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CLOC: fuego, luz, acción de la Vía Campesina en Latinoamérica

by Biodiversidad | 30 Apr 2019
Inauguración de cursos en el IALA, en la orilla de Auquinco, Chile..

La Coordinadora Latinoamericana de Organizaciones del Campo (CLOC) se constituyó formalmente en febrero 1994, en Lima, Perú, durante un congreso que juntó a “unas 84 organizaciones de 18 países de América Latina y el Caribe”. 

En el documento de su fundación, CLOC enfatizó que, si bien nacía ese año, “su caminata arrancó años atrás bajo el impulso de organizaciones no afiliadas internacionalmente que habían coincidido en la necesidad de articular un espacio propio y autónomo. Pero, con la particularidad de que ese impulso fue potenciado por la realización de la Campaña Continental 500 Años de Resistencia Campesina, Indígena, Negra y Popular (1989-1992), convocada por organizaciones campesino-indígenas de la Región Andina y el Movimiento Sin Tierra (MST) del Brasil, que en un momento gravemente adverso para las organizaciones populares no sólo permitió abrir una trinchera de resistencia, sino que además terminó siendo un laboratorio para la formulación de planteamientos políticos y organizativos de cara a los nuevos tiempos”.

Su aparición no sólo “consiguió anular el carácter festivo que el gobierno de España y sus pares del continente querían darle al V Centenario, sino que fue un crisol para el surgimiento de coordinaciones y articulaciones sectoriales”.1

Años después, Francisca Rodríguez, integrante y dirigente de Anamuri (la Asociación nacional de Mujeres Rurales Indígenas), de Chile, recordaría en entrevista cómo fue ese surgimiento: 

Aparecimos en el 89. Quisimos generar una acción frente a la campaña que celebraba el descubrimiento de América. Dijimos “acá no hay nada que celebrar y sí hay mucho por descubrir de nosotros mismos”. Era un momento muy difícil: había caído el socialismo, la revolución de Nicaragua estaba fuertemente afectada y en Sudamérica quedaban dictaduras militares. La caída del socialismo nos impactó fuerte, parecía que el mundo se nos acababa, que hasta ahí había llegado nuestro proceso. Pero nos planteamos el reto: “vamos a hacer cinco años de campaña, pero de autodescubrimiento desde nuestras resistencias”. Después, el reencuentro entre organizaciones indígenas campesinas, afrodescendientes abrió un puente con el mundo popular que fue un hito que marca el desarrollo y mirada nueva del movimiento campesino. 

Así generamos el espacio para la Vía Campesina, que salió a caminar desde América para convertirse en una organización mundial, uno de los mayores referentes de las luchas contra el sistema. Se planteó ser una ruta, por eso es la vía y no una asociación ni la unión de campesinos a nivel mundial y es un reto que seamos capaces de crear una vía alternativa desde el mundo campesino frente al sistema neoliberal.

Recogimos experiencias históricas que venían del mundo sindical. Había un proceso emergente como en Brasil con el Movimiento de los Sin Tierra (MST) o las organizaciones de mujeres de varios países como la República Dominicana, o la Bartolina Sisa en Bolivia. Con ellos generamos una nueva dinámica organizacional y dimos vida a lo que es hoy la CLOC. 2

Si el primer Congreso se planteó la consigna “Unidos en la defensa de la vida, la tierra, el trabajo y la producción, en un momento emblemático para los movimientos populares de la región “por los signos de reactivación de las luchas sociales”, sobre todo en el campo, contra las políticas neoliberales. Ocurría el levantamiento zapatista en Chiapas, México, y luego un segundo levantamiento indígena en Ecuador, marchas de los cocaleros en Bolivia, movilizaciones por reforma agraria en Paraguay, Guatemala y Brasil.

Con esta experiencia de articulación la CLOC “adoptó un esquema organizativo descentralizado donde las coordinaciones nacionales se articulan regionalmente (Norteamérica, Centroamérica, Caribe, Región Andina y Cono Sur), teniendo como instancia de enlace (no de dirección) a una secretaría operativa”. Esto implicó reconocer y respetar la autonomía de las organizaciones y las y los participantes enfatizando que “nadie puede hablar a nombre de nadie, sino desde sus propias luchas”, y buscar “consensos como norma para la toma de decisiones”, como es crucial en las comunidades originarias sabedoras de la importancia de comentar, argumentar, discutir, cotejar, cuestionar y respetar la palabra de las otras, de los otros. 

El tercer Congreso en México, recuerda Franciasca Rodríguez, resolvió algo que sería decisivo: “construir un proyecto político popular y, desde la segunda asamblea de mujeres, la Campaña de las Semillas como propuesta a la Vía Campesina”. Y así dijo la asamblea de mujeres: “Nosotras, guardadoras ancestrales de las semillas, declaramos que éstas son patrimonio de nuestras comunidades, de nuestros pueblos, y de toda la humanidad”.

