GRAIN El actual sistema alimentario mundial, con todas sus semillas de alta tecnología y sus bonitos paquetes, no es capaz de cumplir con su función principal: alimentar a las personas. Este año más de mil millones de personas sufrirán hambre, mientras otros 500 millones sufrirán de problemas de obesidad. Tres cuartas partes de quienes no tienen suficiente qué comer serán campesinos y trabajadores rurales (los mismos que producen la comida), mientras un puñado de corporaciones agroindustriales que controlan la cadena alimentaria (aquéllas que deciden a dónde va el alimento) amasarán miles de millones de dólares en ganancias. Pese a su fracaso monumental, nada se dice en los corredores del poder de alejarnos de este estado de cosas. Enormes y crecientes movimientos sociales pueden clamar por un cambio, pero los gobiernos y las agencias internacionales del mundo siguen pujando por más de los mismo: más agronegocios, más agricultura industrial, más globalización. Conforme el planeta se mueve hacia un periodo acelerado de cambio climático, empujado, en gran medida, por este mismo modelo de agricultura, el no emprender acciones significativas empeorará con rapidez la ya de por sí intolerable situación. No obstante, en el movimiento global en pos de soberanía alimentaria hay una prometedora salida. Ahora, los estudios científicos más actuales predicen que, si todo sigue igual, las temperaturas cada vez más elevadas, las condiciones climáticas extremas y los severos problemas de agua y suelos relacionados con ello llevarán a muchos más millones a las filas de los hambrientos. Conforme el crecimiento de la población aumente la demanda de alimentos, el cambio climático agotará nuestras capacidades para producirlos. Ciertos países que ya están luchando con severos problemas de hambre podrían ver su producción de alimentos reducida a la mitad antes de que finalice este siglo. Sin embargo, donde se reúnen las élites para hablar del cambio climático poco se dice acerca de tales efectos sobre la producción y el abastecimiento de alimentos, y mucho menos se hace para responder a ellos. Hay otra arista de la interacción entre cambio climático y el sistema alimentario mundial que refuerza la necesidad urgente de acción. Este último no sólo es disfuncional y está muy mal preparado para enfrentar el cambio climático: es también uno de sus principales motores. El modelo de agricultura industrial que abastece al sistema alimentario mundial funciona esencialmente mediante la conversión de petróleo en comida, produciendo en el proceso cantidades enormes de gases con efecto de invernadero. El uso de inmensas cantidades de fertilizantes químicos, la expansión de la industria de la carne, y la destrucción de las sabanas y bosques del mundo para producir mercancías agrícolas son en conjunto responsables de por lo menos 30% de las emisiones de los gases que causan el cambio climático.1 Pero eso es sólo una parte de la contribución del actual sistema alimentario a la crisis climática. Convertir los alimentos en mercancías mundiales e industriales da como resultado una tremenda pérdida de energía fósil utilizada en transportarlas por el mundo, procesarlas, almacenarlas, congelarlas y llevarlas hasta los hogares de quienes las consumen. Todos estos procesos van contribuyendo a la cuenta climática. Cuando se suman todas, no es para nada una exageración decir que el actual sistema alimentario podría ser responsable de cerca de la mitad de las emisiones de los gases con efecto de invernadero. Las razones para un cambio total del sistema alimentario mundial y la urgencia de tal cambio nunca han sido más claras. La gente por todas partes muestra una voluntad de cambio —sean consumidores que buscan alimentos locales o campesinos que bloquean carreteras en defensa de sus tierras. Lo que se pone como obstáculo es la estructura de poder —y esto, más que nada, es lo que necesita ser transformado. Cinco pasos urgentes 1. Un viraje hacia métodos sustentables e integrados de producción. Las separaciones artificiales y las simplificaciones que trajo consigo la agricultura industrial deben deshacerse, y deben de reunirse de nuevo los diferentes elementos que conforman los sistemas agrícolas sustentables. Los cultivos y los animales deben reintegrarse de nuevo en la finca. La biodiversidad agrícola tiene que tornarse el fundamento de la producción alimentaria, una vez más, y el sistema de cuidado e intercambio de semillas debe reactivarse. Los fertilizantes y lo plaguicidas químicos deben sustituirse por formas naturales de mantener el suelo saludable y de controlar plagas y enfermedades. Reestructurar así el sistema alimentario ayudará a crear las condiciones que permitan emisiones cercanas a cero en las fincas. 2. Reconstituir el suelo y retener el agua. Tenemos que tomar el suelo en serio. Necesitamos un esfuerzo global masivo para volver a juntar materia orgánica en los suelos, y así devolverle fertilidad. Décadas de maltrato de suelos con químicos en algunos lugares, y la erosión de los suelos en otras partes, dejaron los suelos exhaustos. Los suelos saludables, ricos en materia orgánica, pueden retener enormes cantidades de agua, que serán necesarios para crearle las necesarias flexibilidad y aguante al sistema agrícola como para resistir las crisis climática y de agua que ya se ciernen sobre nosotros. Aumentar la materia orgánica en los suelos de todo el mundo ayudará a capturar cantidades sustanciales del actual exceso de CO2 que hay en la atmósfera. 