Las negociaciones sobre el clima de diciembre de este año en París, son consideradas la última oportunidad para que los gobiernos del mundo se comprometan de modo vinculante con objetivos que pudieran detener nuestra marcha hacia la catástrofe. Pero en la cuenta regresiva hacia París, muchos de estos mismos gobiernos ya firmaron o están impulsando una serie de ambiciosos tratados comerciales e inversión que inviabilizarán las medidas que se podrían tomar para enfrentar el cambio climático. Lo que sabemos hasta el momento acerca de estos acuerdos, a partir de los pocos documentos que se han filtrado de las negociaciones secretas, es que originarán una mayor producción, más comercio y más consumo de combustibles fósiles —en un momento donde existe consenso sobre la necesidad de reducir todo ello. En particular, se espera que el Acuerdo Económico y Comercial Global entre la Unión Europea y Canadá y la Asociación Transatlántica de Comercio e Inversión (TTIP) entre la Unión Europea y Estados Unidos, se traduzcan en una mayor dependencia de la Unión Europea hacia los combustibles fósiles importados desde América del Norte, así como en una reducción del espacio político necesario para promover economías de bajas emisiones de carbono y energías renovables. Por otro lado, se espera que el Acuerdo Estratégico Trans Pacífico de Asociación Económica (conocido como TPP), un mega pacto en que participan 14 países de Asia y de América y que fue concluido a comienzos de este mes, resulte en más exportaciones desde los Estados Unidos hacia los países de la Cuenca del Pacífico. Los nuevos acuerdos también incorporarán las disposiciones de resolución de conflictos, entre los inversionistas y el Estado, que las empresas ya están usando mediante el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), para revertir las moratorias sobre el fracking (o explotación mediante fractura hidráulica) de yacimientos de gas y otras medidas ambientales implementadas por los gobiernos. Menos aún se ha dicho acerca de cómo afectarán nuestro clima las disposiciones sobre producción de alimentos y agricultura incluidas en estos acuerdos. Pero la pregunta es de extrema importancia, porque la producción de alimentos y la agricultura tienen un enorme impacto sobre el cambio climático. De la deforestación al uso de fertilizantes y de las granjas industriales a las estanterías de los supermercados, producir, transportar, consumir y desechar alimentos, produce cerca de la mitad de todas las emisiones de gases con efecto de invernadero. Debido a que la creación de nuevos canales para el flujo de bienes agrícolas y el cambio de los regímenes regulatorios y de inversión para el agronegocio y la industria alimentaria tienen alta prioridad en los acuerdos actuales, sin lugar a dudas habrá un impacto sobre el cambio climático —y muy posiblemente negativo, a menos que hagamos algo. Consideramos que existen siete formas mediante las que la producción de alimentos y la agricultura, como componentes de los actuales acuerdos comerciales y de inversión, harán que empeore la crisis climática. 1. Aumentar la producción, comercio y consumo de alimentos que emiten grandes cantidades de gases con efecto de invernadero. Los acuerdos comerciales, se dice, están hechos para aumentar el comercio. Esto incluye el comercio de alimentos. Los alimentos que contribuyen mayormente al cambio climático son: carnes rojas (las peores: vacuno, ovino y cerdos), lácteos (los peores: mantequilla y queso, seguido por leche y huevos), pescado (los peores: captura industrial directa y piscicultura industrial), aves, aceite de palma y alimentos altamente procesados (los peores: aquellos transportados por vía aérea). Por supuesto, éstas son generalizaciones. Hay muchos estudios que tratan de medir en forma precisa las emisiones de GHG generadas por distintos alimentos, dependiendo de dónde y cómo son producidos. Pero, aproximadamente, la situación es la que se ve en el gráfico 1. Fuente: Environmental Working Group “Meat eater’s guide to climate change and health”, 2011 (Guía de los consumidores de carne sobre el cambio climático y la salud) En términos de producción agrícola, la carne y los lácteos son los principales contribuyentes al cambio climático. Solamente el 11% de toda la carne producida se comercializa internacionalmente, pero a nivel global, la producción y consumo de carne tienen una proyección de crecimiento de 17% para el 2024 y, en definitiva, una duplicación para el 2050. Se espera que el aumento del comercio juegue un papel en este crecimiento y parte de éste se originará a partir de los acuerdos comerciales más