la práctica ilegal del “grilagem” para adquirir alrededor de 27 mil hectáreas de tierras dentro de la Fazenda de Ipê que anteriormente eran tierras públicas. De acuerdo al juicio: En Piauí, el acaparamiento de tierras (grilagem) es uno de los principales vectores de deforestación y conflictos agrarios, en la medida que las transacciones inmobiliarias en el mercado rural suceden en desacuerdo con las reglas que resguardan la legislación civil, ambiental y agraria, haciendo imposible responsabilizar a los involucrados. Esta desacreditada práctica del grilagem es lo que fue realizado por [Sorotivo Agroindustrial Ltda] al adquirir sus títulos de tierras. Cerca de la Fazenda Ipê, las personas de la comunidad de Baixão Fechado señalan que les desalojaron de las tierras que tradicionalmente usan para criar ganado, cazar y pastorear y que les llevaron a otra finca de Harvard, administrada por el grupo Insolo. La Fazenda Fortaleza, que cubre 11 mil hectáreas, se ubica junto la Fazenda Ludmilla, una gran finca del administrador de fondos de pensiones de Estados Unidos, TIAA. Los residentes de Baixão Fechado señalan que la deforestación causada por ambas fincas y la gran cantidad de agua que las fincas usan para riego, afectan gravemente su acceso al agua, que antes era abundante y de buena calidad. La situación es tan mala que las comunidades han tenido que comenzar a traer agua en camiones. Las personas del lugar también señalan que la contaminación por pesticidas en las fincas es causa del aumento de tos, mareos, dolores de estómago y baja presión sanguínea que se observan en la comunidad, así como también un aumento en los casos de cáncer. Los pesticidas usados en estas fincas también han diezmado sus sitios de pesca y destruyeron sus cultivos. “Con pesticidas como el Roundup, destruyen nuestros cultivos, incluidas nuestras habas. Solíamos ser los principales productores de haba en la región. Ahora estamos perdiendo todo. Fumigan desde aviones y el tóxico contamina todo. Aparecen plagas, como la mosca blanca que no podemos eliminar, y destruyen todo”, señala José Branco, un residente de la comunidad Baixão Fechado. A través del grupo Gordian Bioenergy (GBE), Harvard financió la adquisición de varias otras tierras agrícolas en Piauí, parte de un gran proyecto de agronegocios que GBE intenta realizar en el distrito de Guadalupe desde 2012. GBE aún lucha por conseguir los fondos que necesita para entrar a la fase de implementación, y, de acuerdo a Bloomberg News, Harvard ahora intenta salirse del proyecto. Éstas no son las únicas adquisiciones de tierras agrícolas que GBE ha montado para Harvard. En Barra, en Bahía, Harvard adquirió la Fazenda Boquirão a través de GBE. Las tierras fueron compradas a la compañía brasileña Pro-Flora Agroforestal Ltda, propiedad de una acaudalada familia empresaria de Minas Gerais. Fazenda Boquirão está en el centro del conflicto por tierras entre los propietarios de Pro-Flora y unas 400 familias que viven en el área. Después que los propietarios de Pro-Flora adquirieron Fazenda Boquirão en 2004, reclamaron los derechos sobre una gran extensión de tierras de 70 mil hectáreas, incluidas tierras que las familias campesinas habían usado para pastoreo colectivo de su ganado desde, al menos, 1935. Las familias rehusaron a renunciar a sus tierras y la tensión entre las dos partes se agudizó. En 2011, la autoridad estatal de Bahía intervino. Concordó con las familias en que las reivindicaciones de la compañía por las tierras no eran válidas, pero en un consentimiento a la compañía, decidió entregar a Pro-Flora el título privado por un predio de 27 mil 800 hectáreas que las comunidades señalaron que no usaban. Este título privado fue formalizado en 2014, época en que Pro-Flora ya había vendido Fazenda Boquirão a GBE, subsidiaria local de Harvard, por 3 millones de dólares. Mientras, Cloves dos Santos Araujo, abogado de la Asociación de Abogados de Trabajadores Rurales (AATR) de Bahía, señala que el estado aún no ha formalizado los títulos para las familias de las 42 mil hectáreas restantes, que están en situación vulnerable y susceptible a una nueva ronda de acaparamiento de tierras por parte de la Fazenda Boquirão. En junio de 2017, los abogados de Pro-Flora iniciaron una petición por los derechos por el total de las 70 mil hectáreas. (5) La Comissão Pastoral da Terra (CPT) sigue el caso y apoya a las comunidades en la defensa de sus tierras tradicionales. El acuerdo que entregó a Pro-Flora, y en consecuencia a Harvard, un título privado sobre 27 mil 800 hectáreas de