Editorial
El informe de la ONU sobre el estado de la seguridad alimentaria y la nutrición señala que más de 700 millones de personas pasaron hambre en 2024, es decir, una de cada once personas en el planeta. La ONU afirma que miles de millones más no pudieron acceder a alimentos adecuados, y la cifra no ha disminuido desde la pandemia del COVID-19. Todo indica que se trata de un problema de precios y acceso a los alimentos, y no de una escasez de alimentos a nivel mundial.
Al mismo tiempo, en 2024 estallaron grandes protestas campesinas en al menos 65 países. El campesinado de todo el mundo ha estado sufriendo los altos costos de producción y los bajos precios de sus productos.
Tanto la gente que produce alimentos como aquella que la consume sufre en un contexto donde los precios globales de estos alcanzan niveles récord. No obstante, para las corporaciones que controlan la cadena de distribución de alimentos desde el campo hasta la mesa, este ha sido un período de ganancias extraordinarias. Una combinación de poder monopólico y actividad no regulada en los mercados financieros permite que comerciantes de productos agrícolas, grandes empresas agroindustriales, compañías de alimentos y cadenas de supermercados obtengan enormes ganancias a cuando los precios de los alimentos se disparan.
Está claro que la soberanía alimentaria no tiene que ver únicamente con la producción de alimentos; es decir, quién produce los alimentos y cómo. Se trata de tener acceso a alimentos asequibles, nutritivos y culturalmente apropiados, por lo que no podemos hablar de soberanía alimentaria sin hablar de distribución de alimentos (sobre quién distribuye los alimentos y cómo).
El gran culpable de los altos precios actuales de los alimentos para las consumidoras y los consumidores y de los bajos precios para el campesinado, es el poder corporativo. Se necesitan acciones urgentes para desmantelar el poder corporativo y pasar a sistemas alimentarios más localizados, basados en una producción de alimentos diversificada, que satisfaga las necesidades alimentarias de la población. Y esto requiere construir y fortalecer vínculos entre quienes producen alimentos a pequeña escala y la venta ambulante y en los mercados.
Como se mencionó en la última edición, estamos ampliando el alcance geográfico de este boletín trimestral y abriéndolo a una colaboración tripartita entre GRAIN, FIAN y StreetNet International. FIAN Internacional ha estado trabajando durante casi cuatro décadas junto a comunidades y movimientos de base, apoyando sus luchas contra las violaciones del derecho a una alimentación y nutrición adecuadas en todo el mundo y abogando por políticas que promuevan prácticas y condiciones justas, saludables y sostenibles para todas las personas involucradas en el sistema alimentario. StreetNet es una alianza global de personas vendedoras ambulantes y de mercados. Está compuesta por sindicatos, asociaciones y cooperativas.
Como alianza mundial del trabajo informal de bajos ingresos con más de 900 mil personas vendedoras ambulantes y de mercados en todo el mundo, StreetNet sabe lo importante que es tener acceso a alimentos asequibles. En la mayor parte del mundo, son personas vendedoras ambulantes y de mercados quienes llegan a las comunidades con frutas y verduras locales nutritivas, y también comidas cocinadas a precios bajos y se relacionan con el pequeño campesinado para distribuir sus productos.
Durante cientos, si no miles, de años, personas vendedoras ambulantes y de mercados han formado parte del paisaje urbano como mano de obra esencial y partes integrales de la vida citadina, además de conectar a las comunidades rurales y urbanas. Sin embargo, el papel clave que desempeñan en la distribución de alimentos a menudo se pasa por alto y son expulsadas cada vez más por gobiernos e inmobiliarias porque las ven como molestias y amenazas al orden público y la seguridad. Los mercados tradicionales y de gente campesina suelen ser demolidos para construir en su lugar supermercados de franquicia.