3. Desindustrializar la agricultura, ahorrar energía y mantener a la gente en su tierra. La agricultura familiar en pequeña escala debe volver a ser el fundamento de la producción de alimentos. Haber permitido la enorme acumulación de empresas de agricultura mega-industrial que producen mercancías para el mercado internacional en lugar de comida para la gente, provoca ámbitos rurales vacíos, ciudades sobrepobladas y la destrucción de muchos modos de sustento y de cultura en el proceso. Desindustrializar la agricultura ayudaría también a terminar con el tremendo desperdicio de energía que ahora produce el sistema de agricultura industrial. 4. Cultivar en las inmediaciones y cortar el comercio internacional. Uno de los principios de la soberanía alimentaria es priorizar los mercados locales sobre el comercio internacional. El comercio internacional de alimentos en consorcio con industrias de procesamiento y supermercados en cadena son los principales contribuyentes a la crisis climática. Todo esto puede detenerse en gran medida y situar la cadena alimentaria en la producción de alimentos más orientada a los mercados locales. Lograr esto es probablemente la lucha más dura de todas, ya que el poder corporativo se ha concentrado en mantener el sistema de comercio creciendo y en expansión. Y muchos gobiernos están felices con esto. Algo que debe cambiar si somos serios en nuestra respuesta a la crisis climática. 5. Cortar la economía de la carne y buscar una dieta más sana. Tal vez la transformación más profunda y destructiva que conlleva el sistema alimentario industrial, es la industrialización del sector ganadero. Lo que solía ser una parte integral y sustentable de los modos de vida rurales, es ahora un sistema de fábricas mega-industriales de carne diseminadas por todo el mundo, controladas por unos cuantos. La economía de la carne a nivel internacional, que ha crecido cinco veces en las últimas décadas, contribuye a la crisis climática de un modo enorme. Ha ayudado a provocar el problema de obesidad en los países ricos, y ha destruido —mediante subsidios y comercio desleal— con la producción local de carne en los países pobres. Esto debe detenerse, y las tenencias de consumo, especialmente en los países ricos debe alejarse de la carne. El mundo necesita regresar a un sistema descentralizado de producción y distribución de carne, organizado de acuerdo a las necesidades de la gente. Deben restaurarse y recuperarse los mercados que surten carne a los mercados locales procedente de pequeñas fincas a precios justos. Debe de frenarse el comercio desleal internacional. El pronóstico es de hambruna En 2007, el Panel Internacional sobre Cambio Climático (picc) publicó su tan esperado informe sobre el estado del clima en la Tierra. El informe, aunque mostró en términos inequívocos que el calentamiento mundial era una realidad y señaló que era “muy probable” que los humanos fueran responsables de él, con cautela pronosticó que el planeta podría calentarse 0.2ºC por década si no se hacía nada para cambiar el curso de nuestras emisiones de gas con efecto de invernadero. El informe advirtió que hacia el fin del siglo un cambio de temperatura entre 2 y 4ºC podría producir incrementos dramáticos en los niveles del mar y una cascada de catástrofes por todo el planeta. Ahora, apenas unos pocos años después, resulta que el picc fue demasiado optimista. El consenso científico actual es que habrá un aumento de 2ºC en las próximas décadas y que, si el escenario sigue siendo el de negocios como siempre, si no hay cambios, el planeta podría calentarse hasta en 8ºC hacia el año 2100, empujando las cosas a un punto de quiebre y profundizando lo que se describe como un cambio climático peligroso e irreversible2. Ahora mismo, el impacto de las formas más suaves del cambio climático nos afectan fuertemente. Según el Foro Humanitario Global con sede en Ginebra, el cambio climático afecta seriamente a 325 millones de personas al año —315 mil de ellas mueren de hambre, enfermedades y desastres meteorológicos inducidos por el cambio climático3. La predicción es que la cuota anual de muertes debidas al cambio climático llegue a medio millón para 2030, siendo afectada seriamente 10% de la población mundial. El alimento está y estará en el centro de esta crisis climática en proceso. Todos están de acuerdo en que la producción agrícola tiene que continuar creciendo significativamente en las próximas décadas para mantenerse al día con el crecimiento demográfico. Pero es probable que el cambio climático ponga la producción agrícola en reversa. En el recuento más exhaustivo (a la fecha) de los estudios que delinean los impactos del calentamiento mundial en la agricultura, William Cline calcula que, si las tendencias siguen igual, para el año 2080, el cambio climático reducirá el potencial