tierra es inconstitucional y viola las políticas de la reforma agraria de Brasil. Para la CPT, es otra desafortunada intervención del gobierno donde se sobreponen los derechos de un gran agronegocio sobre los derechos de las personas locales. Una cosecha miserable. La década de adquisiciones de tierras agrícolas de Harvard ha tenido muchos afectados, desde campesinos brasileños, pasando por trabajadores agrícolas de Sudáfrica hasta pobladores rurales de California. Los estudiantes y la facultad de Harvard también podrían ser vistos como víctimas de estas inversiones. Las inversiones del fondo de dotación están destinadas a apoyar los objetivos educacionales y de investigación de la universidad, y no a negocios fallidos por miles de millones de dólares para adquirir tierras. En 2017, el nuevo jefe del fondo de dotación, NP “Narv” Narvekar, reevaluó las inversiones en plantaciones madereras del fondo y decidió rebajar el total de la cartera de recursos naturales en mil cien millones de dólares, de 4 mil millones a 2 mil novecientos millones. En Brasil, donde Harvard realizó sus inversiones en tierras agrícolas más costosas y ambiciosas, la mayoría de las 300 mil hectáreas que el fondo adquirió, tienen una producción parcial o no producen nada. El proyecto GBE en Piauí está al borde del colapso, sin haber realizado un solo cultivo; las 124 mil hectáreas de tierras en Campo Largo de propiedad de Caracol, en su mayoría son tierras ociosas, y escasamente hay algo plantado en varias de las grandes fincas que adquirieron a través del grupo Insolo en Piauí, como la Fazenda Nazaré, Fazenda Galileia y Fazenda Fortaleza. Recientemente, los administradores de los fondos (con sede en Boston) que organizaron la polémica estrategia de acaparamiento de tierras agrícolas globales por parte de Harvard, se retiraron del fondo de dotación. Mientras estuvieron a cargo del fondo, los principales administradores amasaron fortunas de cientos de millones de dólares en pagos por compensación —242 millones de dólares entre 2010 y 2014. Para el analista de inversiones Charles Skorina, las compensaciones a los administradores de las carteras de recursos naturales se basan sobre todo en los avalúos de tales tierras agrícolas y de plantaciones madereras controladas por los mismos administradores. Según Skorina, la reciente reducción en el valor de los activos indica que esos avalúos los inflaron con el fin de beneficiarse. Algunos de estos ex-administradores de Harvard fundaron una nueva compañía, Folium Capital, donde de nuevo buscan fondos de inversionistas institucionales para adquirir tierras en América del Sur. Harvard no puede alegar ignorancia. Emprendió estas inversiones en tierras agrícolas pese a años de crítica pública y demandas a partir de una auditoría previa más estricta. Algunas de estas críticas son internas. El 22 de mayo de 2018, una de las supervisoras del fondo de dotación de Harvard, Kat Taylor, renunció en protesta por las inversiones “poco transparentes” en actividades no éticas, incluyendo “la compra de tierras que puede no estar respetando los derechos indígenas [y] las fuentes de agua que amenazan el derecho humano del acceso al agua”. (6) “Después de seis años de inacción de Harvard durante mi mandato, y de muchos otros que precedieron a mi participación como Supervisora, hoy hablo públicamente acerca de nuestra incapacidad de actuar. No tenemos excusa moral ni financiera que nos dé la razón” escribió ella. “A lo largo de la última década, el fondo de dotación de Harvard tuvo un rendimiento financiero muy inferior comparado con otros semejantes, pese a que continuamos invirtiendo en actividades y productos que dañaban el bienestar de nuestras comunidades, naciones y el planeta”. Taylor señala que, aun siendo parte de la Junta de Supervisores, le fue imposible conocer con claridad qué donación fue invertida en qué, y sólo tuvo “algunos indicios” de que el fondo tenía “tierras en África, propiedades en el delta del río Amazonas y, potencialmente, activos en recursos hídricos”. “Estos puntos sugieren que deberíamos haber estado al tanto de si estas propiedades respetaban los derechos indígenas, de la posibilidad de que la propiedad de la tierra no estuviera documentada, de que hubiera activos particularmente sensibles desde un punto de vista climático y de la posibilidad de que los derechos de agua fueran vendidos por fuera del mercado, en detrimento de la ecología y las economías locales”, señaló en una entrevista con Agri Investor. Nuestra investigación sobre las adquisiciones de