En muchos lenguajes del mundo, en muchas culturas campesinas, originarias, la tierra, un “predio” de suelo o tierra, no puede separarse del agua que es consustancial a ella, del “monte” o “montaña”, “el matorral”, “el bosque”, insistiendo en esa trama de relaciones, de biodiversidad, de ciclos temporales con sus propias velocidades de aparición, desaparición y repetición: toda una organización oculta de todos estos hilos, muchos de ellos anclados a los humanos. Es un enorme y complejo tapiz eso que llamamos territorio, pero sin duda no es distancia, sino lugar de encuentro de interacciones cruciales y significativas.