de producción de la agricultura mundial en más de 3% respecto al actual. Los países en desarrollo serán los más afectados, con una caída de 9.1% de su potencial de producción agrícola. África enfrentará un descenso de 16.6%. Son números horrorosos, pero, como admite Cline, los impactos reales podrían ser mucho peores.4 Una debilidad importante de las proyecciones del picc y de otros, cuando se trata de la agricultura, es que sus predicciones aceptan la teoría de la “fertilización por carbono” que arguye que los altos niveles de co2 en la atmósfera acentuarán la fotosíntesis en muchos cultivos clave y dispararán sus rendimientos. Estudios recientes muestran que este potencial es en gran medida un espejismo. No es sólo que cualquier aceleración inicial del crecimiento disminuya significativamente después de pocos días o semanas, sino que el aumento de co2 reduce el nitrógeno y las proteínas en las hojas en más de un 12%. Esto significa que, con el cambio climático, para los humanos habrá menos proteínas en los principales cereales, como el trigo y el arroz. Habrá también menos nitrógeno para los insectos, lo que es importante ya que los insectos comerán una superficie mayor de las hojas y lo que provocará reducciones significativas en los rendimientos.5 Cuando Cline hizo los cálculos sin considerar la supuesta fertilización por carbono los resultados fueron aún más alarmantes. Los rendimientos mundiales bajarían 16% para 2080, y las caídas regionales serían de un 24.3% en América Latina, 19.3% en Asia y 27.5% en África. Los rendimientos se reducirían en un 38% en India, y más de un 50% en Senegal y Sudán.6 Pero incluso esta aterradora predicción podría quedarse corta. El estudio de Cline, al igual que el informe del picc y otros informes que abordan el cambio climático y la agricultura, no toman en cuenta la crisis del agua asociada con el cambio climático. Hoy, 2 400 millones de personas viven en ambientes con una dura escasez de agua y las predicciones recientes hablan de que aumentarán a 4 mil millones hacia la segunda mitad del siglo. Las fuentes de agua para la agricultura se han agotado o se están haciendo peligrosamente escasas en muchas partes del mundo. El calentamiento global complicará el problema a medida que las más elevadas temperaturas generen condiciones más secas y sea necesario aumentar la cantidad de agua para la agricultura. Será cada vez más difícil mantener los actuales niveles de producción, incluso a medida que la demanda aumente debido a la mayor población.7 Cline tampoco contempló los impactos de las condiciones climáticas extremas que ocurrirán a mayor cambio climático. Se espera que aumente la frecuencia y la intensidad de las sequías, las inundaciones y otros desastres naturales, provocando desastres en los cultivos dondequiera que se manifiesten. El Banco Mundial prevé que la intensificación de las tormentas causada por el cambio climático hará que 29 mil kilómetros cuadrados adicionales de tierra agrícola situada en zonas costeras se volverán vulnerables a las inundaciones.8 Simultáneamente, se espera un aumento dramático de los incendios forestales, que ya afectan unas 350 millones de hectáreas cada año9, y esto ocasionará un problema de contaminación con los aerosoles de carbono, que agravará aún más el efecto de invernadero. Un estudio avizora que los incendios forestales aumentarán en un 50% en el oeste de Estados Unidos para el año 2055, todo ello como resultado de los aumentos de temperatura.10 Y luego hay que considerar el mercado. El abasto global de alimentos está cada vez más controlado por un pequeño número de transnacionales que tienen el cuasi-monopolio de toda la cadena alimentaria, de las semillas a los supermercados. La cantidad de capital especulativo en el comercio agrícola va también en aumento. En este contexto, cualquier perturbación del abastecimiento de alimentos, o incluso la simple percepción de que hay problemas, puede provocar aumentos tumultuosos en los precios y una acaparamiento inmenso de ganancias por parte de los especuladores, lo que hace inaccesibles los alimentos para los sectores urbanos más pobres y provoca todo tipo de alteraciones en la producción agrícola en el campo.11 De hecho, el mero rumor de una escasez alimentaria mundial ya atrajo especuladores financieros a la agricultura, quienes están acaparando tierras en gran escala, a un nivel que no se veía desde tiempos coloniales.12 Nos adentramos en una era de perturbaciones extremas en la producción de alimentos. Nunca ha habido una necesidad tan urgente de que un sistema asegure un abasto alimentario para todos de acuerdo a sus necesidades. Y, sin embargo, el sistema alimentario mundial jamás ha estado tan fuertemente controlado por un pequeño grupo de personas cuyas decisiones se basan exclusivamente en cuánto dinero pueden obtener para sus accionistas. El choque de dos mundos en el Amazonas Peruano El gobierno peruano eligió una fecha simbólica, el Día Mundial del Medio Ambiente, para lanzar un sangriento ataque sobre los pueblos del Amazonas. ¿La razón para esta represión? La oposición categórica de las comunidades amazónicas a la invasión de sus territorios