Desde la preparación del quinto Congreso, la CLOC insistió en que aunque “algunos gobiernos populares han logrado avances políticos junto a las organizaciones campesinas, indígenas y afrodescendientes, siguen aumentando en América Latina y en el mundo las desastrosas acciones capitalistas a través de la violencia, del saqueo imperialista y del incremento de los transgénicos”. Y convocaba a movimientos, comunidades, organizaciones y personas a reunirse y “fortalecer la participación”, a profundizar “la formación socio-política de dirigentes y militantes con plena inclusión de las mujeres y jóvenes, garantía de nuestro presente y futuro de lucha”, estableciendo alianzas con las cuales arropar a trabajadoras y trabajadores del campo y la ciudad que eran “impactados fuertemente por el modelo impuesto”. Esto implicaba “fortalecer los movimientos sociales del continente, derrotar a las transnacionales y a la Organización Mundial de Comercio (OMC) y proseguir con la campaña contra todo tipo de violencia a las mujeres en el campo”.

En ese momento, la CLOC se echaba a cuestas la tarea de “establecer canales internos de interlocución” y buscar consensos, en un contexto de fragmentación continental donde no existía una relación directa entre organizaciones, donde cada una respondía a diversificadas y específicas realidades imperantes, pero también a sus modos y tradiciones particulares de lucha, con sus estilos, sus obstáculos y metodologías propias. 

Como resultado del V Congreso surgieron varios pronunciamientos, pero su mirada sobre la solidaridad con los pueblos y sus luchas esclarece sin duda el papel que debe jugar una plataforma organizativa de base amplia y plural, en un continente cuya población es expulsada por las terribles condiciones laborales y de vida en general con que el capitalismo con su binomio gobierno-empresas somete a la gente:

La migración masiva es siempre forzada y es utilizada por los grandes capitales para contar con ejércitos industriales de reserva. La migración campo-ciudad se debe a la escasez y el despojo de tierras, a las acciones militares y paramilitares, a la pérdida de bienes productivos, a las malas condiciones de vida y a la crisis climática. El resultado de la migración es la formación de cordones de pobreza en las ciudades, que a muchos ha llevado a vivir en la miseria y a mendigar para alimentar a sus hijos e hijas. Las y los migrantes transnacionales no tienen los mismos derechos que los trabajadores locales, no tienen derecho a la protección de la salud ni a recibir educación, y sus hijos e hijas quedan a menudo sin nacionalidad.

En general en el continente latinoamericano, los derechos humanos de los campesinos y campesinas, pueblos originarios y afrodescendientes han sido violados de manera sistemática y permanente por el poder dominante ligado al capital nacional y transnacional, como una herencia histórica desde la Conquista. Hoy es una estrategia del capitalismo para desarticular y destruir las luchas populares y apropiarse de los bienes naturales, para garantizar el saqueo a través de la minería a cielo abierto, las represas, la explotación masiva de los mares, los desplazamientos forzosos de los pueblos originarios, los monocultivos transgénicos y el control monopólico de la alimentación. Las violaciones a los Derechos Humanos se han convertido en una política de Estado de muchos países, incluso por sobre disposiciones constitucionales. Los feminicidios son la forma más profunda y grave de la violación a los Derechos Humanos en Latinoamérica, con sistemáticos secuestros, violaciones y asesinatos.

[...] Vivimos y sufrimos la capacidad de destrucción y devastación del capitalismo. Sin embargo, la fuerza de nuestras luchas, las formas de unidad que vamos construyendo, el revalorar nuestros aportes, nuestras visiones y culturas, el resurgimiento de la vida que vemos en nuestros triunfos, nos llevan a asegurar que nuestras luchas y quehacer nos permitirán desmantelar el capitalismo y construir un campo y un mundo que garanticen la dignidad y el buen vivir para todos y todas.3

Desde entonces, la CLOC no sólo se ha consolidado, sino que va profundizando sus propuestas, detallando sus estrategias. Francisca Rodríguez aclara las líneas primordiales desde donde la CLOC busca articular su mirada:

Vamos a decir primero que la vía campesina es un reto, es generar una vía alternativa al modelo, pero con una propuesta para la humanidad que es la soberanía alimentaria, es decir el derecho a la alimentación que tienen los pueblos y para nosotros la responsabilidad de producir esos alimentos. Nunca se pensó que los campesinos íbamos a hacer una propuesta que traspasara las barreras del campo para convertirse en propuesta de muchos. 

Cuando la hicimos fue en defensa nuestra. La primera Cumbre Mundial de Alimentación (1996), se confrontó con la enorme cantidad de hambrientos en el mundo. Los gobiernos plantearon la seguridad alimentaria, vista como la capacidad de los pueblos para comprar alimentos y nosotros dijimos “no, no es un problema de seguridad alimentaria sino de soberanía alimentaria”. Es decir, cómo los gobiernos generan la capacidad para producir alimentos y generan intercambios solidarios entre los pueblos para los que no tengan la capacidad de producirlos. Eso debiera hacerse en el mundo. Sin comida te mueres, así que producir alimentos, garantizar la alimentación de la población es tener un futuro. La soberanía alimentaria fue nuestro gran planteamiento al decir que no es un tema del campesino sino de la sociedad. El tema de la tierra, el tema del agua no son problemas del campesino son de las sociedades.4 

