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Elementos claves para el entendimiento de las luchas agrarias en Colombia

by Milton Pérez Espitia | 13 Aug 2015

 

El despojo del territorio

En la historia de la cuestión agraria el problema recurrente es la apropiación privada y la concentración de la tierra. No obstante, ésta es una dinámica entre otras con igual importancia para entender el problema agrario. Es mi propósito presentar viejos elementos de la discusión sobre el problema agrario, descuidados en el debate. Estos elementos son claves para entender la comunidad y el territorio como totalidad sobre la tierra, el trabajo, el alimento, los saberes y las tecnologías; en cuanto a su relación recíproca y lo que significa para las comunidades locales y la sociedad en general.

Sobre la tierra y las dinámicas de apropiación privada y concentración de la misma hay suficientes estudios que señalan la inequidad e ineficiencia que aquello significa1. No obstante, se ha descuidado la dinámica consecuente, la separación del trabajo con la tierra, lo cual significa la disolución de la propiedad colectiva de la tierra, el control social del territorio y sus recursos. De esto emerge que una de las luchas sobre la tierra es su significado, tanto como su disposición y apropiación.

La tierra ha sido utilizada para el control político del territorio y de la población. El latifundio no sólo captura rentas de algo que no ha producido, sino que configuró una sociedad hacendataria, con señores regionales autoritarios que disponen sobre las formas de subsistencia de los habitantes y del trabajo que los campesinos sin tierra emprenden en su búsqueda de un lugar mediante la colonización2. Los terratenientes intentan no perder sus privilegios mediante el control de la tierra, frente a la lucha de las comunidades de asentamiento y la de los colonos por tener un sitio donde asentarse y trabajar.

Si la tierra funge como accesorio de la ciudad, la industria y el sistema financiero, el uso de la tierra estará en función de éstos y no de la producción de alimentos, salvo que éstos permitan la generación de ganancias e ingresos monetarios. Ésta es la cruzada de las grandes corporaciones internacionales por el control del territorio mediante los “clúster” energéticos y agroindustriales, la bancarización, y las mercancías agrarias de exportación que se tranzan en las bolsas de valores.

Frente a lo anterior, las luchas campesinas, en la década de los treinta, como las actuales, no sólo exigen el acceso a la tierra, sino la libre disposición de la misma.3 Las luchas agrarias buscan el acceso a la tierra pero también su control, lo que implica luchas contra un acceso a la tierra condicionado a proyectos productivos estratégicos (antes café, ahora agrocombustibles), a la transferencia técnica (Revolución Verde con el cambio al café caturra, la papa única, entre otras que implican una dependencia de agrotóxicos), al sometimiento a los criterios inversionistas (neoencomienda de los intermediarios) y a la articulación con el sistema financiero.4.

Que la tierra funja como base de la identidad comunitaria supone dinámicas de apropiación y uso de la tierra de forma colectiva y autónoma, sustentadas en derechos consuetudinarios, y buscando la distribución de derechos, saberes, prácticas, usos y beneficios.5 Ésta es y ha sido la lucha de los pueblos indígenas y las comunidades negras y afrodescendientes durante siglos, reafirmada desde hace décadas por comunidades y organizaciones campesinas, y más reciente por otros movimientos sociales.

El trabajo y su relación con la tierra. Suponer la ineficiencia de la economía campesina permitió el despliegue de políticas anticampesinas en Colombia, por lo menos desde la década de 1970 hasta finales de la década de 1990, que justificaron incentivos para la migración hacia las ciudades afirmando que existía un exceso de fuerza de trabajo en el campo;6 en este momento, esas ideas son puestas en cuestión, demostrando que la economía campesina es más eficiente en términos productivos7 y energéticos.8

La lucha por el trabajo y la tierra campesina se despliega, después de reconocer su eficiencia económica e importancia para la sociedad, en términos de definir su objetivo.

Las corrientes que defienden el trabajo y la tierra campesina son varias. Por un lado, aquella que propone un pequeño productor empresarial, articulado al mercado, al sector industrial y financiero como proveedores de materias primas, con formas de trabajo asalariado y con tecnologías dependientes del petróleo, de las corporaciones internacionales y de la banca internacional. El objetivo es que los pequeños productores generen ingresos para consumir en el mercado de productos procesados (incluso aquellos que ellos mismos pueden producir) y financieros (por ejemplo el crédito), para que tomen en arriendo tierras controladas por cierto grupo social o por el Estado (en el mercado de arrendamiento de tierras).9

De otra parte, está la economía campesina que propende por el mantenimiento de su familia y de la entidad comunitaria, lo cual implica que la tierra y el trabajo estén en función de la reproducción social de la familia y la comunidad, y por ende bajo su control. Acá el campesino no es un pequeño productor, por cuanto la agricultura de alimentos implica otra serie de saberes y prácticas que hacen de la vida colectiva campesina y étnica una totalidad; ejemplo de esto son las económicas campesinas anfibias y de pescadores o las comunidades campesinas con manufactura propia que procesan su productos primarios y los convierten en tejidos, aperos y utensilios.