Estas prácticas excluyentes no sólo amenazan los medios de vida de personas vendedoras ambulantes y de mercados, quienes sustentan a familias enteras con su trabajo, sino que también dan lugar a una falta de acceso a alimentos de calidad a precios asequibles para las comunidades. Además, el comercio callejero y en los mercados suele ser una mayor fuente de empleo para mujeres que para hombres. Desde la venta de frutas y verduras hasta la venta de comidas preparadas, estas mujeres proporcionan una fuente de ingresos a sus hogares. Por lo tanto, la lucha por unas condiciones de trabajo decentes para personas vendedoras ambulantes y de mercados no puede disociarse del movimiento mundial por la soberanía alimentaria. Esto forma parte de las acciones necesarias para poner coto al poder de los actores que están amplificando la volatilidad de los precios de los alimentos y de las acciones para aumentar y crear controles públicos sobre los precios de los alimentos y programas que garanticen una distribución justa, equitativa y segura de alimentos nutritivos para todas las personas.
Foto: Vendedores ambulantes vendiendo pescado seco recolectado del lago Tonle Sap en Kampong Chhnang, Camboya
A nivel regional
Un enfoque de abajo hacia arriba dirigido por personas vendedoras ambulantes para la seguridad alimentaria

Según el último informe global de StreetNet, los alimentos y las bebidas se encuentran entre los principales productos vendidos por quienes forman parte de StreetNet. No es de extrañar: basta dar un paseo por cualquier mercado del mundo, tanto en zonas urbanas como rurales, para ver personas vendedoras ambulantes ofreciendo frutas y verduras frescas, carne o pescado, bebidas y jugos frescos, o deliciosas comidas cocinadas. Quienes trabajan en la venta ambulante y en el llamado "sector alimentario informal" (que también incluye a personas pescadoras, agricultoras, agricultores y a la mano de obra agricola) son un pilar esencial del sistema alimentario de muchos países.
Uno de los principales problemas que afectan a las personas vendedoras ambulantes y de mercados en todo el mundo es la percepción (narrada en los principales medios de comunicación) de que son una amenaza para la salud pública. Como consecuencia, son objeto de campañas de acoso oficiales, así como de prácticas de acoso extraoficiales por parte de agentes de la policía u otras autoridades. Si analizamos específicamente a las vendedoras y a los vendedores de alimentos, podemos ver que la narrativa a menudo se centra en la falta de normas de seguridad y salud para los productos que venden. Incluso en algunos artículos académicos los puestos de venta se describen como un riesgo de seguridad.
Sin embargo, existen enfoques comunitarios para la seguridad alimentaria que pueden contrarrestar estas percepciones y que involucran a las personas vendedoras como partes activas e integrales del proceso. Un ejemplo notable proviene de Kenia.
“Recientemente, iniciamos un trabajo con personas vendedoras de alimentos en mercados y asentamientos informales para fortalecer sus prácticas y conocimientos”, relata Anthony Kwache, líder de KENASVIT y miembro del Consejo Internacional de StreetNet. “A finales de octubre y principios de noviembre, facilité una sesión de capacitación sobre marcos legales relacionados con los alimentos y la venta en el mercado de Mukuru, con el apoyo de una organización asociada. Esta capacitación cubrió áreas críticas como la seguridad alimentaria y la gestión de la cadena de suministro en asentamientos informales. Como resultado, las personas vendedoras de alimentos ahora están más conscientes de las leyes y regulaciones relacionadas con la manipulación, el almacenamiento y la seguridad de los alimentos”.
Un aspecto importante para KENASVIT es la experiencia de aprendizaje entre pares: “Organizamos una visita de intercambio entre personas vendedoras de los mercados de Mukuru y Muthurwa, fomentando el aprendizaje entre pares. Creo que cuando las vendedoras y los vendedores reciben información sobre marcos legales y seguridad alimentaria, están mejor preparados para abordar cuestiones como el almacenamiento adecuado y el mantenimiento de un entorno limpio, factores que son esenciales para garantizar la seguridad alimentaria”.
La participación de personas trabajadoras en el proceso de gobernanza alimentaria se considera un elemento esencial para lograr la sostenibilidad de la cadena de suministro y la soberanía alimentaria. Sólo así podremos asegurarnos de que las prácticas y conceptos desarrollados a nivel internacional no se apliquen de forma extractiva y discriminatoria, y sean útiles para mejorar la calidad de vida y las condiciones de trabajo de las personas que producen y distribuyen los alimentos.