recientes, lo cual podría cambiar bastante la dinámica actual del comercio de la carne. Por supuesto, no podemos predecir cuánto aumentará el comercio y el consumo como resultado directo de estos acuerdos, pero se espera que las disminuciones de aranceles y los estándares más bajos, lleven a un aumento de la oferta y, por consiguiente, también del consumo en los países importadores. Eso, después de todo, es lo que los grupos de cabildeo de las empresas intentan lograr. Tomemos, por ejemplo, el TTIP. La firma del tratado hará que el mercado europeo se abra a la carne estadounidense, la de alta y la de baja calidad. (Las cuotas para carne libre de hormonas aumentarán, mientras que las restricciones sanitarias disminuirán.) La carne europea de calidad no podrá ser capaz de competir, produciendo un desplazamiento de la producción hacia los Estados Unidos. Bajo el CETA, Canadá enviará más cerdo, carne y lácteos a Europa, mientras que la Unión Europea exportará más queso a Canadá. Se espera que el reciente acuerdo de libre comercio concluido entre China y Australia (ChAFTA), tenga un importante papel en el aumento de la producción de lácteos y el comercio en la región Asia-Pacífico. China importa cerca del 20% de su consumo de productos lácteos y estas importaciones crecen constantes. Hasta ahora, debido al acuerdo comercial entre China y Nueva Zelandia, esta última dominaba el abastecimiento extranjero de lácteos de China. Ahora se espera que Australia se apodere de parte de este mercado. Al mismo tiempo, las propias empresas chinas invierten con fuerza en la producción de lácteos en Australia, para exportarla de vuelta a China. También expanden su base de producción de carne en Nueva Zelandia, con el mismo fin. Las crecientes importaciones de carne a China, que ahora se permiten sólo desde un puñado de países, crecieron un 18% en la primera mitad de 2015. Actualmente Australia da cuenta de cerca de la mitad de ese mercado debido al ChAFTA. Gracias al acuerdo entre China y Nueva Zelandia, China es el mayor comprador del cordero neozelandés y el segundo mayor comprador de carne vacuna de Nueva Zelandia. El comercio de lácteos fue un tema muy polémico en las negociaciones del TPP —situación que, según los informes, se mantuvo hasta el final de las negociaciones. Ahora que el acuerdo fue firmado, Washington afirma que la industria agrícola de Estados Unidos es “la gran ganadora” en el TPP, ya que no sólo se espera que crezcan significativamente las exportaciones estadounidenses de lácteos, sino también las de carne vacuna y cerdo. Más allá de los aranceles y las cuotas, se espera que crezcan los mercados para algunas compañías de agronegocios y sus inversionistas debido a la dilución de las regulaciones sobre sanidad alimentaria y las leyes de etiquetado, como resultado de estos nuevos acuerdos. Ésta es una preocupación importante para los agricultores y consumidores en un número importante de países cuyos gobiernos están negociando. Por desgracia, pese a las declaraciones de los líderes políticos de que nada cambiará, muchos de los cambios regulatorios que son impulsados por los gigantes de los agronegocios implican disminuir los estándares para los productos químicos, abrir los mercados a la carne clonada o a alimentos modificados genéticamente y disminuir las barreras relacionadas con las enfermedades de las aves (gripe aviar) y la carne vacuna (vacas locas). Con el TPP, ahora sabemos que el gobierno estadounidense se aseguró el derecho a impugnar los estándares de sanidad alimentaria de otros países y de establecer nuevas normas para la presencia de organismos genéticamente modificados en los alimentos. Esto, seguro, expandirá el alcance de la industria de alimentos de Estados Unidos a nivel global. 2. La promoción de la agricultura industrial de exportación en desmedro de los sistemas de agricultura y producción de alimentos locales La expansión de los mercados para las aves de corral y la leche en polvo de Europa ha sido, desde hace tiempo, un aspecto importante en la agenda de la liberalización de los mercados de la Unión Europea, como bien saben los agricultores y los pequeños ganaderos de África, que se han estado movilizando desde hace años para detener el comercio desleal de pollos y excedentes lácteos, altamente subsidiados, provenientes de Europa. Estas luchas están cada vez más conectadas con el cambio climático. La producción industrial de aves de corral, después de todo, es una importante fuente de emisiones de gases con efecto de invernadero. Los pollos Broiler, que son criados por su carne, producen siete veces más emisiones de GEI que las aves criadas