por actividades empresariales social y ambientalmente destructivas, tales como la minería, la extracción de petróleo y plantaciones dedicadas al monocultivos de árboles y agrocombustibles El 9 de abril, las comunidades locales del Amazonas peruano empezaron lo que ellas llamaron una “huelga indefinida”, para protestar por la negativa del Congreso peruano a revisar una serie de decretos leyes que dañan los derechos de los puebles indígenas. Estos decretos fueron publicados por el Ejecutivo en el marco de la implementación del Tratado de Libre Comercio firmado con Estados Unidos. Desatando esta masacre el Día Mundial del Medio ambiente, el gobierno de Alan García mostró claramente al mundo cuán poca importancia le da a la protección del medio ambiente y cuán alto valora las grandes corporaciones que esperan explotar —y simultáneamente destruir— los recursos naturales del país. Peor aún, el gobierno declaró públicamente su desprecio por las vidas de los pueblos indígenas que están luchando por defender lo poco que les ha dejado el avance del modelo de “desarrollo”, que ha demostrado ampliamente ser social y ambientalmente destructivo. Como resultado de esta sangrienta represión y la atención pública mundial que suscitó, el Amazonas peruano se convirtió en un símbolo del choque entre dos concepciones diferentes acerca del presente y futuro de la humanidad, que hoy se despliega a nivel mundial. En un lado de este conflicto está el mundo del interés económico, el cual significa destrucción social y ambiental, imposición por la fuerza, violación de derechos. Obviamente, este mundo no está representado por el presidente peruano, quien es sólo un ayudante temporal y desechable para las corporaciones —un hecho que se evidenció con la suerte que corrió el antes todopoderoso presidente Fujimori. Sin embargo, el papel que juegan estos ayudantes es muy importante, en la medida que son ellos quienes prestan los visos de “legalidad” necesarios a las acciones que claramente violan los derechos humanos más básicos. En el otro lado está el mundo de quienes aspiran a un futuro de solidaridad y respeto por la naturaleza. En este caso, ellos están representados por los pueblos indígenas del Amazonas, pero también se pueden encontrar en luchas similares en otras partes del mundo, en confrontación con otros gobiernos que también están al servicio de los intereses económicos de las grandes empresas. Para mencionar sólo algunos ejemplos, podemos destacar la actual lucha de los países del sudeste asiático, en contra de la destrucción del río Mekong —que provee de sustento a millones de personas— por las represas hidroeléctricas gigantes; la lucha de los pueblos africanos contra la perforación y prospección petrolera; la lucha de los pueblos hindúes para proteger sus bosques contra la extracción minera, y tantas luchas más. En esta confrontación, la hipocresía de quienes se esfuerzan por imponer el modelo destructivo, es aparentemente ilimitada. En el caso de Perú, el Presidente Alan García, el mismo hombre quien quiere ahora abrir el Amazonas a las actividades extractivas, declaró apenas un año atrás que el quería “evitar que este bienestar original que Dios nos ha dado sea degradado por la mano del hombre, por la incompetencia de aquellos que trabajan la tierra o la explotan económicamente, y es por esto que hemos creado este Ministerio del Medio Ambiente.” Este tipo de hipocresía gubernamental es descaradamente evidente en todo el mundo, especialmente respecto al cambio climático. Durante un indefinido proceso internacional, que se inició en 1992, los gobiernos del mundo acordaron que el cambio climático es la peor amenaza para la humanidad. También acordaron que las dos mayores causas del cambio climático eran las emisiones de gas invernadero por el uso de combustibles fósiles y la deforestación. Finalmente, acordaron que debía hacerse algo al respecto. Y luego de firmar los acuerdos y volar de vuelta a sus países, han hecho todo lo posible para promover la explotación petrolera y/o la deforestación Sin la necesidad de crear ministerios del ambiente o participar en procesos internacionales para combatir el cambio climático, hay pueblos en todo el mundo que realizan acciones para defender el medioambiente y el clima de las inminentes amenazas que pesan sobre ellos. En casi todos los casos, sus acciones han sido criminalizadas o reprimidas - tanto en el sur como en el norte – por aquéllos que debieran estar alentándolos y respaldándolos: sus gobiernos En el simbólico caso de Perú, los pueblos del Amazonas —con el respaldo de miles de ciudadanos alrededor del mundo— han ganado una importante batalla en esta lucha entre dos mundos. Obviamente, nadie cree que éste sea el fin del conflicto. Pero es una victoria que da esperanza a muchas otras personas que luchan por objetivos similares y finalmente a todo el mundo, porque el producto final de esta confrontación entre dos mundos determinará el destino de la humanidad. Boletín WRM, Nº 143 – Junio de 2009 Cocinar el planeta A los defensores de la Revolución Verde les gusta hablar de cómo la receta única de variedades vegetales uniformes y fertilizantes químicos salvó