La foto de la tapa muestra a una niña frente a una barda intervenida con siluetas humanas con recortes de periódicos y revistas encima. Son claramente los rastros de una protesta que entraña la urgencia y la necesidad de prevalecer, que en nuestro mundo la dignidad humana no sea pisoteada, que no sean la explotación ni la imposición sino la verdad, la hermandad,la dulzura y el respeto los motoresde la existencia. Que se defienda la vidaen la selva, los bosques, los páramos, el aguay las semillas. Que nadie nos robe las condiciones climáticas para vivir en la tierra, en nuestra casa, a nuestro modo, con reciprocidad y paz.El Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, la Organización Mundial de Comercio y el Foro Económico Mundial, los gobiernos que por turnos se han asociado para imponernos sus modos, sus pactos, sus acuerdos de libre comercio, los paquetes de “reformas estructurales”, han restringido en gran medida el actuar de la sociedad al definir precios, subsidios, salarios, vejaciones, recortes presupuestales y políticas públicas. Así terminaron dictaminándolo todo y sumieron en la miseria a millones y millones de personas, profundizando desigualdades que, si ya en los ochenta eran lacerantes, hoy, treinta años después, se han vuelto literalmente insoportables. Hoy, los pueblos, las comunidades de nuestra América Latina, sobre todo las campesinas e indígenas, libran batallas diversas contra proyectos extractivistas de toda laya, de mineras e hidrocarburos, o la explotación monopólica de una agricultura industrial sin miramientos, el despojo del agua y la tierra, como efectos directos de todos estos pactos y reglamentaciones. Es el libre comercio quien ha impuesto, en directo, situaciones de indigencia y caos climático por todo el continente, pero también de indignación en más y más rincones de nuestra América.De Haití a Ecuador se suman los levantamientos contra el FMI, para dejar claro que tales imposiciones no pueden seguir siendo.Al cierre de nuestra edición es Chile quien vuelve a mostrar la herida sangrante y la grita en la resistencia que crece por ciudades y campos.Los burócratas del orden dictan de inmediato mano dura, recurren a la fuerza para aplastar las disidencias. Ellos que imponen leyes, aplastan en el derecho; ellos que festinan el orden, lo desbaratan todo; ellos, que pregonan la paz, detentan la violencia según su parecer, legalmente. El modo se torna todavía más envilecido y más agresivo, utilizando las fuerzas de choque, con balas de goma y bala viva, además de los lacrimógenos y los toletes, más métodos de fragmentación y confusión, infiltración y provocación para desacreditar a los movimientos. Todo con el afán de deslegitimar, aplastar, y amedrentar, disuadiendo al extremo.La Asociación Nacional de Mujeres Rurales Indígenas afirmó en estos días: “Que no quepa duda que los principales responsables de las muertes y heridos son el gobierno y sus representantes que hablan de ‘guerra’, así como los partidos de derecha, los medios de comunicación cómplices y los empresarios que sólo llaman a más represión y se niegan a escuchar nuestros reclamos y demandas. La historia los dejará como lo que son: abusadores, ambiciosos sin límite, indignos y cobardes”. Pero la gente está dispuesta a ejercer sus propios caminos a la prosperidad y la confianza. Disentir, gritando en las calles o buscando salidas a esta barbarie, es una forma profunda de amor a la vida y a la mutualidad universal que apenas ha comenzado a probar sus posibilidades.