Tomado de un artículo más extenso de StreetNet International
Para leer el artículo completo: Un enfoque de abajo hacia arriba dirigido por vendedores ambulantes para la seguridad alimentaria
Foto: Mercado callejero en Durban, Sudáfrica. Por Bobby Marie
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Las mujeres que reparten comida en Asia construyen acciones de apoyo mutuo y solidaridad para superar las dificultades

Los hombres han dominado durante mucho tiempo esta industria de alta intensidad y exigencia física. Pero, debido a la alta demanda de mano de obra, cada vez más mujeres también están siendo empleadas en el reparto de comida. Las motivaciones de las repartidoras de comida son complejas. Muchas de ellas provienen de áreas rurales en busca de un trabajo con horario flexible que pueda adaptarse a las tareas de maternidad. Otras pueden haber sido dueñas o trabajado en pequeños comercios que cerraron debido a la competencia en línea y han recurrido al reparto de comida como una de las pocas fuentes alternativas de ingresos. De hecho, el paisaje cultural de la comida callejera en Asia está siendo reemplazado rápidamente por un número masivo de motos de plataformas de reparto que esperan en calles concurridas y recorren las carreteras, ya sea con sol o con lluvia.
El año pasado, Grab, una multinacional tecnológica de Singapur, lanzó una campaña de contratación en Tailandia dirigida a mujeres conductoras. La iniciativa se está extendiendo por todo el sudeste asiático, abarcando Singapur, Malasia, Indonesia, Filipinas y Vietnam. Desde 2020, el número de mujeres conductoras de Grab en Tailandia ha aumentado en más del 45%. Sin embargo, aunque las empresas cuyas aplicaciones las envían cada día se han enriquecido, el elevado número de repartidoras hace que el trabajo sea más competitivo, duro y precario para las mujeres. Los estereotipos de género también prevalecen en la industria de la entrega. Las trabajadoras de reparto de comida en Tailandia y en otros lugares se enfrentan a salarios más bajos, acoso, acceso inadecuado al baño y dificultad para tomar licencia por cuestiones de salud femenina.
Basadas en algoritmos, las plataformas de reparto suelen ofrecer bonificaciones si quienes reparten completan una determinada cantidad de entregas. Este modelo de trabajo suele plantear desafíos a las repartidoras a tiempo completo que deben contribuir a los objetivos de rendimiento de su equipo. A las repartidoras de alimentos se les suele etiquetar de poseer “pocas habilidades para conducir” y “poco sentido de orientación”, lo que aumenta la posibilidad de que se enfrenten a la hostilidad de sus homólogos masculinos. La presión para actuar de acuerdo con los requisitos algorítmicos también impone riesgos de seguridad vial a repartidoras que buscan atajos o velocidad para completar la mayor cantidad posible de pedidos.
La mayoría de gente que reparte comida son personas empleadas como contratistas independientes con contrato abierto, por lo que normalmente no reciben beneficios básicos ni protección legal y carecen de poder de negociación. Con la excesiva fuerza laboral existente en el sector de la entrega de comida, la tecnología puede exacerbar estos problemas, lo que los hace más vulnerables a la explotación y a condiciones de trabajo precarias. China emplea actualmente a 12 millones de personas repartidoras. En este contexto de intensa competencia, las repartidoras a menudo trabajan más de 10 horas al día, lo que no les deja otra opción que depender de sus familiares para que cuiden de sus hijos.
Las mujeres que lideran los grupos de gente trabajadora independiente en Tailandia están luchando contra esta discriminación y tomando medidas para mejorar las condiciones de trabajo de las mujeres. Las trabajadoras de las plataformas de reparto Fast Moving, Rider Centre y Thonburi Rider Group están activamente haciendo campañas para conseguir salarios justos y mejores condiciones de trabajo para todas las trabajadoras independientes, y para que se las considere iguales a sus homólogos masculinos. En el día a día, las mujeres que trabajan en el sector de repartidoras también encuentran formas de generar apoyo colectivo entre ellas, por ejemplo, activando y utilizando sus redes sociales existentes para romper el aislamiento y compartir experiencias y conocimientos sobre su trabajo.