al mundo de la hambruna, Los defensores de las llamadas Revolución Pecuaria y Revolución Azul (acuacultura) nos venden una historia similar acerca de razas animales uniformes y alimentos industriales. Este discurso debería ser hoy menos convincente en la medida que cerca de un cuarto de la población del planeta pasa hambre y los rendimientos de los cultivos están estancados desde los años ochenta. En realidad, lo que tenemos delante parece más bien una historia de terror cuando consideramos las consecuencias ambientales, especialmente a medida que el mundo se entera del papel que estas transformaciones de la agricultura y del sistema alimentario han jugado en el cambio climático. El consenso científico actual es que la agricultura es responsable de un 30% de todas las emisiones de gases con efecto de invernadero provocadas por humanos. Pero es injusto poner todas las formas de agricultura en un mismo saco. En la mayoría de los países eminentemente agrícolas, la agricultura en sí contribuye muy poco al cambio climático. Los países con el mayor porcentaje de población rural y cuyas economías dependen principalmente de la agricultura, tienden a tener los niveles más bajos de emisiones de gases con efecto de invernadero.13 Por ejemplo, aunque se dice que la agricultura canadiense aporta sólo un 6% de las emisiones de gases con efecto de invernadero totales del país, esto son 1.6 toneladas de gases invernadero por canadiense, mientras que en India, donde la agricultura es un componente mucho más importante de la economía nacional, las emisiones per capita de todas las fuentes son sólo 1.4 toneladas, y sólo 0.4 toneladas provienen de la agricultura.14 Hay diferencias, por lo tanto, en el tipo de agricultura que se practica, y no se puede acusar a la agricultura en general. Es más, cuando analizamos la contribución total de la agricultura al cambio climático, vemos que sólo una pequeña sección de actividades agrícolas son responsables de casi todas las emisiones de gases con efecto de invernadero de la agricultura. La deforestación causada por el cambio de uso de la tierra es responsable de cerca de la mitad del total, mientras las emisiones de los establecimientos agrícolas las provoca sobre todo la producción animal y los fertilizantes. Todas estas fuentes de gases con efecto de invernadero están íntimamente ligadas al surgimiento de la agricultura industrial y a la expansión de sistema alimentario en manos de las transnacionales. Así también la alta dependencia del petróleo y la gran huella de carbono que provoca el transportar alimentos e insumos por todo el mundo en todo tipo de envases plásticos. Dado que la mayor parte de la energía utilizada por el sistema alimentario industrial proviene del consumo de combustibles fósiles, el monto de energía que utiliza se traduce en directo a la emisión de gases con efecto de invernadero. Si tan sólo observamos el sistema alimentario estadounidense, se calcula que tiene en su haber un formidable 20% de todo el consumo de energía fósil del país. Esta cifra incluye todo la energía utilizada en los establecimientos que producen comida, y en los procesos postindustriales de transporte, empacado, procesamiento y almacenaje. La Agencia de Proteccióm Ambiental estadounidense informó que en 2005 los agricultores del país emitieron tanto dióxido de carbono como 141 millones de carros juntos ese mismo año. Este sistema alimentario totalmente ineficaz utiliza 10 calorías fósiles no renovables para producir una sola caloría alimenticia.15 La diferencia en el uso de energía entre la agricultura industrial y los sistemas agrícolas tradicionales no podía ser más extremo. Se habla mucho de lo eficiente y mucho más productivo que es la agricultura industrial si se le compara con el modo de cultivo tradicional en el Sur global, pero si uno toma en consideración la eficiencia energética, nada puede estar más alejado de la verdad. La fao calcula que, en promedio, los agricultores de los países industrializados gastan cinco veces más energía comercial para producir un kilo de cereal que los campesinos en África. Si analizamos cultivos específicos, las diferencias son todavía más espectaculares: para producir un kilo de maíz, un agricultor en Estados Unidos utiliza 33 veces más energía comercial que el campesinado tradicional en el vecino México. Y para producir un kilo de arroz, un agricultor estadounidense usa 80 veces la energía comercial utilizada por un campesino tradicional en Filipinas.16 esta “energía comercial” de la que habla la fao es, por supuesto, el gas y el combustible fósil requeridos para producir fertilizantes y agroquímicos y los que se utilizan en la maquinaria agrícola, todo lo cual contribuye sustancialmente a la emisión de gases con efecto de invernadero.17 Pero la agricultura en sí es responsable tan sólo de un cuarto de la energía usada para llevar comida a las mesas. El gasto de energía y la contaminación ocurren dentro del sistema alimentario internacional en su sentido más amplio: el procesado, el empacado, la refrigeración, la cocina y la movilización de comida por todo el planeta. Hay cultivos o piensos que se producen en Tailandia, se