tierras de Harvard en Brasil sugieren que la universidad no procedió, ni siquiera, con un nivel mínimo de auditorías previas para asegurar que las tierras que compraba estuvieran libres de conflictos por tierras y se basaran en títulos claramente legales. Dado que se estaban invirtiendo cientos de millones de dólares para adquirir tierras agrícolas en un área reconocida por los conflictos agrarios y el acaparamiento de tierras, se debería haber ejercido una mucho mayor vigilancia. Las correcciones necesarias. Este caso debería servir de advertencia para los inversionistas institucionales. Los riesgos que tomaron los administradores de los fondos de Harvard no han retribuido financieramente a la Universidad y, en cambio, la dejaron con una herencia de tierras y aguas en conflicto. Y tendrán que lidiar con ello. Mientras Harvard repiensa su estrategia de inversiones en tierras agrícolas, aún no anuncia ninguna medida para restringir futuros negocios en tierras agrícolas o para introducir nuevas reglas internas, lineamientos o sistemas de vigilancia para estas inversiones. Señal de la prioridad que le sigue dando a sus controvertidas inversiones en tierras agrícolas en Brasil, es que contrató en agosto de 2016 al arquitecto de inversiones en tierras agrícolas de TIAA en Brasil, para dirigir su cartera de recursos naturales. Los estudiantes de Harvard, los docentes y los ex-alumnos deben exigir una evaluación completa e independiente de las adquisiciones de tierras agrícolas de la universidad. Esto debe incluir la contabilidad de lo que se gastó en la tierra, incluidos los pagos a los administradores del fondo y a los socios y lo que ha retornado al fondo por la producción y ventas de los campos. También debe incluir un recuento de daños a las comunidades locales por el desplazamiento, el conflicto, la contaminación química y la destrucción ambiental; recomendaciones claras de cómo compensar a las comunidades. No se debe permitir que la universidad renuncie a su responsabilidad vendiendo sus tierras agrícolas a otra compañía o externalizando la adquisición de tierras con administradores ajenos. Harvard fue una de las pocas instituciones que comenzaron a invertir globalmente en tierras agrícolas tras el desastre financiero del 2008. Estas instancias, más que cualquier otra, son responsables de convertir las tierras agrícolas en una nueva “clase” de activos para los inversionistas financieros, ansiosos por encontrar activos reales o las llamadas “alternativas”, que pueden comprar para cubrirse ante la volatilidad en los mercados de acciones. Con los mercados inmobiliarios y bursátiles nuevamente a niveles muy sobrevalorados, podríamos ver la reaparición de las tendencias presentes tras el 2008: una nueva carrera en pos de inversiones riesgosas en tierras agrícolas por parte de fondos institucionales y el repunte de conflictos por tierras. La Universidad de Harvard puede ayudar a corregir todo esto declarando cerradas sus adquisiciones globales de tierras agrícolas. Notas: 1) Mucho ya se ha escrito sobre el acaparamiento de tierras, tala ilegal y finanzas oscuras conectada a las inversiones de Harvard en producción de madera. Para más información ver: https://www.huffingtonpost.com/entry/harvard-ikea-corruption-romania_us_56d86cbbe4b0000de4039509; http://www.thecrimson.com/column/the-red-line/article/2014/4/7/harvards-timber-empire/; http://ciperchile.cl/2013/07/18/empresa-agricola-de-la-u-de-harvard-que-talo-bosque-nativo-en-chiloe-es-sentenciada-a-pagar-42-millones/; https://www.oaklandinstitute.org/harvard%E2%80%99s-timber-plantation-causing-environmental-and-social-havoc-argentina 2) La información sobre las propiedades agrícolas de Harvard en todo el mundo se derivó a partir de los formularios de impuestos de la Harvard Management Corporation y sus subsidiarias entre el cierre del año financiero en junio de 2007 y junio de 2017, así como varios informes académicos y de medios de comunicación. 3) Esto se señala en la carta de renuncia de una de las supervisoras del fondo. Kat Taylor, “A Message to My Fellow Overseers of Harvard — mayo 22, 2018”: https://medium.com/@Kat_Taylor/a-message-to-my-fellow-overseers-of-harvard-may-22-2018-12ea17d5d9ec 4) El término grilagem se refiere a una vieja práctica de guardar documentos falsificados con grillos, de manera que los insectos harían que los documentos falsos parecieran viejos y aparentemente más reales. 5) Carta de Alfranio G Silva al Juiz de Direito da Vara Civil da Comarca de Barra –Estado de Bahia, 30 junio de 2017. 6) Kat Taylor, op.cit.