de forma doméstica. Y las gallinas ponedoras, que son criadas por sus huevos, producen cuatro veces más. El consumo de pollos está aumentando en muchos países debido a que es una carne de bajo costo y, en consecuencia, se espera que el comercio global de aves de corral aumente. Todo este comercio se origina en las granjas avícolas industriales, que provocan mayores emisiones que la crianza casera (o a pequeña escala) de aves. Las granjas avícolas de Brasil y Estados Unidos están entre las primeras de la lista de destructoras del clima, lo que es principalmente atribuido a su dependencia de la soja (o soya). Aun en China, donde las exportaciones son sólo una pequeña fracción de la producción del país, los acuerdos comerciales impulsan un aumento de las importaciones de materias primas para producir piensos (alimento animal), lo que favorece a los criaderos industriales que se construyen con crecientes niveles de inversión extranjera. Más allá de las aves de corral, actualmente los expertos dicen que, en los próximos diez años, el mayor consumo global de carne hará que las emisiones totales de gases con efecto de invernadero aumenten independientemente de la mayor eficiencia en la conversión de forraje a carne en los sistemas de producción industrial. 3. El fomento de los supermercados globales y los alimentos altamente procesados Las principales actores del comercio de alimentos en supermercados, están apuntando al crecimiento tanto en Asia como en África y América Latina, mediante los diversos nuevos acuerdos comerciales. La expansión de los supermercados globales trae consigo una expansión en la producción, comercio y consumo de alimentos procesados. Por ejemplo, bajo el TLCAN, la producción y el consumo de los alimentos procesados se disparó en México, trayendo consigo serios problemas de salud pública y el comercio minorista ha pasado a ser controlado por las grandes cadenas globales. Los alimentos procesados —producidos por Mondelez, Nestlé, Pepsico, Danone, Unilever y similares— son importantes emisores de gases con efecto de invernadero, no sólo debido a la gran cantidad de energía usada en el envasado, procesamiento y transporte de los alimentos, sino también debido a las emisiones generadas en la producción. Los alimentos procesados son producidos a partir de la materia prima más barata que las compañías puedan conseguir en el mundo entero. Un paquete estándar de alimento de supermercado, puede contener leche en polvo de Nueva Zelandia, maíz de los Estados Unidos, azúcar de Brasil, soja de Argentina y aceite de palma de Indonesia —todos alimentos que están en lo más alto de la escala de emisiones. Un estudio reciente de una caja de cereal para el desayuno de Kellog’s, encontró que el consumo de una porción de 100 gramos genera el equivalente a 264 gramos de CO2. Si se agrega leche al cereal, las emisiones aumentan de dos a cuatro veces. Los ingredientes explican cerca de la mitad del total de emisiones del cereal, mientras que la fabricación, envasado y transporte contribuyen el resto. Los investigadores identificaron más de 20 países desde los cuales se obtuvieron los ingredientes, incluyendo maíz de Argentina, leche en polvo de la Unión Europea, arroz de Egipto y Tailandia, trigo de España y azúcar de Estados Unidos. El crecimiento de los supermercados y los alimentos procesados también implica deforestación y otros cambios en el uso de la tierra y el agua para producir más azúcar, maíz, soja y aceite de palma —cuatro productos que forman la columna vertebral del sector de los alimentos procesados. Por ejemplo en Nigeria, Wilmar, la mayor compañía comercializadora de aceite de palma en el mundo, tiene planes de expandir sus plantaciones de palma aceitera en el Estado de Cross River y eso, señalan grupos locales, inevitablemente significará nueva deforestación. A través de sus acuerdos comerciales con la Asociación de las Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN), India se ha convertido en uno de los principales mercados para el aceite de palma de Indonesia y Malasia, desplazando al aceite de coco, mostaza, maní, sésamo y otros aceites vegetales tradicionales de India, los cuales, claramente, son menos dañinos para el clima. Lo mismo ocurre en China, el segundo mercado más grande para el aceite de palma de ASEAN después de India. El Acuerdo Trans Pacífico (TPP) que se firmó recientemente puede traer una importante alza en la producción, comercio y uso del aceite de palma. “Espero que haya una gran estampida de la inversión extranjera en el Sudeste de Asia cuando se publique el texto final del acuerdo”, señaló Deborah Elms, directora ejecutiva del Asian Trade Center (Centro de Comercio Asiático) al Wall Street Journal. En específico, se supone que el sector de aceite de palma de Malasia atraerá gran parte de esta estampida, mientras los inversionistas se apuran a amarrar esta nueva y barata fuente de aceite para la industria de comida rápida de Estados Unidos. 