La economía campesina desmiente la idea de que la industria es la única que agrega valor a la producción, y revela la capacidad de autosuficiencia y autonomía de las comunidades con economías campesinas que tienen como objetivo el bienestar de su núcleo familiar y comunitario, al no depender del sector industrial ni financiero, de las relaciones salariales en el trabajo, del comercio exterior, de la tecnología externa a la finca y, por tanto, de los monopolios corporativos que controlan estos espacios de la economía. De acá que las luchas agrarias también conlleven unas relaciones de poder por el acceso y control de los alimentos, los saberes y las tecnologías. Esto, sin embargo, no niega relaciones con el mercado, la tecnología y el crédito, pero advierte que las economías campesinas pierden su autonomía cuando producen para éstos y no cuando se acude a ellas con el objetivo de producir para la familia y la comunidad.

Lo político de los alimentos. No hay nada más político que el acceso y el control sobre los alimentos. No hay situación que revele de mejor manera la inequidad del modelo de desarrollo actual que en la contemporaneidad se tenga la capacidad para alimentar a la totalidad de la población mundial y aun así tengamos datos sobre muertes por hambre. El caso colombiano revela la contradicción de una política que fomenta la producción de cultivos no alimentarios o de exportación (flores, forestales, agrocombustibles y cereales para alimentar ganado), y la desatención sobre la situación de hambre y desnutrición de ciertos grupos de la población.10

La producción de hambre hace parte de la historia de la dominación latifundista y capitalista. Hace parte de la lógica de los terratenientes y los capitalistas, no sólo con el despojo de la tierra y el trabajo, sino también mediante el despojo del fondo de subsistencia de las comunidades. Este despojo del fondo de subsistencia ha ocurrido mediante el cambio productivo de las comunidades (especialización y monetización) y con el posicionamiento de la agroindustria.

Primero. Parece una ironía que en la actualidad los pobladores rurales padezcan problemas de desnutrición; no obstante, las formas de dominación y el modelo de desarrollo han colocado como reprochable que las economías campesinas se preocupen por su subsistencia (cultivos asociados de pancoger e intercambios solidarios de productos y trabajo) y, en cambio, exigen que éstas se ocupen de producir excedentes para el mercado (cultivos especializados para el intercambio por dinero), para así generar ingresos monetarios que les permitan consumir.11

Segundo. La agroindustria supone grandes extensiones de los denominados “desiertos verdes”, dedicadas a la producción extensiva de agrocombustibles utilizados para alimentar máquinas de combustión o cereales para la ganadería —que ocupa otro tanto de grandes extensiones. Esto se construye sobre el despojo de tierras ocupadas antes por comunidades campesinas, con el desplazamiento de fuerza de trabajo del campo a la ciudad y con el cambio de dietas diversificadas locales por dietas estandarizadas globales.

Frente a lo anterior emergen las luchas por la seguridad, soberanía y autonomía alimentaria, movilizando y articulando no sólo a comunidades campesinas de todo el mundo, sino a comunidades barriales, organizaciones ambientales, culturales, de trabajadores y de derechos humanos.12 Esto es motivado por las transformaciones en el sistema agroalimentario que opera en función de la concentración de poder y la acumulación de capital. Lo que significa una tendencia a la pérdida de diversidad alimentaria y el derecho a la alimentación y, por esa vía, también una pérdida de la diversidad biológica y cultural, una amenaza a formas de vida y de territorio diferentes a las del capital. Ésta es la lucha de las zonas de reserva alimentaria.13

Lo político de los saberes y la tecnología. Las lógicas del poder sobre el saber y el saber-hacer son, por lo menos, de dos vías: por una parte las lógicas de negación sobre los conocimientos diferentes al prevalente; de otra parte la captura de rentas de los saberes transformados en mercancía.