La abrumadora realidad es que el reparto de comida a domicilio prospera como resultado de la creciente monopolización y fusión de la industria alimentaria y la economía informal. A medida que un número cada vez mayor de repartidoras se abren paso a través del hostil patriarcado de la economía informal, cada vez se unen más en Asia y otras partes del mundo para presionar a favor de regulaciones antidiscriminatorias y una participación equitativa en las plataformas de trabajo informal. Estas trabajadoras están tomando medidas valientes para hacer frente al poder de las corporaciones tecnológicas que tienen un control cada vez mayor sobre nuestros sistemas alimentarios, y deben ser vistas como aliadas en la larga lucha por la soberanía alimentaria.
Foto: Vendedor ambulante de comida. Freepik.
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Apuesta por la banca de alimentos en Colombia

El control corporativo del sistema alimentario mundial genera profundas violaciones de los derechos humanos, en particular del derecho a la alimentación y la nutrición. La concentración de poder en unos pocos grandes conglomerados del sector agrícola, alimentario y tecnológico conduce a un mayor control sobre recursos críticos como la tierra, el agua, las semillas, los fertilizantes y los equipos agrícolas. Estas entidades corporativas priorizan el lucro sobre el bienestar humano, a menudo a expensas de las comunidades marginadas, las personas trabajadoras y el medio ambiente. Al monopolizar cadenas de suministro cada vez más verticales y ejercer una influencia masiva sobre las decisiones políticas, socavan los procesos democráticos y profundizan las desigualdades existentes, obstruyendo el acceso a alimentos nutritivos y asequibles para todas las personas.
Para que las corporaciones puedan seguir expandiéndose, éstas deben mantener un mayor control sobre los sistemas alimentarios. Una forma de lograrlo es a través de organizaciones benéficas de alimentos respaldadas por las corporaciones, a menudo perpetuadas a través del modelo de bancos de alimentos norteamericano. Estas redes, las cuales son vitales durante momentos de crisis, se han convertido en elementos permanentes de la cadena mundial de suministro de alimentos. Si bien brindan ayuda a corto plazo, a menudo dependen del trabajo voluntario y de donaciones caritativas, lo que las hace vulnerables a las perturbaciones.
Los gobiernos y las corporaciones alimentarias han cooptado los bancos de alimentos para abordar las contradicciones de la sobreproducción de alimentos (desperdicio de alimentos) y el subconsumo (hambre) desde un enfoque capitalista. Sin embargo, este enfoque hace poco por abordar las causas principales del hambre y la inseguridad alimentaria, tales como la pobreza, la explotación laboral y la codicia corporativa. Al centrarse en la redistribución del desperdicio de alimentos en lugar de la reforma sistémica del sistema alimentario corporativo, los bancos de alimentos perpetúan una narrativa errónea de que la caridad es la solución al hambre. La caridad alimentaria respaldada por las corporaciones ha creado esencialmente un "mercado" para el desperdicio, convirtiendo el excedente de alimentos en una mercancía para ser redistribuida, en lugar de abordar por qué existe tal excedente en primer lugar.
Las implicaciones de esta situación para los derechos humanos son significativas. En lugar de aplicar políticas que regulen el control corporativo y garanticen un acceso equitativo a los alimentos, los gobiernos han ido desfinanciando cada vez más los programas de apoyo público, permitiendo que los bancos de alimentos respaldados por las corporaciones asuman un papel más importante. Esto no sólo favorece el lavado de imagen corporativa y la promoción de sus productos, sino que también normaliza el desperdicio de alimentos e institucionaliza la inseguridad alimentaria, haciendo que el sistema dependa aún más de la caridad temporal en lugar de propiciar soluciones a largo plazo. Al hacerlo, los intereses corporativos siguen evadiendo la rendición de cuentas, perpetuando un ciclo de inequidad que viola el derecho humano fundamental a la alimentación y la nutrición.