4. Fraude climático: la externalización de las emisiones Uno de los efectos de los acuerdos comerciales es que la manufactura está siendo externalizada hacia países de bajos salarios y con pocas restricciones ambientales. Los países donde estos productos son consumidos aparentan tener una reducción de las emisiones cuando en realidad esas emisiones simplemente han sido transferidas hacia los países donde ahora se producen los bienes. Como vemos en el caso de Estados Unidos y China, ni uno ni otro país quiere asumir la responsabilidad. Lo mismo ocurre con los alimentos. Los acuerdos comerciales favorecen la producción de alimentos en países con bajos costos y/o una producción altamente subsidiada, con altos niveles de emisión. Estos países tienen poderosos grupos de cabildeo a favor de la agricultura industrial (Estados Unidos, Brasil, Nueva Zelandia, Europa) y a menudo, dependen fuertemente de las exportaciones agrícolas para obtener sus ingresos provenientes del extranjero (Estados Unidos, Brasil, Nueva Zelandia, Irlanda, Indonesia, Vietnam). Es altamente improbable que estos países implementen cualquier medida para reducir las emisiones que pudieran afectar la competitividad de sus productos agrícolas. Ya hemos visto a estos países actuando junto con sus compañías, para atajar los esfuerzos internacionales por lograr recortes significativos en las emisiones originadas por la agricultura, por ejemplo, con la Alianza Global para la Agricultura Climáticamente Inteligente. Es poco probable que las emisiones importadas junto con los alimentos sean tomadas en cuenta por alguno de los países importadores. Aun así, si algún país importador quisiera implementar medidas para reducir la importación de ciertas materias primas que provocan altas emisiones de gases con efecto de invernadero, podrían ser impugnadas, bajo los nuevos tratados, como restricciones desleales al comercio. 5. Más agro-combustibles Los agro-combustibles son otra forma de energía contaminante que, junto con los combustibles fósiles, podrían aumentar a causa de los últimos acuerdos comerciales. Esto ocurre especialmente cuando los capítulos de inversión de los tratados comerciales buscan “nivelar el campo de juego” para los inversionistas extranjeros, estableciendo reglas sobre “tratamiento nacional” y “la nación más favorecida”, lo que facilita mucho el acceso a la tierra para producir combustibles agroindustriales. Las nuevas normas sobre patentes impuestas mediante estos acuerdos, también hacen más fácil que las compañías exporten sus tecnologías, sabiendo que gozarán de derechos monopólicos en los países firmantes. Hoy, las políticas climáticas de la Unión Europea han consolidado el acaparamiento de tierras en África para la producción de etanol para los mercados europeos. China, que actualmente se abastece de etanol proveniente de Pakistán y Vietnam, sus supuestos socios en el nuevo acuerdo de libre comercio, también invierte fuerte en Brasil con el mismo propósito (el primero de los embarques de etanol brasileño para China zarpó recientemente desde Sudamérica). La industria de biocombustibles de Canadá espera ganar un nuevo mercado de 50 millones de dólares canadienses, abierto en la Unión Europea gracias a CETA. Muchos cultivos para biocombustibles —caña de azúcar, remolacha azucarera, camote, palma aceitera, maíz, sorgo, raps oleaginoso— también pueden ser usados indistintamente en la industria de los alimentos. Se han hecho cálculos mediante modelos econométricos que indican que, al aprobarse el TTIP entre los Estados Unidos y la Unión Europea, Estados Unidos verá un gran incremento en la producción de bioetanol y biodiesel y en su exportación hacia la Unión Europea. Ésta, a su vez, verá un gran alza en la producción de azúcar y en su exportación hacia los Estados Unidos. El efecto en cadena sobre Brasil, Argentina y China será importante también. A pesar de su mal desempeño en lo relacionado con derechos humanos, derechos agrarios y emisiones de carbono, se espera que la producción de biocombustibles sea promovida cada vez más como una energía renovable dentro de las estrategias de mitigación climática, y los tratados comerciales y de inversión ayudarán a eso. 6. Menor apoyo a las economías locales de producción de alimentos Bajo la llamada doctrina de libre