La fumigación indiscriminada de animales de granja con antibióticos crea resistencia en los microbios, pero los herbicidas y los fungicidas también tienen la culpa. Foto: Getty Images/branespraying
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En los últimos meses hemos sido invadidos con nuevas y alarmantes evidencias sobre cómo nuestra sociedad industrial está ocasionando estragos sobre otras especies y el resto del ambiente natural. No pasa una semana sin que se conozcan nuevas noticias que resaltan que la crisis climática inducida por humanos se profundiza mucho más rápido de lo que los científicos predijeron apenas hace uno o dos años. En abril de este año, un equipo de científicos publicó un estudio señalando que 40% de las especies de insectos están disminuyendo su población y podrían extinguirse en las próximas décadas con consecuencias catastróficas para los ecosistemas naturales a los que pertenecen y para los cultivos alimentarios que polinizan. Ligado a ello, la población de aves en Francia ha disminuido en un tercio en la pasada década y media. Recientemente, un estudio a nivel mundial con respaldo de la ONU, realizado por 145 expertos de 50 países, concluyó que estamos orillando a la extinción de un millón de especies vegetales y animales —lo que significa una de cada ocho especies existentes hoy— y que este proceso también se acelera.
En medio de toda esta destrucción, poco se sabe sobre lo que ocurre con los microrganismos y el papel que juegan en el mantenimiento y balance ecosistémico. Se dice que tal vez estén defendiéndose de un modo que puede tener desastrosas consecuencias para la humanidad. En abril se presentó un informe ante el Secretario General de la ONU, llamando la atención sobre la creciente crisis que involucra nuevos “supermicrobios” que están desarrollando resistencia a medicinas de uso común. El riesgo de muerte derivada de enfermedades comunes que actualmente se consideran de fácil tratamiento se vuelve una amenaza real en la medida en que medicinas como los antibióticos simplemente dejan de ser efectivas debido a que los microbios se hicieron resistentes a ellos. Hoy unas 700 mil personas mueren al año debido a la resistencia a los antimicrobianos y, el informe advierte que para el 2050, podrían llegar a morir anualmente más de 10 millones de personas por esta causa, cifra que es mayor que la mortalidad actual por cáncer.
Hace ya muchos años que el desarrollo de resistencia a los antimicrobianos comúnmente usados en medicina preocupa a científicos y a diseñadores de políticas públicas. La demanda de fármacos antimicrobianos está en aumento y a la vez aumentan los supermicrobios resistentes a éstos. En 2017, el mercado mundial de antibióticos llegó a unos 42 mil millones de dólares y se supone que alcanzará los 50 mil millones de dólares hacia 2025. Estados Unidos es un consumidor clave que representa más de una quinta parte del mercado mundial pero, según un estudio de 2017, en ese país una de cada tres prescripciones de antibióticos a personas son innecesarias. Un análisis realizado por la OCDE muestra que el uso inapropiado de antimicrobianos en salud humana llega a más de 50% de su consumo total. Para empeorar la situación, casi no hay procesos de desarrollo de nuevos tipos de antibióticos ya que las empresas farmacéuticas aleganque la inversión no reditúa. Algunos describen esta situación como un “tsunami silencioso” en espera de más y más personas expuestas a enfermedades que no se pueden curar.
Ganadería industrial.
El principal agente detrás del aumento en el uso de antibióticos no son los humanos, sino los animales criados para la alimentación en granjas industriales. Actualmente, en la Unión Europea, más de 75% de todos los antibióticos son utilizados en la agricultura, en tanto que la proyección para los países del grupo BRICS es que experimentarán un aumento de 99% en el consumo de antimicrobianos para 2030, debido sobre todo a la expansión de la crianza industrial de ganado. Se proyecta un aumento del consumo total de antibióticos en la producción de alimentos de origen animal de casi 70%, entre 2010 y 2030.
Esta escalada es causada principalmente por la crianza industrial de animales que utiliza grandes cantidades de antibióticos para promover el crecimiento y prevenir enfermedades en animales sanos. El uso de antibióticos en ganado industrial para promover crecimiento empezó a ser prohibido desde la década de 1990 en Europa y, en Estados Unidos apenas en 2017. No obstante, en muchos otros países ésta es una práctica común y en aumento. Además, su uso no terapéutico en animales sanos, desde su nacimiento hasta su sacrificio, sobre todo en aves de corral y porcinos, aumenta en todas partes. Esta práctica se termina siendo necesaria debido a las extremas condiciones de hacinamiento de estos animales en la crianza industrial, que no permiten diagnosticar y atender a los animales individualmente. Las condiciones de hacinamiento también son el perfecto caldo de cultivo para que las bacterias desarrollen resistencia. En la acuicultura industrial, donde los antibióticos se utilizan desde el estado de huevo hasta el adulto, la situación es similar o peor.