En Colombia, la expansión de la caridad alimentaria respaldada por las corporaciones, influenciada por modelos del Norte Global, ha empeorado la inseguridad alimentaria al desviar la atención de las causas estructurales. El acaparamiento de tierras por parte de industrias como la caña de azúcar, los monocultivos que priorizan las exportaciones y el abandono rural contribuyen a disminuir la producción de alimentos. Los bancos de alimentos, introducidos en Colombia en 1999, distribuyen principalmente productos “alimenticios” ultraprocesados, lo que plantea serias preocupaciones sobre la salud pública. Este modelo depende en gran medida de las donaciones corporativas, lo que refuerza aún más la dependencia de actores poderosos en lugar de abordar las causas del hambre, como la pobreza y la inequidad sobre las tierras.
Un proyecto de ley reciente en Colombia (Proyecto de ley 383) ofrece exenciones fiscales a las empresas que donan a los bancos de alimentos, lo que genera pérdidas fiscales que de otro modo podrían financiar programas de protección social (se estima que ascienden a entre 14 y 17 billones de pesos colombianos anuales, aproximadamente entre 3 mil 380 y 4 mil 110 millones de dólares estadounidenses ). Este enfoque profundiza la dependencia de los donantes corporativos y no apoya los sistemas alimentarios locales sostenibles. Para lograr la soberanía alimentaria, Colombia debe priorizar el fortalecimiento de las comunidades rurales, el apoyo a la producción local de alimentos y la implementación de políticas sociales que aborden las causas subyacentes del hambre, empoderando a las personas para construir sistemas alimentarios equitativos a largo plazo.
Lea el informe completo de FIAN aquí: https://fiancolombia.org/bancos-de-alimentos/
Para más información sobre el impacto de las donaciones de alimentos ultraprocesados en América Latina, ver también: https://ojo-publico.com/5440/two-faces-philanthropy-cost-donations-ultraprocessed
Imagen: OjoPúblico / Claudia Calderón.
Breve informativo
Mostafa Henaway, The Breach
Amazon tiene un mensaje para su ejército de mano de obra precaria en todo el mundo: si se atreven a sindicalizarse, serán castigados. Después de no poder frustrar una histórica campaña de sindicalización en la provincia canadiense de Quebec, Amazon está cerrando todas sus operaciones en la provincia y despidiendo a casi 2 mil trabajadoras y trabajadores.
Las personas comerciantes migrantes desempeñan un papel clave en el turismo sudafricano: es hora de que los políticos los protejan
Las personas vendedoras ambulantes de Sudáfrica, muchas de los cuales son inmigrantes, desempeñan un papel vital en el sector turístico al ofrecer productos asequibles como recuerdos de origen local (por ejemplo, artículos de abalorios, máscaras tradicionales) y generar empleo. A pesar de atraer a millones de turistas internacionales y contribuir significativamente al PIB, esta gente comerciante opera en la economía informal y se enfrenta a desafíos como la falta de reconocimiento formal, recursos limitados y el hecho de que sea ignorada por los políticos.
More Perfect Union
La gente trabajadora de Whole Foods dice que es vigilada, rastreada minuto a minuto y que tienen que trabajar en dos empleos para sobrevivir. Amazon compró la cadena de supermercados en 2017. Ahora es como "andar en el cadáver de lo que solía ser". Por eso, las trabajadoras y los trabajadores se están organizando para formar el primer sindicato de Whole Foods y están luchando contra el gigante multimillonario.
Daily Maverick
Un nuevo estudio sobre alimentos empacados en los supermercados sudafricanos revela que el 80% de ellos necesitaría etiquetas de advertencia en virtud de las nuevas regulaciones propuestas debido a los altos niveles de azúcar, sodio o grasas saturadas, conocidos como productos ultraprocesados. "Nuestro suministro de alimentos empaquetados es tan poco saludable que la mayoría de los alimentos que se venden actualmente llevarían una etiqueta de advertencia, y eso no cambiará a menos que los productores de alimentos tengan una razón para fabricar productos más saludables", dijo una de las autoras del estudio, Safura Abdool Karim.
Reuters
La empresa brasileña de finanzas digitales Nubank firma un acuerdo con Oxxo para que más de 9 millones de clientes de Nu México tengan acceso a la red de más de 22 mil tiendas Oxxo. El minorista también acepta remesas de Western Union y retiros de efectivo del Banco Inbursa, perteneciente al hombre más rico de América Latina, Carlos Slim.