comercio, los programas de “compre lo nacional” o “compre lo local”, así como las regulaciones sobre el etiquetado que señala el país de origen , son consideradas generalmente discriminatorias y distorsionadoras del comercio. La Organización Mundial de Comercio (OMC) ha hecho poco para desalentar estas iniciativas, pero los nuevos tratados comerciales bilaterales y regionales pueden hacerlo. Mediante el TTIP, la Unión Europea quiere, particularmente, obtener mucho mayor acceso para las compañías europeas a los mercados públicos de Estados Unidos. Los grupos que han luchado por la soberanía alimentaria ven esto como una amenaza potencial para las economías alimentarias locales que han estado construyendo esforzadamente durante las últimas décadas (por ejemplo, las iniciativas de los consejos sobre políticas alimentarias para apoyar el uso de alimentos producidos localmente en servicios públicos como colegios y hospitales). Cualquier acción para hacer que las iniciativas para comprar o utilizar productos locales sean ilegales en el sector de los alimentos, resultará automáticamente en una mayor desestabilización climática. Lo mismo es cierto para las iniciativas que apoyan las compras “verdes” o los programas que exigen comprar a las medianas y pequeñas empresas, en nombre de la mitigación del cambio climático. Ambos tipos de esfuerzo pueden ser impugnados por las compañías como discriminatorias. Los tratados de libre comercio y los tratados de inversión suelen tener un mecanismo de controversias entre el inversionista y el Estado que les permite a las compañías impugnar políticas de gobierno como éstas. A veces, estos juicios resultan en inmensas compensaciones financieras a favor de la compañía que resulta perjudicada por estas leyes. A veces hace que los gobiernos cambien las políticas para evitar estas demandas. Al igual que en el sector de la energía, se necesita enfrentar el consumo para enfrentar el cambio climático. Aumentar la producción y el comercio, o sólo hacerlos más verdes, no aliviará el problema. Ya que los gobiernos están de acuerdo en que el 15% de todas las emisiones globales de gases de invernadero provienen de la producción ganadera y que el 74% de éstas proviene de las carnes rojas y lácteos, se tiene una gran oportunidad para eliminar efectivamente una gran parte del problema climático a través de las iniciativas locales. Pero para hacer esto, necesitamos derrotar los tratados comerciales y las ideologías que afirman que promover las economías “locales” es anti libre mercado y es algo malo para nosotros. (¡Sólo es malo para las multinacionales!) 7. Declarar ilegales las medidas de seguridad alimentaria En el año 2013, diversos gobiernos —respondiendo a los intereses de las corporaciones, principalmente de aquellas provenientes de los Estados Unidos— intentaron promulgar una regla de la OMC con la que las compras públicas de alimentos en tiempos de crisis debían ser consideradas una forma de subsidio agrícola distorsionador del comercio. Muchos gobiernos compran productos agrícolas a los agricultores para estabilizar los mercados, garantizar precios, generar reservas o sistemas de distribución en el interés público. Los estragos causados por el cambio climático —inundaciones, sequías, tifones, etcétera—, en un mundo de desregulación y concentración corporativa hacen que la escasez de alimentos se torne más común y más amenazante. Esto significa que estas medidas básicas de seguridad alimentaria y los programas de compras públicas son cada vez más necesarios. Irónicamente, tan pronto como las negociaciones sobre clima en París terminaron en diciembre, los representantes de los gobiernos volaron a Nairobi a una reunión ministerial de la OMC, para decidir si tales medidas serán consideradas legales o no bajo el régimen global de comercio. ¡Es el momento de detener la desestabilización del clima! Los patrones de consumo de alimentos están cambiando. La llamada dieta “occidental” [esa dieta centrada en la carne, la azúcar, la harina blanca, las grasas, la sal, con gran énfasis en alimentos procesados o chatarra] se está expandiendo, particularmente en el Sur global, llevando consigo problemas de salud, pero también aumentando la presión sobre el clima. (Algunas personas dicen que necesitamos cambio de dieta, no cambio climático). Los comerciantes de materias primas agrícolas, las empresas de agronegocios, las cadenas de supermercados, los grupos de inversión y otros tipos de corporaciones, que financian y conducen el sistema industrial de alimentos, tienen un gran interés por expandir los negocios justamente en esos mercados. Los tratados