procesan en Rotterdam, alimentan ganado en algún otro lado, para que terminen como comida en McDonalds en Kentucky. Transportar alimentos consume enormes cantidades de energía. Si miramos de nuevo Estados Unidos, se calcula que 20% de todo el transporte de mercancías dentro del país se utiliza en mover comida, lo que resulta en 120 millones de toneladas de emisiones de co2 La importación y exportación de alimentos de Estados Unidos da cuenta de otros 120 millones de toneladas de co2. A eso debemos añadir el transporte de provisiones e insumos (fertilizantes, pesticidas, etcétera) a las granjas industriales, el transporte del plástico y el papel para las industrias de empacado, y lo que los consumidores se mueven para ir, cada día más lejos, a los supermercados. Esto nos da un panorama de la tremenda cantidad de gases con efecto de invernadero producidos por el sistema alimentario industrial, tan sólo por sus requerimientos de transporte. Otros grandes productores de gases son las industrias que procesan comida, la refrigeran y la empacan, que son responsables por 23% de la energía consumida en el sistema alimentario estadounidense.18 Todo esto suma una cantidad increíble de energía desperdiciada. Y hablando de desperdicio: el sistema alimentario industrial descarta la mitad de toda la comida que produce, en su viaje de los establecimientos a los comerciantes, a los procesadores de comida, a las tiendas y supermercados —lo suficiente para alimentar a los hambrientos del mundo seis veces.19 Nadie ha empezado a calcular cuantos gases con efecto de invernadero se producen por la pudrición de toda la comida tirada a la basura. Mucho de este tremendo desperdicio y esta destrucción globales podría evitarse si el sistema alimentario se descentralizara, si la agricultura se desindustrializara. Sin embargo, los sectores en el poder responden a la actual crisis alimentaria y al acelerado colapso de los sistemas que promueven la vida en el planeta con más de lo mismo, y cuando mucho le suman unos cuantos remedios tecnológicos inútiles El sistema alimentario controlado por las transnacionales está entonces en un callejón sin salida. Lo que proponen es más agricultura industrial y más cadenas alimentarias mundiales como solución a la crisis alimentaria. Pero estas actividades sólo aceleran el cambio climático, y con ello intensifican severamente la crisis alimentaria. Es un círculo vicioso que provoca extremos de pobreza y ganancias, y el abismo entre los dos se hace cada vez más profundo. Hace ya mucho tiempo que es urgente transformar radicalmente este sistema alimentario. Tiempo de hacer cambios en el mar La pesca fue alguna vez una de las formas más eficientes de obtener alimento sin producir gases con efecto de invernadero. La pesca industrial invirtió la ecuación. Según Mares en Riesgo y la Fundación Mar del Norte, la sobrecarga provocada por la pesca comercial no sólo ha hecho que las reservas pesqueras sean menos flexibles frente a los impactos del clima sino que, las grandes pesquerías comerciales son una de las fuentes importantes de emisiones de gases con efecto de invernadero a nivel mundial: * Por cada tonelada de producto, medido en peso vivo, se emiten 1.7 toneladas de co2. * Las pesquerías mundiales quemaron casi 50 mil millones de litros de combustible en el año 2000, para una producción de 80 * Millones de toneladas de peces e invertebrados marinos; * Las pesquerías mundiales dan cuenta, al menos, de un 1.2% del consumo de petróleo a nivel mundial, una cantidad igual a la consumida por Holanda, que ocupa el 18avo lugar como país consumidor. * El contenido energético del combustible quemado por las pesquerías es 12.5 veces mayor que el contenido energético de la proteína comestible presente en la captura obtenida. Mares en riesgo/ Fundación Mar del Norte: www.seas-at-risk.org/1mages/Carbon%20footprint%20brochure%20final%20final.pdf Cuál es la salida Dicho de la manera más simple, la crisis climática implica que necesitamos cambios ¡ya! La organización de la sociedad en torno a la obtención de ganancias ha demostrado ser un sistema corrupto y necesitamos construir sistemas alternativos de producción y consumo, que se organicen de acuerdo a las necesidades de los pueblos y la vida en el planeta. La transformación de este sistema alimentario no ocurrirá mientras el poder de éste siga en manos de las corporaciones. Tampoco podemos confiar en nuestros gobiernos, que permiten que la distancia entre lo que los científicos dicen que hay que hacer para detener el desastre climático y lo que los políticos realmente hacen se haga cada vez mayor. Las fuerzas del cambio están en nuestras manos, en nuestras comunidades, que se organizan para recuperar el control sobre nuestros sistemas alimentarios y nuestros territorios. En la lucha por lograr un sistema alimentario diferente, los obstáculos principales son políticos, no técnicos. Hay que volver a poner las semillas a manos campesinas, eliminar los pesticidas y fertilizantes químicos, integrar al ganado a formas de producción mixta, y organizar nuestros sistemas alimentarios de forma tal que todos tengamos suficientes alimentos sanos y