En 2015, en el VI Congreso celebrado en Argentina, CLOC impulsó lo que es hoy su mirada más vasta y profunda, basada en lo que Francisca Rodríguez anotaba al decir: “fuimos generando como mujeres espacios propios para participar en lo político y social. El reto de las mujeres de América fue autodescubrirnos en nuestras resistencias y en nuestras capacidades para accionar en las organizaciones”. Así, la declaración final habló a los rincones del continente: 

Rechazamos el patriarcado, el racismo, el sexismo y la homofobia. Luchamos por sociedades democráticas y participativas, libres de explotación, discriminación, opresión y exclusión de las mujeres y los jóvenes. Condenamos toda forma de violencia doméstica, social, laboral e institucional hacia las mujeres.

Levantamos la bandera de nuestras compañeras: el feminismo campesino y popular es parte de nuestro horizonte estratégico de transformación socialista.

El trabajo de fortalecimiento de nuestras organizaciones y especialmente de nuestras bases seguirá estando en el centro de nuestras prioridades. Nos comprometemos a fortalecer la participación e integración de la juventud en todos los procesos organizativos.

Reafirmamos la reforma agraria integral y popular, la agricultura campesina e indígena de base agroecológica como componentes imprescindibles de nuestro camino hacia la soberanía alimentaria y el enfriamiento del planeta, garantizando el acceso a la tierra y el agua a las mujeres, los jóvenes, los sin tierra, y asegurando la recuperación de los territorios por parte de los pueblos originarios y afro descendientes. También luchamos por el reconocimiento de la función social de la tierra y el agua, y la prohibición de toda forma de especulación y acaparamiento que las afecte.

Nos comprometemos a seguir defendiendo y manteniendo vivas nuestras semillas campesinas e indígenas, para que en manos de las comunidades las recuperemos, reproduzcamos y multipliquemos, desde nuestros sistemas campesinos. No vacilaremos en la lucha contra cualquier forma de privatización y apropiación de las semillas y toda forma de vida.

Debemos derrotar el modelo agrícola impuesto por las corporaciones del agronegocio que apoyado por los capitales financieros internacionales y basado en monocultivos transgénicos, uso masivo de agrotóxicos y expulsión de campesinas y campesinos del campo, es el principal responsable de las crisis alimentaria, climática, energética y de urbanización.

Llamamos a continuar luchando sin cansancio por un mundo libre de transgénicos y agrotóxicos que contaminan, enferman y matan a nuestros pueblos y a la madre tierra. Resistiremos junto a pueblos y comunidades el extractivismo, la megaminería y todos los megaproyectos que amenazan nuestros territorios.

Y como remate de todos los cuestionamientos, agravios y esperanzas acumulados, en aras de la claridad que se ha ido tejiendo por todo el continente, la CLOC culminó así su declaratoria:

Vivimos un momento histórico muy inédito y complejo, determinado por una nueva correlación de fuerzas entre el capital, los gobiernos y las fuerzas populares. El capital imperialista ahora está bajo el control financiero y de las transnacionales, por lo que identificamos el SOCIALISMO, como el único sistema capaz de alcanzar la soberanía de nuestras naciones, resaltando los valores de la solidaridad, el internacionalismo y la cooperación entre nuestros pueblos.

Las y los integrantes de CLOC han dicho, reivindicando los diez mil años de agricultura campesina: “Reiteramos que nosotras y nosotros desde la amplia diversidad de la agricultura campesina que practicamos en el planeta, somos los pueblos del campo, quienes producimos los alimentos y bienes necesarios para la humanidad. Somos campesinos y campesinas, pequeños agricultores, pueblos indígenas, pueblos sin tierras, mujeres del campo, juventud rural, pueblos pescadores, trabajadores agrícolas y rurales que representan organizaciones miembros de La Vía Campesina de 41 países de África, Asia, América, Europa y Oriente Medio”.5

Siendo así, entonces es claro que “la CLOC es el fuego, la luz y la acción de la Vía Campesina en Latinoamérica. Surgimos del corazón mismo del proceso de los 500 años de Resistencia Indígena, Campesina, Negra y Popular, que unió al movimiento campesino histórico y los nuevos movimientos que surgían como respuesta a los procesos de desmantelamiento impuestos por las políticas neoliberales”.6  l

Biodiversidad


Notas:

1 Biodiversidad, Se acerca el V Congreso de la CLOC, Biodiversidad, sustento y culturas, número 65, julio de 2010.

2 Rumbo al sexto Congreso CLOC-VC, entrevista a Francisca Rodriguez por Alba Silva para la Agencia Paco Urondo

3 V Congreso de la Coordinadora Latinoamericana de organizaciones del Campo (CLOC), Solidaridad con los pueblos y sus luchas, Quito, Ecuador, octubre de 2010.

4 Op.cit. nota 2

5 |Declaración de Güira de la Melena —I Encuentro Global de Escuelas y Procesos de Formación en Agroecología de La Vía Campesina.

6 Declaración del VI Congreso de CLOC.

Author: Biodiversidad