comerciales son una gran herramienta para lograr esto, pero no es sólo un tema Norte-Sur. Las compañías brasileñas están compitiendo con sus equivalentes tailandesas por la participación en los mercados emergentes en África, Rusia y Medio Oriente. Australia quiere una mayor porción de la acción en China, la que a su vez está haciendo más negocios con los Estados Unidos. Etcétera. Tenemos que despertar y sacar cuentas. Si queremos afrontar el cambio climático, tenemos que detener el consumo de algunos alimentos y eso significa parar la producción y también el comercio. Afortunadamente, se puede hacer. Pero requiere una reducción estructural progresiva de las grandes empresas alimentarias, de los grandes supermercados y de aquéllos que lo financian. En su lugar, las pequeñas y medianas fincas, las formas de procesamiento y los mercados a pequeña y mediana escala, respaldados por las adquisiciones y el financiamiento públicos, harían un mejor trabajo. Esto requiere una arremetida y unir las luchas en torno al cambio climático a las luchas por la soberanía alimentaria y en contra de los tratados comerciales promovidos por las corporaciones. ¿Qué hacer? Unirse a las campañas cada vez más grandes contra los principales tratados comerciales, como TTIP, TPP, RCEP, TiSA y CETA. Ver en bilaterals.org los enlaces a los sitios de los grupos claves y también más información. Iniciar una campaña centrada en el comercio, el clima y los alimentos, para parar los tratados comerciales que su gobierno esté negociando, demostrando cómo afectarán específicamente las emisiones de gases de invernadero provenientes de la producción de alimentos. Si están participando, poner el tema de los alimentos y el comercio de los alimentos en las discusiones y acciones locales en contra del cambio climático. Venir a París a las movilizaciones en las afueras de la COP21. Existirá un bloque “comercial” en las marchas callejeras para demandar la suspensión del TTIP y del CETA y otros de la nueva ola de tratados comerciales. Y habrá un día de acción, el 9 de diciembre, dedicado enteramente a los alimentos, agricultura y cambio climático. Usen su imaginación para desarrollar iniciativas concretas para reducir nuestra dependencia del sistema industrial de producción de alimentos y reducir la demanda por sus productos. Iniciar una acción de boicot —esto es lo que los líderes de la industria de alimentos más temen. Ser más conscientes del impacto sobre el clima de los alimentos que uno come e iniciar, unirse o fortalecer una iniciativa local de producción de alimentos, ya sea una cooperativa, un programa escolar o una AMAC (Asociación para el mantenimiento de la agricultura campesina), un ARC (Agricultura respaldada por la comunidad), una feria campesina… Hay que tener en cuenta la opinión general de que el consumo mundial de carnes y lácteos se duplicará de aquí al 2050 y ello constituye un problema serio y creciente La buena noticia es que sí se puede hacer algo respecto a esto, y de forma relativamente rápida. Disminuir la producción, consumo y comercio de carne y lácteos sería una forma efectiva y realista de reducir el caos climático. Comparado con el carbono, es bastante más fácil y mucho más rápido eliminar el metano de la atmósfera. En relación al óxido nitroso, una contracción y reestructuración de la industria de la carne hacia sistemas locales y a pequeña escala, podría ser una forma de deshacerse de muchos de los fertilizantes que están siendo usados actualmente para producir alimento animal. No tenemos que convertirnos en veganos, pero si queremos enfrentar el cambio climático necesitamos acciones muy serias en relación a la industria de la carne a una escala sistémica e internacional. No es suficiente dejar de extraer y de usar combustibles fósiles. (Es importante notar que los datos de FAO sobre las emisiones de GEI proveniente de la ganadería, se elaboran con datos entregados por la industria de carne y de los lácteos: el International Poultry Council (Consejo Internacional Avícola), International Feed Industry Federation (Federación Internacional de la Industria de los Piensos), International Meat Secretariat (Oficina Permanente Internacional de la Carne), International Egg Commission (Comisión Internacional del Huevo) y.... Danone. El artículo original con sus referencias íntegras, puede encontrarse en: https://www.grain.org/es/article/entries/5319 Recuadro 1: Principales mega acuerdos actualmente en negociación CETA: Comprehensive Economic and Trade Agreement (Acuerdo Económico y Comercial Global) entre la Unión Europea y Canadá. Las negociaciones terminaron en el año 2014, pero