nutritivos. Las capacidades para producir tales transformaciones han quedado demostradas en los miles de proyectos y experimentos que desarrollan comunidades del mundo entero. Incluso la Evaluación Internacional del Papel del Conocimiento, la Ciencia y la Tecnología en el Desarrollo Agrícola —llevada a cabo bajo la dirección del Banco Mundial— no puede sino reconocerlo. A nivel de finca son bastante claras y directas las formas de lidiar con el cambio climático (véase el recuadro “Cinco pasos clave hacia un sistema alimentario que pueda enfrentar el cambio climático”). Los desafíos políticos son más difíciles. Pero hay mucho que ya está pasando a nivel local. Enfrentadas incluso a la represión violenta, las comunidades locales están resistiendo los mega-proyectos, las represas, la minería, las plantaciones y la tala de los bosques (ver el recuadro “El choque de dos mundos en la Amazonía peruana”). Aunque rara vez se reconozcan como tales, sus resistencias están en el corazón de la acción por el clima, al igual que el movimiento por la soberanía alimentaria, que se van uniendo para resistir la imposición de políticas neoliberales y desarrollar visiones colectivas de futuro. Es en estos espacios y a través de esa resistencia organizada que emergerán las alternativas al destructivo sistema alimentario actual y podremos hallar la fuerza y las estrategias comunes que nos saquen del ciclo suicida en que la agricultura industrial y el sistema alimentario industrial nos tienen hundidos. Réferencias 1informe global 2008 de International Assessment of Agricultural Knowledge, Science and Technology for Development (iaastd), http://www.agassessment.org/index.cfm?Page=About_IAASTD&ItemID=2 2. Chris Lang, “Words and not deeds at climate change talks”, WRM Bulletin, número 143, junio de 2009. 3. Global Humanitarian forum, Human Impact Report, mayo de 2009: http://www.ghf-geneva.org/OurWork/RaisingAwareness/HumanImpactReport/tabid/180/Default.aspx 4. William R. Cline, Global Warming and Agriculture: Impact Estimates by Country, Center for Global Development and the Peterson Institute for International Economics, 2007, http://www.cgdev.org/content/publications/detail/14090 5. John T. Trumble and Casey D. Butler, “Climate change will exacerbate California’s insect pest problems”, California Agriculture, v. 63, núm.2: http://californiaagriculture.ucop.edu/0902AMJ/toc.html 6. Op cit, ver nota 4. 7. Según el informe global 2008 de International Assessment of Agricultural Knowledge, Science and Technology for Development (iaastd), la seguridad del abastecimiento de agua para el riego disminuirá en todas las regiones, con un cambio mundial de 70% a 58% entre 2000 y 2050. http://www.agassessment.org/index.cfm?Page=About_IAASTD&ItemID=2 8. Susmita Dasgupta, Benoit Laplante, Siobhan Murray, David Wheeler, “Sea-Level Rise and Storm Surges: A Comparative Analysis of Impacts in Developing Countries”, The World Bank, Development Research Group, Environment and Energy Team, abril de 2009. 9. http://www.fao.org/news/story/en/item/29060/icode/ 10. http://www.agu.org/sci_soc/prrl/2009-22.html 11. Ver la página web de GRAIN sobre la crisis alimentaria: http://www.grain.org/foodcrisis/ 12. Ver la página web de GRAIN sobre el acaparamiento de tierras: http://www.grain.org/landgrab/ 13. Wikipedia, List of Countries by Carbon Dioxide Emissions per Capita, 1990-2005: http://en.wikipedia.org/wiki/List_of_countries_by_carbon_dioxide_emissions_per_capita 14. Greenpeace Canada, “L’agriculture... pire que les sables bitumineux! Rapport de Statistique Canada”, 10 de junio de 2009: http://www.greenpeace.org/canada/fr/actualites/l-agriculture-pire-que-les 15. Los datos en este párrafo provienen de: Food & Water Watch, “Fossil Fuels and Greenhouse Gas Emission from Industrial Agriculture”, Washington, noviembre de 2007. http://www.foodandwaterwatch.org/food/factoryfarms/dairy-and-meat-factories/climate-change/greenhouse-gas-industrial-agriculture 16. FAO, “The Energy and Agriculture Nexus”, Roma, 2000, tablas 2.2 y 2.3. http://tinyurl.com/2ubntj 17. Ver GRAIN, “Paremos la fiebre de agrocombustibles”, Biodiversidad, sustento y culturas”, octubre de 2007, http://www.grain.org/biodiversidad/?id=367 18. Food & Water Watch, “Fossil Fuels and Greenhouse Gas Emission from Industrial Agriculture”, Washington , noviembre de 2007. 19. Tristram Stuart, Waste: Uncovering the Global Food Scandal, Penguin, 2009, http://www.penguin.co.uk/nf/Book/BookDisplay/0,,9780141036342,00.html Los campesinos están enfriando la Tierra (Vía Campesina, comunicado sobre el cambio climático, extractos)(1) Los actuales modos de producción, consumo y comercio mundiales, han causado una destrucción masiva del medio ambiente incluyendo el calentamiento mundial que está poniendo en riesgo nuestros ecosistemas y llevando a las comunidades humanas al desastre. El calentamiento global muestra el fracaso del modelo de desarrollo basado en el alto consumo de energía fósil, en la sobreproducción y en el libre comercio. Via Campesina cree que las soluciones a la actual crisis tienen que nacer de los actores sociales organizados que están desarrollando modos de producción, transporte