En el pasado era común negar la existencia de otras formas de vida y de pensamiento consideradas como inferiores, de cosmovisión diferente a la prevalente.14 Tal discriminación aún está vigente: los estudios sobre un territorio determinan qué se debe y no se debe hacer allí, y cuál es el papel de los pobladores en el plan trazado por los técnicos, como si el territorio y las comunidades fueran hojas en blanco que deben ser llenadas por los expertos mediante la reconversión productiva o la transferencia tecnológica. El determinismo ambiental del capital (ecofascismo) puede ser tan justificante del despojo como el determinismo mercantilista del territorio, por cuanto desconoce los saberes, las prácticas y las tecnologías que las comunidades han construido mediante su histórico asentamiento en el lugar.15

La otra lógica del poder sobre el saber consiste en la captura de rentas mediante la revalorización de saberes y prácticas subordinadas, controladas mediante los derechos del capital con mecanismos como las patentes. La etnobotánica funcional a las grandes corporaciones farmacéuticas o de materiales sintéticos es un claro ejemplo de la potencia que tiene el conocimiento fundado sobre la investigación campesina y étnica. Para el capital es una oportunidad la captura de rentas expropiando el conocimiento producido por los campesinos y las comunidades.

A las dos lógicas anteriores se le suma la captura de rentas vía monopsonio tecnológico16. Las grandes corporaciones tecnológicas que han logrado controlar el mercado de semillas (certificadas y de organismos genéticamente modificados), de insumos (agrotóxicos sintéticos o petro-dependientes) y de maquinaria, lo han hecho mediante el montaje de lo que se conoce como el “paquete tecnológico”. Un campesino que se ve obligado a comprar una semilla certificada, se ve obligado al mismo tiempo a comprar los agrotóxicos y la maquinaria que exige la corporación para obtener el resultado prometido, aunque no garantizado.17

En suma, la producción de conocimiento por parte de las comunidades de asentamiento es un vasto campo del saber de acuerdo a las experiencias particulares basadas en el lugar de asentamiento, y una forma de lucha por el territorio.18 Quien controla la producción o invisibilización del conocimiento, determina qué pueden hacer o no los habitantes sobre el territorio. Quien controla la difusión y el uso del conocimiento determina las lógicas de producción, bien para el mantenimiento de la familia y la comunidad, o bien para la acumulación de capital y concentración del poder. Ésta es la lucha de las comunidades que han configurado territorios libres de transgénicos.19

A manera de conclusión. Los terratenientes antes, y las grandes corporaciones ahora, despliegan su poder para acaparar las fuentes energéticas, hídricas y de tierra controlando la oferta de recursos (minerales, hidrocarburos, agua, etcétera). Los ingenios y plantaciones se enriquecen quebrantando las condiciones de los trabajadores (flexibilización y tercerización laboral); las grandes superficies comerciales y las franquicias de comidas rápidas revelan el control comercial de la oferta alimenticia mundial (productos procesados, homogenización de dietas). A esto se le suma el control sobre el conocimiento y la tecnología ejercido por las corporaciones de los insumos y semillas. En este marco, es comprensible que una pequeña empresa productora no tenga futuro mientras esté entre las tenazas del monopolio y monopsonio agrario.20

De lo anterior, se entiende que las luchas agrarias se desplieguen sobre el territorio, es decir, por el control de los factores productivos, la tierra, el agua, el suelo y el subsuelo; la libre disposición de la tierra, los recursos y el trabajo; la soberanía y autonomía alimentaria en función de la reproducción familiar y comunitaria mediante producción propia y mercados locales; y con el control del saber propio, las prácticas sociales y tecnologías locales. Éste es el espacio que se disputa la economía campesina; lo que implican las luchas por el territorio, y lo que constituye la diferencia en la relación trabajo-capital entre subordinación y autonomía, es decir, la lucha del trabajo que utiliza el capital o es subordinado por éste. 

Notas:

1 IGAC, Atlas de la distribución de la propiedad rural en Colombia, Instituto Geográfico Agustín Codazzi, Universidad de los Andes, Universidad de Antioquia, Gobernación de Antioquia, Bogotá, 2012; PNUD, Colombia Rural. Razones para la esperanza. Informe Nacional de Desarrollo Humano 2011, Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, Bogotá, 2011.

2 Legrand, Catherine: Colonización y protesta campesina en Colombia, 1850-1950, Universidad Nacional de Colombia, Bogotá, 1980; Jacques Chonchol, Sistemas Agrarios en América Latina, Fondo de Cultura Económica, México, 1994. García, Antonio, Sociología de la Reforma Agraria en América Latina, Cruz del Sur, Argentina, 1973.

3 FAO. Project Cycle Management Technical Guide. Socio-Economic and Gender Analysis Programme (SEAGA). Rome, 2001, p. 19.