Los antibióticos no son digeridos y procesados en su totalidad en el intestino de los animales, lo que acarrea una situación donde más de 90% de los antibióticos ingeridos son excretados por la orina y heces que a menudo son usadas como fertilizantes de cultivos, contaminando así suelos y aguas subterráneas. Las bacterias resistentes a las drogas también pueden infectar a los humanos a través del contacto directo con animales y a través del consumo de carne y productos lácteos que contengan estas bacterias resistentes. Los humanos y los animales de granja comparten muchos microbios en sus sistemas y también están expuestos a antibióticos semejantes. La OCDE nos recuerda que, de las 27 clases de antibióticos disponibles actualmente, sólo siete de ellos son de uso exclusivo en agricultura; el resto son usados también en salud humana. Sin nuevos desarrollos de antibióticos en los últimos cuarenta años, la crianza industrial y su uso masivo de antibióticos es una gran amenaza para los antibióticos que usan los humanos, en la medida que contribuyen a desarrollar resistencia a los antibióticos en todas partes.
Los fungicidas también…
El problema va más allá del uso indiscriminado de antibióticos en la ganadería industrial. En abril de este año, el New York Times publicó un perturbador artículo acerca de un hombre de la ciudad que murió a causa de un germen tan agresivo como misterioso, recientemente descubierto. El germen, un hongo llamado Candida auris se está expandiendo silenciosamente por todo el planeta atacando a personas con sistema inmunológico debilitado. El hombre murió después de 90 días hospitalizado, pero C. auris siguió viva. Los exámenes mostraron que se encontraba en todas partes de su sala de hospitalización, “tan invasiva que el hospital requirió un equipo de limpieza especial y debió arrancar parte del techo y azulejos del suelo para erradicarla”. El hongo, que fue descubierto primero en Japón, en 2009, es resistente a todos los principales tratamientos antifúngicos disponibles y se ha extendido por todo el mundo. Casi la mitad de las personas que lo contraen mueren dentro de los tres meses.
El artículo del NYT estableció una relación probable entre la aparición de este hongo mortal y el uso de un tipo de fungicida agrícola: triazoles, el mismo químico usado para tratar enfermedades fúngicas en humanos. A nivel mundial, los triazoles se han convertido en el fungicida más usado en agricultura, siendo asperjado sobre cualquier planta, desde begonias, frijoles y hasta bananas. Sin embargo, su amplio uso en agricultura está probablemente conectado a la resistencia a medicamentos que muestran los hongos patógenos humanos. Aunque la relación con la resistencia de C. auris es aún especulativa, hay otro caso muy bien documentado y se trata de un hongo que afecta tanto a humanos como a cultivos: Aspergillus fumigatus. Este hongo que en humanos puede causar infecciones fatales en pacientes con bajas defensas, ha desarrollado resistencia a los triazoles. Un equipo de investigadores holandeses descubrió que esta resistencia se ha desarrollado dentro de la industria agrícola holandesa que asperja triazoles en sus campos, en forma rutinaria e intensiva. Se encontró que 30% del Aspergillus presente en muestras de suelo era resistente al fungicida, la misma resistencia que la encontrada en medicina humana.
…Y los matamalezas.
Otra amenaza que socava nuestra capacidad de combatir enfermedades mortales en humanos viene de un culpable inesperado: los herbicidas. Herbicidas como Roundup y Camba son usados en todo el mundo para matar malezas. Los volúmenes utilizados han aumentado sustantivamente durante las últimas décadas en tanto las empresas agroquímicas modificaron genéticamente cultivos para hacerlos más tolerantes a ellos, permitiendo que los agricultores apliquen tanto herbicida como deseen sin “dañar” los cultivos. En la actualidad, un equipo de investigadores neozelandeses descubrió que estos matamalezas afectan también a las bacterias. Su estudio, publicado en octubre de 2018, muestra que las bacterias expuestas simultáneamente a herbicidas y antibióticos, pueden originar mutantes con mayores niveles de resistencia. Los investigadores señalan que “en algunos casos, la resistencia se desarrolló 10 mil veces más rápido”. Aún no está claro cómo y por qué sucede este fenómeno. Lo que está claro es que, en entornos agrícolas industriales, los residuos de antibióticos y herbicidas están destinados a mezclarse con mucha frecuencia.
Jack Heinemann, uno de los autores del estudio, recomienda que los “países que produzcan cultivos genéticamente modificados en gran escala, incluyan en sus evaluaciones estos efectos no anticipados”. Hablando sobre combinaciones herbicida-antibiótico añade: “tales combinaciones pueden ser como tratar de apagar el incendio de la resistencia a los antibióticos con gasolina”.
El uso indiscriminado de antibióticos en animales sanos en la cría industrial y el uso intensivo de fungicidas y herbicidas en la agricultura industrial contribuyen al debilitamiento de las medicinas que salvan vidas humanas. Las agencias gubernamentales e intergubernamentales han creado grupos de trabajo y manuales para lidiar con el crecimiento de esta resistencia a los antimicrobianos. Sin embargo, ninguno parece querer enfrentar una de las raíces del problema. ¿Acaso no hay suficiente evidencia de que éste es el momento abandonar la producción animal industrial y la agricultura de plantación y enfocarnos en la agroecología y la soberanía alimentaria? Esto podría ayudar, también, a eliminar una de las causas claves tras del colapso de las poblaciones de especies por todo el mundo, como también uno de los mayores culpables detrás de la crisis climática.