y consumo basados en principios de justicia, solidaridad y bienestar comunitario. Ninguna solución tecnológica resolverá el actual desastre medio ambiental y social. La pequeña agricultura sustentable es intensiva en trabajo y requiere poco uso de energía; ello puede contribuir a enfriar la Tierra. En el mundo entero practicamos y defendemos la pequeña agricultura familiar sustentable y demandamos soberanía alimentaria. La soberanía alimentaria es el derecho de los pueblos a alimentos saludables y culturalmente apropiados, producidos con métodos ecológicamente sustentables y seguros. Coloca las aspiraciones y necesidades de aquellos que producen, distribuyen y consumen alimentos en el centro de los sistemas y políticas alimentarios, y no las demandas de los mercados y corporaciones. La soberanía alimentaria prioriza las economías y mercados locales y nacionales y empodera a la agricultura campesina y familiar, a la pesca artesanal, al pastoreo y a la producción, distribución y consumo de alimentos basados en la sustentabilidad ambiental, económica y social Demandamos urgentemente de las autoridades a nivel local, nacional e internacional: El desmantelamiento total de las agroempresas: ellas les están robando la tierra a los pequeños campesinos, producen alimentos chatarra y crean desastres ambientales. El reemplazo de la agricultura y producción animal industrializada por una agricultura sustentable de pequeña escala respaldada por programas de reforma agraria genuinos. La promoción de políticas energéticas sensatas y sustentables. Esto incluye menos consumo de energía y producción de energía solar y biogás en las granjas en vez de la fuerte promoción de la producción de agrocombustibles, como es el caso actual. La implementación de políticas agrícolas y de comercio, a nivel local, nacional e internacional, que respalden la agricultura y el consumo local de alimentos sustentables. Ello incluye la prohibición del tipo de subsidios que llevan al dumping de los alimentos baratos en los mercados. 1- http://www.viacampesina.org/main_en/index.php?option=com_content&task=view&id=457&Itemid=37 El Grupo de los 8 y la crisis climática: ¿Las acciones concordarán con las palabras? Los gobiernos de algunos de los países más poderosos del mundo (1) se reunieron recientemente en Italia y produjeron un documento titulado “Liderazgo Responsable para un Futuro Sustentable”. En su declaración, ellos informaron al mundo que están “determinados a asegurar el desarrollo sustentable y a abordar los desafíos interrelacionados de la crisis económica, la pobreza y el cambio climático.” Si no fuera porque la actual situación es tan trágica, resultaría gracioso. El mundo está enfrentando una gran crisis económica, la pobreza está creciendo en todo el mundo —incluso en esos 8 países— y la crisis climática está convirtiéndose en un desastre. Todo, como resultado directo del liderazgo “responsable” ejercido, durante muchas décadas, por los gobiernos de esos y otros cuantos países más. Es obvio que nadie puede culpar a países como Tuvalu, Fiji, Laos, Camboya, Papua Nueva Guines, Gambia, Namibia, Uruguay, Cuba o a la mayoría del los 192 estados miembros de las Naciones Unidas, por haber creado estos problemas. Sin embargo, la mayoría de ellos ya están sufriendo grandes impactos sobre sus pueblos. El G8 ahora promete que ellos tomarán “el liderazgo en la lucha contra el cambio climático”, pero la realidad muestra que están haciendo justamente lo contrario: en el Reino Unido se está criminalizando a quienes han protestado para tratar de impedir el uso de carbón; en Alaska se planean perforaciones petroleras; las compañias petroleras y de gas de los países del G8 continúan beneficiándose de los combustibles fósiles, en tanto que el consumo en los países del grupo ha significado a destrucción de las selvas Los países que ya están sufriendo con el cambio climático nunca han expresado el deseo de ser “liderados” por el G8. Al contrario, les están exigiendo, a ellos y a otros gobiernos poderosos, aceptar su responsabilidad por los problemas que han creado y hacer algo al respecto. No en el 2050, sino que ahora ya. No con declaraciones, sino que con acciones concretas. No a través de los “mecanismos de mercado”, sino que a través de legislaciones estrictas. El mundo —sus pueblos y ecosistemas— no pueden tolerar más un sistema donde pocos gobiernos —basados en su poder económico, político y militar— utilicen y destruyan el planeta para su propio beneficio. Al respecto, el G8 necesita recordar lo que significa la democracia y aceptar que son una pequeña minoría a la que nadie les ha atribuido el liderazgo, excepto ellos mismos. El mundo no quiere o necesita de sus “liderazgos” sino que necesita que actúen de manera “reponsable” para solucionar el desastre climático que han provocado. El mundo necesita que pongan sus acciones a la altura de sus palabras. Movimiento Mundial por los Bosque (2) (1) Los miembros del G8 son: Canada, Francia, Alemania, Italia, Japón, Rusia, the Reino Unido and los Estados Unidos. La Comunidad Europea también asiste. (2) "Viewpoint", WRM Boletín mensual. número 144, junio 2009. www.wrm.org.uy