4 Sobre las dinámicas del control de territorio sin comprar tierra véase: Molano, Alfredo: “Paramilitarismo y palma en el Catatumbo”, El Espectador, 3 de marzo de 2012.

5 Boserup, Ester: Las condiciones del desarrollo en la agricultura. La economía del cambio agrario bajo la presión demográfica, Tecnos, Madrid, 1967.

6 Véase el plan formulado por Lauchlin Currie para el Gobierno Pastrana en 1971 denominado “Las Cuatro Estrategias”; para la década de 1990 véase Jaramillo, Carlos Felipe: Crisis y transformación de la agricultura colombiana, 1990-2000, Fondo de Cultura Económica, Bogotá, 2002.

7 Véase las investigaciones de Garay, Luis Jorge & Forero, Jaime: La eficiencia económica de los grandes, medianos y pequeños productores agrícolas colombianos, EfiAgricola, 2013.

8 Véanse los trabajos de Clara Nicholls, Miguel Altieri, Peter Rosset, entre otros.

9 Leibovich, José et. al., Políticas para el desarrollo de la agricultura en Colombia, SAC & Fedesarrollo, Bogotá, 2013

10 Ordoñez, Freddy: “Colombia y el régimen alimentario corporativo”, Prensa Rural, 8 de enero de 2014; Freddy Ordoñez “Las luchas campesinas por la soberanía alimentaria en Colombia”, Prensa Rural, 8 de enero de 2013.

11 La afirmación del presidente Juan Manuel Santos es diciente: “Defenderemos al campesino colombiano, lo convertiremos en empresario, lo apoyaremos con tecnología y créditos, para hacer que cada uno sea un próspero Juan Valdez”. Barrancabermeja, Santander, 3 de septiembre de 2010. Véase las declaraciones del Ministro de Agricultura Ruben Darío Lizarralde en Red de Comunicaciones, 28 de noviembre de 2013.

12 Holt-Giménez, Eric: ¡Movimientos alimentarios uníos! Estrategias para transformar nuestros sistemas alimentarios, ILSA & FoodFirst, Bogotá, 2013.

13 Briceño, Luis (et al), Desarrollo territorial alternativo con perspectiva alimentaria, Compromiso, Obusinga, Programa Desarrollo y Paz del Magdalena Medio-Sur del Cesar, 2011

14 Van Der Ploeg, Jan Douwe: “Conocimiento científico contra conocimiento local: El caso de la patata andina”, Las patatas y las cosas. Fundación Cristina Enea, San Sebastián, 2012, pp. 58-74.

15 Fajardo, Darío: “Propuesta para algunos contenidos del proyecto de ley orgánica de ordenamiento territorial (LOOT) referidos en especial a asentamientos humanos y sector agrario” en: Sonia Aguirre (coord.). Espacio y territorios. Razón, pasión e imaginarios. Red de estudios territoriales-RET. Universidad Nacional de Colombia, Bogotá, 2001, pp. 497-514; Sormani, Horacio. “Formación social y formación espacial: hacia una dialéctica de los asentamientos humanos”. Estudios Sociales Centroamericanos, vol. 6, núm. 17, mayo-agosto, 1977, pp. 147-173.

16 Tipo de mercado en el que existe un único comprador o demandante, en lugar de varios. Debido a esto, este mercado posee una competencia imperfecta.

17 Véase los documentales: Victoria Solano, Documental 970. Robert Kenner, Food, Inc., Magnolia Pictures, Estados Unidos, 2008.

18 Porto-Gonçalves, Carlos : “De Saberes y de Territorios: diversidad y emancipación a partir de la experiencia latino-americana”, Polis, Revista de la Universidad Bolivariana, vol. 8, núm. 22, 2009, pp. 121-136.

19 García, Mauricio: “Zonas y Territorios Libres de Transgénicos”, Semillas de Identidad y Swissaid, Bogotá, 2012; Véase la Declaración del Resguardo Indígena de Cañamomo y Lomaprieta (Riosucio y Supía, Caldas), Territorio Libre de Transgénicos, Resolución número 18 del 30 de noviembre de 2009.

20 Rubén Ramboer, entrevista con Samir Amin: “La gaucheradicaledoitêtre plus audacieuse”, Étudesmarxistes, num. 99, Institutd’étudesmarxistes, Bruselas, Bélgica, 2012

Milton Pérez: profesor de la Universidad Nacional de Colombia ([email protected])

http://semillas.org.co/es/revista/el-despojo-del-territorio

Author: Milton Pérez Espitia
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