La comunidad garífuna de Nueva Armenia, a pocos kilómetros de La Ceiba, en el litoral caribeño de Honduras, está luchando valientemente contra la expansión de la palma africana. Desalojos, detenciones y juicios amañados no han podido detener el proceso de recuperación de sus territorios ancestrales. En la década de los años 20 del siglo pasado, la población garífuna fue desplazada del territorio de Armenia por la transnacional Standard Fruit Company, y fue relocalizada en la margen izquierda del río Papaloteca. Vea Galería Fotográfica Nueva Armenia Cuando, al inicio del nuevo siglo, se le venció la concesión otorgada por el Estado hondureño, la compañía frutera norteamericana retornó las tierras a la municipalidad de Jutiapa, desoyendo los incesantes reclamos del pueblo garífuna sobre sus tierras ancestrales. “Paulatinamente y de forma amañada, la municipalidad fue repartiendo nuestras tierras a pequeños grupos de supuestos campesinos, que comenzaron a talar árboles para sembrar palma africana”, dijo Félix Valentín, directivo de la Organización Fraternal Negra Hondureña (OFRANEH). El proceso de despojo fue intensificándose con el pasar de los meses, profundizando aún más el acaparamiento de tierras y la siembra de palma africana. Arrinconado y cercado, el pueblo garífuna inició un intenso proceso de recuperación de sus tierras ancestrales, exponiéndose a la reacción violenta y represiva de los productores palmeros, protegidos por las autoridades locales y nacionales. Violencia y represión – Impunidad germen de expansión palmera “El 8 de agosto pasado, un fuerte contingente de policías entró al campamento situado en el territorio recuperado de Nueva Armenia y detuvo a 40 personas. Los uniformados montaron a los compañeros garífunas en varias patrullas y los llevaron a Jutiapa, reteniéndolos arbitrariamente por más de 8 horas”, explicó Valentín. Según la OFRANEH, varias personas vinculadas a los productores palmeros aprovecharon de la situación para quemar 11 casas y todos sus enseres. Actualmente, unos 80 miembros de la comunidad fueron demandados por “usurpación de tierra”. Sobre varios de ellos pende orden de captura, mientras a otros otorgaron medidas sustitutivas a la privación de la libertad, prohibiéndoles acercarse a la zona del conflicto. “Nos acusan de estar usurpando tierras que son del pueblo garífuna, pero son ellos los usurpadores. No queremos palma africana, sino continuar a cultivar nuestra propia comida en el territorio que nos pertenece”, dijo a La Rel, Carolina Castillo, habitante de Nueva Armenia y miembro de la OFRANEH. Carolina asegura que la palma africana trajo bienestar y desarrollo solamente para los empresarios palmeros, dejando a la población de Nueva Armenia en pobreza y zozobra. Pese a la demanda judicial que está enfrentando, la combativa garífuna dice estar dispuesta a enfrentar cualquier tipo de amenaza. “Tengo 60 años y no le tengo miedo a la muerte. La palma nos trajo solamente destrucción, contaminación y violencia. Vamos a seguir defendiendo el legítimo derecho del pueblo garífuna a vivir en sus tierras. ¡Ya no queremos saber nada de palma africana!”, sentenció. Solidaridad y compromiso – El pueblo garífuna no está solo En el marco del Foro-Taller “Agrocombustibles, palma africana y sus efectos sobre la soberanía alimentaria”, que se realizó el 9 de septiembre pasado en La Ceiba, las redes internacionales Alianza Biodiversidad, Amigos de la Tierra América Latina y el Caribe (ATALC), Red Latinoamericana contra los monocultivos de árboles (RECOMA) y Movimiento Mundial por los Bosques Tropicales (WRM), acompañadas por la Rel-UITA y la Plataforma de Movimientos Sociales y Populares de Honduras, visitaron la comunidad garífuna en resistencia de Nueva Armenia. “Estamos aquí para respaldar su lucha y el derecho a vivir en sus territorios ancestrales, que fueron usurpados por la expansión del monocultivo de palma africana. Cuenten con nosotros y nosotras, con nuestra solidaridad, con nuestro compromiso”, dijo Lizzie Díaz, integrante del Secretariado Internacional del WRM.