https://grain.org/e/6611

Editorial Biodiversidad 107

by Alianza Biodiversidad | 3 Feb 2021
Resistencia Guahory, El Chaco, Paraguay. Foto: Luis Vera


Qué época tan oscura nos está tocando vivir. Los contornos del mundo, los tiempos de los acontecimientos más microscópicos y cotidianos, pero también el ciclo de la vida como va transcurriendo en la repetición de las rutinas cotidianas y el arco cada vez más amplio de la pandemia que agarró a las colectividades por el cuello, se trastocaron, se van extremando, perdieron sentido o reconfiguran nuestro entendimiento.

Para mucha gente la tristeza, la desazón, el desconsuelo, la angustia y la pérdida de horizonte adquirieron carácter de intimidad, de nuestra moneda de cambio: aquello que nos brindamos mutuamente para estar, o para negar lo que se vive.

No es así para todo mundo. Aunque entre la gente que disfruta los privilegios de quedarse en casa haya quien casi no se entera de lo que ocurre —y para quienes confrontan y arriesgan la calle debido a sus quehaceres todo se estremezca con algún contacto fuera de rango, con algún encuentro fortuito—, hay también quienes en la organización y el cuidado van reconstruyendo relaciones que se habían olvidado, establecen previsiones mutuas y responsabilidades compartidas para proteger la vida y reconsiderar los caminos. Plenamente conscientes de que el futuro tiene que ser diferente y que no hay vuelta atrás si queremos romper con las causas de esta condición de marasmo que parece instalarse.

En la Alianza Biodiversidad tenemos la fortuna de contar con personas con quienes tejemos esta relación de amistad y cariño, de compromiso y responsabilidad, de argumentación y tejido de vínculos. Es un tejido de tejidos. Y todas estas tramas van muy al fondo de cada país latinoamericano (de los tantos que son hogar de nuestras organizaciones). Van muy a la profundidad y raigambre de las regiones y los rincones de nuestra América. Desde ahí, en la Alianza nos conectamos con infinidad de movimientos, organizaciones, organismos de la sociedad civil, grupos y colectivos, pero también con comunidades en lo más abajo del abajo que, desde su chacra o su milpa, su huerta o su parcela, están viendo el mundo entero. Por la pura entereza de saber dónde estamos paradas, parados, y desde dónde miramos. Y desde ese abajo entendemos qué es lo que nos tiene destinado el capitalismo en su implacable lógica de lucrar y reproducir lo que lucra con más despojo, con más devastación.

No por nada desde la retórica de las luchas por el proletariado siempre se identificó a los patrones con vampiros o con sanguijuelas que chupaban la sangre de sus víctimas para crecer y crecer sin mesura.

Desde todos esos rincones, la Alianza Biodiversidad quiso tejer un número de Biodiversidad, sustento y culturas, éste que tienen en sus manos, para dar cuenta de alguno de los procesos que cada uno de los colectivos u organizaciones fue decantando durante este año de pandemia, desde su particular punto de mira. Son las propias e irrepetibles condiciones desde las que miramos el mundo e interactuamos, buscando darle sentido a lo que vivimos: buscando darle perspectiva histórica, documentación propia y una sistematización de lo que nos ocurre y se vislumbra posible en el futuro inmediato, por lo menos.

Hay quienes recuperaron su trabajo de reconstitución de sujetos, a través de documentar el florecimiento de procesos de agroecología, y el entendimiento de las raíces campesinas de esa agroecología, desde la agricultura ancestral hasta nuestras ciencias de complejidad. También buscamos documentar los esfuerzos por seguir frenando las semillas y los cultivos genéticamente modificados, incluso en el nivel nacional, mediante ordenamientos y regulaciones reales, como en Colombia.

Es muy importante el esfuerzo por recuperar el trabajo emprendido durante veinte años de existencia de Biodiversidad en América Latina y el Caribe, cuando comenzó su labor de documentación y sistematización de información surgida por abajo y de muchas fuentes documentales, y su labor de vinculación y educación popular en que se han empeñado con gran cariño y vasta lucidez. Éste es trabajo desarrollado desde Argentina para el mundo. En este número celebramos el advenimiento de este espacio de confluencia que sin dudarlo ha sido uno de los asideros que han mantenido vinculada y atenta, entusiasmada, a nuestra Alianza.

Desde México, se ahonda en la investigación sobre lo que significa el gigante agroindustrial: esa entelequia que busca promover al sistema agroalimentario industrial como si fuera la solución a todas las carencias, cuando que en los hechos no sólo es promotor de injusticias y explotaciones laborales, destructor de ecosistemas, deforestador en extremo, acaparador de tierras y provocador de calentamiento global. Hoy entendemos que incluso tiene responsabilidad en el surgimiento de enfermedades pandémicas.

Pero en Paraguay también continúa un modelo así, por naturaleza extractivista pues agota el suelo, el agua, el aire, y las vidas humanas. Rompe las relaciones entre las sociedades humanas y su entorno de subsistencia, su entorno de reproducción y como tal de su salud y de su plenitud: eso que hoy llamamos territorio.

La CLOC nos llama la atención de nuevo hacia la criminalización de quienes defienden esos territorios, esa relación con la naturaleza y la vida en busca de la autonomía, ya tan anhelada. Y es en este caso, de nuevo Colombia, aunque ocurren persecuciones en todo el continente.

En Costa Rica, la Red de Coordinación en Biodiversidad hace un recuento de todos sus años de existencia y renueva sus compromisos con las luchas y con la fuerza de nuestros argumentos compartidos.

La Anafae, de Honduras, atisba resistencias poco contempladas como las de los pescadores y pescadoras artesanales contra las concesiones de petróleo y gas en todo el litoral atlántico hondureño, desde cabo Gracias a Dios en la frontera con Nicaragua, hasta el Golfo de Honduras.

La mirada ecuatoriana nos recuerda la pertinencia de incluir a la naturaleza reconociéndole derechos propios, y cómo eso refuerza los procesos de autonomía de los pueblos en su relación territorial siempre y cuando cuiden esos territorios.

Desde Brasil cunde también la alarma del brutal acaparamiento agrario, de los artilugios legales para apoderarse de más y más tierras, y cómo ese acaparamiento trae aparejado mayor despojo y mayor devastación.

Terminamos nuestro número con un relato no tan imaginario, donde la enredadera digital crece, se reproduce engatusando aquí y allá para someter con su dependencia a campesinas y campesinos en la idea de un manejo automatizado de la agricultura.

Recuentos de todos los rincones, celebramos nuestra Biodiversidad 107 con una América Latina vista desde nuestras luces y nuestras sombras.

Biodiversidad

Author: Alianza Biodiversidad