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Trigo HB4: nuevo transgénico, nuevo veneno

by Acción por la Biodiversidad | 1 Sep 2022

La aprobación para su siembra del trigo transgénico HB4 en Argentina es un nuevo riesgo para la salud y la alimentación de las personas, debido a su resistencia al herbicida glufosinato de amonio, más tóxico aun que el glifosato.

La resolución 27/2022, firmada el 12 de mayo pasado por Luis Contigiani, Secretario de Alimentos, Bioeconomía y Desarrollo Regional de la Nación, habilitó la producción y comercialización del trigo IND- ØØ412-7, más conocido como trigo HB4, por el nombre de la tecnología con que fue desarrollado. Esta reciente aprobación culminó un proceso de varios años de lobby empresarial, desde que en octubre de 2015 el evento transgénico obtuviera el visto bueno por parte de la Comisión Nacional de Biotecnología Agropecuaria (CONABIA), un organismo dependiente del Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca de la República Argentina.

Este nuevo evento transgénico es un desarrollo conjunto de la transnacional semillera Bioceres, la Universidad Nacional del Litoral y el Conicet, una investigación que lideró la bioquímica argentina Raquel Chan. En 2020, mediante la Resolución 41, se aprobó el primer cultivo comercial de trigo transgénico, pero sujeto a la decisión final de Brasil, principal comprador del trigo argentino. Con la confirmación de la Comisión Técnica de Bioseguridad de Brasil (CTNbio) de comprar la harina proveniente de esta semilla modificada genéticamente, en noviembre de 2021, el decreto firmado hace 3 semanas complementó la autorización para la siembra del trigo HB4.

La noticia tuvo un amplio repudio por varios sectores de la sociedad argentina. La resistencia de este trigo transgénico al herbicida glufosinato de amonio, más nocivo aún para la salud de las personas que el conocido glifosato, fue la principal causa de su rechazo por parte de movimientos campesinos, productoras y productores agroecológicos, integrantes del sector académico, la sociedad civil y representantes de la ciencia críticxs al modelo de producción imperante.

Tal fue la presión que el 1 de julio de este año el juez Néstor Salas, del Juzgado de Responsabilidad Penal Juvenil 2 de Mar del Plata, firmó un fallo dando lugar a una medida cautelar presentada por 37 personas de diversas organizaciones y localidades bonaerenses, lo que significó la prohibición temporal del trigo HB4 en la provincia de Buenos Aires, hasta tanto la Comisión de Biotecnología no se constituya y analice los riesgos que acarrea la aprobación de este nuevo evento transgénico, según establece la ley 12.822.

Los motivos del rechazo. Militantes de organizaciones sociales y ambientalistas, movimientos campesinos, integrantes de la academia y especialistas en salud se oponen al trigo HB4, principalmente, por los efectos nocivos que tendría en la salud humana y en el medio ambiente el uso masivo del glufosinato de amonio. Fernando Frank, ingeniero agrónomo y autor del informe El pan en mano de las corporaciones, desarrolló para la agencia de noticias Biodiversidadla las consecuencias negativas de la aplicación de este herbicida: “El uso del glufosinato de amonio tiene consecuencias directas por los residuos que quedan en los granos y, por lo tanto, en las harinas y en los alimentos. Los efectos negativos sobre la salud que este agrotóxico provoca están vinculados a la genotoxicidad.

Pero el avance de esta tecnología no es sólo negativo en términos de salud. La luz verde al cultivo de trigo transgénico implica una profundización del modelo actual del agronegocio, agotado por los efectos ambientales destructivos que generan las deforestaciones y los monocultivos en todo el mundo, y la cada vez mayor concentración de la riqueza. Como se explica en el Atlas del agronegocio transgénico en el Cono Sur, elaborado por Acción por la Biodiversidad, 75% de la tierra productiva está destinada a la agricultura industrial y apenas un puñado de empresas (BASF, DuPont, Monsanto y Syngenta) maneja el mercado mundial de semillas y agrotóxicos.

En nuestro país, la soja y el maíz transgénico ocupan más del 60% de la superficie agrícola argentina. Según explica Tamara Perelmuter, licenciada en Ciencia Política, doctora en Ciencias Sociales por la UBA e investigadora del Instituto de Estudios de América Latina y el Caribe (IEALC), “en Argentina hay muchos eventos aprobados, sobre todo de soja, maíz y algodón. Es el tercer país, después de Estados Unidos y Brasil, con mayor superficie cultivada y con mayor cantidad de semillas transgénicas producidas, en lo que hemos denominado una ‘biohegemonía’. Esto va más allá del signo político del gobierno de turno”.

El caso del trigo presenta, además, una característica fundamental: es un alimento emblemático de la dieta argentina. Se calcula que se consumen, en promedio, más de 85 kilogramos por persona al año, mucho más que en la mayoría de los países del mundo, y el país se encuentra dentro de los primeros cinco con valores más altos de trigo destinado al consumo humano.

La aprobación del trigo HB4 supone, también, un gran peligro de contaminación para variedades de trigo no transgénico. Perelmuter puntualizó que “el flujo de genes entre el trigo HB4 y otras variedades que no son transgénicas puede ocurrir en un alta probabilidad, y esta contaminación se puede dar básicamente por dos formas. Por un lado, a través del polen, que por el viento puede llegar a viajar varios metros y, por otro lado, mediante la mezcla de semillas, que puede ocurrir en distintas etapas de la cadena de producción: en la cosecha, en el transporte, en el procesamiento, el almacenamiento, la industrialización, el empaquetado, incluso al momento de la siembra”. Esto, sumado a la dependencia cada vez mayor del uso de agrotóxicos, “implica un alto riesgo para la biodiversidad y para la autonomía de los y las productoras, que cada vez se vuelven más dependientes de las empresas. Sobre todo, es una traba a la posibilidad de modelos alternativos”, concluyó la investigadora.

Tan amplio es el rechazo que generó en la sociedad argentina que hasta entidades agrarias como la Bolsa de Cereales de Bahía Blanca y la Asociación Argentina de Protección de las Obtenciones Vegetales (ArPOV) manifestaron su preocupación. Incluso la Mesa de Enlace, una organización vinculada a la oligarquía terrateniente integrada por la Sociedad Rural Argentina (SRA), Confederaciones Rurales (CRA), la Federación Agraria y Coninagro, expresó su temor a la aprobación del trigo HB4 a través de Nicolás Pino, presidente de la SRA. Por supuesto, sus motivaciones son bastantes diferentes: les preocupa que haya problemas para la colocación del trigo transgénico y sus derivados en el mercado mundial, debido a las leyes de bioseguridad de otros países que etiquetan los productos elaborados con cultivos transgénicos, lo que reduce su venta. Sin embargo, hay que destacar que Australia y Nueva Zelanda ya dieron el visto bueno para el trigo HB4, sumado a la aprobación por parte de China de la soja HB4.

Una salida agroecológica a las crisis. Para Fernando Frank, “la salida es escuchar a quienes están resistiendo al avance de los agronegocios en Argentina y están motorizando propuestas enmarcadas en la soberanía alimentaria y en la agroecología, en la diversidad de cultivos y en la producción local de alimentos. Y muy claramente desde la vinculación de la clase trabajadora produciendo, con la clase trabajadora consumiendo, sin intermediarios”.

Un modelo que esté en línea con el “paradigma de los cuidados”, como explicó Frank, “es decir, entender el cuidado como guía en el plano de las ideas y de las palabras. Defender los territorios, la vida, la salud y la buena alimentación”


Author: Acción por la Biodiversidad