el texto aún necesita ser ratificado. Se habla aún de ajustar el lenguaje sobre la protección a los inversionistas, dada la magnitud de la protesta pública sobre el tema. FTAAP: Free Trade Area of Asia and the Pacific (Área de Libre Comercio de Asia y el Pacífico) un pacto comercial que tiene por objetivo llegar a todos los estados miembros del Foro de Cooperación Económica del Asia Pacífico (APEC). Originalmente fue propuesta por los Estados Unidos pero actualmente es propuesto por China como un contrapeso al TPP (el cual excluye a China). Aún no comienzan las negociaciones. TiSA: Trade in Service Agreement (Tratado sobre Comercio de Servicios) un pacto muy significativo, negociado secretamente entre 40 países fuera de la Organización Mundial de Comercio. Tiene por objetivo establecer nuevos estándares mundiales para el comercio de servicios para todos los acuerdos comerciales futuros. TTIP o TAFTA: Transatlantic Trade and Investment Partnership (Asociación Transatlántica de Comercio e Inversión) entre la Unión Europea y los Estados Unidos. Está en negociación, pero ha sido rechazado masivamente por la sociedad civil. TPP o TPPA: Trans Pacific Partnership (Acuerdo Trans Pacífico de Cooperación Económica) recientemente firmado por 14 países de ambos lados del Pacífico (Australia, Brunei, Canadá, Chile, Estados Unidos, Japón, Malasia, México, Nueva Zelandia, Perú, Singapur, Vietnam) Deberá ser ratificado por los parlamentos nacionales. RCEP: Regional Comprehensive Economic Partnership (Asociación Económica General Regional) es un acuerdo comercial entre los diez miembros de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (Brunei, Burma, Camboya, Indonesia, RDP de Laos, Malasia, Filipinas, Singapur, Tailandia, Vietnam) y seis vecinos: Australia, China, India, Japón, Nueva Zelandia y Corea del Sur. Actualmente está siendo negociado a puertas cerradas. Recuadro 2: El elefante —perdón, ¿el cordero?— en el cuarto La industria de la carne es tal vez la mayor causa individual del cambio climático. Los datos varían, son controvertidos y están posiblemente distorsionados. Por ejemplo, en ciertos lugares hay una tendencia a presentar las actividades ganaderas súper industrializadas de Estados Unidos o de Europa Occidental, como más “climáticamente amigables” que los sistemas de pastoreo sustentable en India o Níger. Esto es, porque agencias como FAO tienden a usar el estrecho punto de vista de la “eficiencia” para hacer las comparaciones y no consideran la contribución positiva para el clima proveniente de los sistemas de pastoreo sustentable de Asia o África. Incluso el IPCC, el cual produce la mayor parte de la “ciencia” en la que las personas se basan para juzgar y actuar sobre el cambio climático, se equivoca a veces. En consecuencia, no hay razones para tener dudas acerca de que criar o capturar animales para la alimentación es una de las mayores causas del cambio climático. Algunos antecedentes importantes que conviene considerar: * De acuerdo a un estudio de FAO publicado en 2006, frecuentemente citado pero muy criticado, la ganadería es responsable del 18% de todas las emisiones de gases de invernadero. Investigadores del Banco Mundial que escribieron un informe para el Instituto Worldwatch en el año 2009, lo elevaron a un 51%. En el año 2013, FAO redujo esta cifra a 15%. De cualquier forma, es alto —más que todas las formas de transporte (aviones, autos, barcos) en conjunto. * Dos tercios (65%) de las emisiones de la ganadería vienen de la producción de carne (35%) y de lácteos (30%), según informó FAO en el año 2013 La producción lechera es responsable del 4% de todas las emisiones globales de gases de invernadero. * Un cuarto de la superficie de tierras del mundo es utilizada para pastoreo y cerca de la mitad de todos los cultivos que se producen (40%) —los que también producen gases de invernadero— son para alimentar el ganado. * El ganado contribuye al cambio climático, no tanto en términos de carbono, sino en términos de metano (proveniente de los sistemas digestivos de los rumiantes, equivalente a 47% de sus emisiones) y de óxido nitroso (proveniente de los fertilizantes usados para producir su alimento y de su estiércol y orina, que equivale al 24% de las emisiones de la ganadería). El metano y el óxido nitroso son mucho más peligrosos para nuestro clima que el dióxido de carbono. De hecho, datos recientes de la Universidad de Minnesota, Yale y el USDA, sugieren que el IPCC ha estado subestimando las emisiones de óxido nitroso proveniente de la producción industrial de cultivos —la mayor parte para producir alimento animal— en alrededor de un 40%.