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Editorial

by Biodiversidad | 5 May 2015

La fotografía nos muestra la fumigación con maquinaria especializada a flor de tierra, de un campo de monocultivo, obviamente industrial, de piña. Tal vez a alguna gente urbana, poco propensa a enterarse, la foto le parezca incluso grandiosa, por la maravilla de la tecnología. En realidad, cada fumigación que ocurre en el planeta va recrudeciendo la situación de nuestros entornos, de la gente y los animales y plantas, del aire, del agua, del futuro.

Qué pasa si intentamos interconectar más y más procesos aparentemente inconexos. ¿Cómo se conectan las nocivas y asesinas fumigaciones con los venenos agroquímicos que hoy se emplean, con el incremento de los alimentos procesados, la sustitución de alimentos frescos por la siembra y “cultivo” de mercancías, en realidad materia prima para la producción de comida que muchas veces podemos llanamente llamarle chatarra? ¿Cómo entra a jugar esto con el aumento de la obesidad, de la diabetes, de la marginación de los comerciantes en pequeño, de las tienditas de la esquina en aras de las tiendas de conveniencia y los supermercados que van por todo, invadiendo y acaparando los territorios de comercio independiente para controlar la disponibilidad de ciertos alimentos que, dicho sea de paso, son justamente ésos que nos promueven el sobre-peso y la diabetes?

¿Y los transgénicos? Qué decir del papel innoble que juegan en el advenimiento de una agroindustria que no se detiene ante nada y logra “convencer” a los gobiernos que su destino mutuo está íntimamente ligado y es vital que no promueva la justicia para la gente sino el interés de las transnacionales, como acaba de ocurrir en Brasil con la siembra autorizada de los eucaliptos transgénicos.

Cómo se relacionan los transgénicos con la promoción de los agroquímicos, a todas luces nocivos, letales, brutales.

Por eso se organiza la gente y entonces uno entiende plenamente el movimiento de La Vía Campesina, de la Coordinadora Latinoamericana de Organizaciones Campesinas (CLOC) y su decisión irrenunciable por luchar contra la opresión, el colonialismo, el patriarcado y las corporaciones, contra la deshabilitación de la vida campesina y el desplome de la rentabilidad  de la producción propia de alimentos. Su lucha en aras de una soberanía alimentaria que promueva equidad, alimentación sana y creatividad social mediante múltiples procesos de articulación y organización fuertes, transparentes, siempre urgentes.

Debemos detener los transgénicos, los monocultivos agroindustriales, los venenos agroquímicos que afectan a las madres y a nuestros hijos. Debemos promover una justicia que frene los acaparamientos de tierra, el desmantelamiento de la propiedad colectiva y las servidumbres energéticas. Tenemos que mirar a fondo los mecanismos de estafa como REDD y los servicios ambientales. Las enajenaciones como las Reservas de la Biósfera.

Nos urge defender nuestros territorios del extractivismo y de la violencia que nos tienen destinada.

Y en ese horizonte, el espacio de reflexión que ofrecemos desde Biodiversidad, Sustento y Culturas quiere sumar voces, razones, entendimientos, atisbos de lo que son los ataques y las propuestas de resistencia y lucha reales, o imaginadas pero convocadoras. Necesitamos reconstituirnos como sujetas y sujetos de nuestros propios procesos de entendimiento y transformación. 

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Author: Biodiversidad