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Editorial

by Biodiversidad | 6 Aug 2013

La señora de la portada produce sus propios alimentos y orgullosa nos muestra, desde su cocina, lo que acaba de cosechar. No la nombramos. Pero no porque no sepamos su nombre sino porque su ser simboliza a millones de personas que desde todos los rincones del planeta producen alimentos para su familia, para su comunidad y sus vecinos. Todavía son, pese a quien le pese, quienes alimentan al mundo.

Es largo el brazo del acaparamiento alimentario, porque el sistema de corporaciones y agroindustrias quiere apoderarse de toda la cadena alimentaria —como tanto repetimos— de los territorios hasta el supermercado.

Hoy hacemos un recuento integral de muchos de estos asuntos, urgentes todos. Las resistencias crecen y Vía Campesina y la Red por una América Libre de Transgénicos se consolidan como organizaciones y espacios e insisten en la creatividad de la gente.

Gente de comunidades y regiones que reflexiona junta e intenta sistematizar, documentar, entender los agravios que corporaciones y gobiernos les cometen, por voracidad, por afán controlador, porque se desplomó la tasa de ganancia.

Gente que lucha contra la fragmentación y el sinsentido, que busca escuchar las voces de la tierra, poner la responsabilidad en el centro de nuestras acciones. Resuena así lo escrito por un colectivo de creación y reflexión de Costa Rica, que hace poco apuntó:

Una montaña cuenta historias de muchos tiempos: ellos y ellas intentaban construir algo distinto, seguir soñando o más bien empezar a soñar, crear historias, inventar, porque se cansaron de escuchar que todo estaba inventado y que ya no había nada que hacer. Por eso empezaron por tomar sus sueños en sus propias manos y empezaron a inventar, a crear, la corona de flores, con su cara decidida y su mirada fija. Una verdad heterodoxa, la cual parece que muchas veces no llega a nada: pero qué más podemos hacer que ser con otros, que sentir mutuamente el presente. La intensidad de la vida reflejada en cada momento, respirando, sudando, llorando, gritando, riendo. El cuerpo exuda lo que siente el corazón.

El corazón de quienes saben ya que, como dijera John Berger, “toda protesta política profunda es invocar una justicia ausente, que se ve acompañada por la esperanza de que en el futuro esa justicia quede establecida. Sin embargo, la razón primera para protestar no es ésa. La gente se manifiesta porque no hacerlo es demasiado humillante, demasiado aplastante, demasiado letal. La gente protesta (monta una barricada, se defiende, se va a huelga de hambre, se toma de las manos para gritar o escribe) con el fin de salvar el momento presente, sin importar lo que traiga el futuro. Protestar es negarnos a ser reducidos a cero y a que el silencio se nos imponga. Por lo tanto, en el preciso momento en que alguien hace una protesta, por hacerla, se logra una pequeña victoria. El momento, aunque transcurra como cualquier otro momento, adquiere un cierto carácter indeleble”.

Biodiversidad se propone para rejuntar esos momentos indelebles.

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