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Alimento y cultura ancestral en la Altillanura colombiana

by Grupo Semillas | 9 Feb 2012

Soy Ninfa Daza, nacida en 1959 en la inspección de Remolinos, Meta. A los veinte años contraje matrimonio con Leonidas Briseño.  De esta unión nacieron cuatro hijos que salieron adelante con mucho esfuerzo y amor. En 1987 adquirimos una finca de siete hectáreas, que luego la sembramos con algodón, arroz y maíz, gracias al crédito que nos dio Fedearroz y la Federación de Algodoneros. Cuando en 1998 abrieron las puertas de la represa de Chivor, las aguas inundaron nuestro predio. Al perder todo nos vimos obligados a vender la finca para pagar las deudas. Nos quedamos sin tierra, sin comida y sin trabajo.

Después de jornalear un tiempo, La Corporación Colombiana de Investigación Agropecuaria (Corpoica)2, la Unidad Municipal de asistencia Técnica Agropecuaria Puerto López3 y el Instituto Colombiano de Desarrollo Rural (Incoder)4 nos organizaron, junto a otras 126 familias que pasaban por similares condiciones, para que obtuviéramos unos terrenos en el predio de Las Leonas, municipio de Puerto López, en Meta. El mismo presidente Uribe nos entregó dichas tierras mediante la resolución 0269 de 2005.

Sentimos mucha alegría por volver nuevamente a tener tierra como campesinos. Pero cuando tomamos posesión, en octubre de 2005, no sabíamos si reír o llorar, al ver esa llanura sin un árbol y tan dura como un mármol. Pero luego comenzó un viacrucis en nuestro hogar y en el de 45 familias más, cuando en 2006 nos tildaron de testaferros y otra serie de calumnias más, trayendo como consecuencia la revocación de la resolución por parte del Incoder, y luego concediéndosela a otras familias. Lo raro de todo es que ni nos notificaron siquiera para salir del predio y todos seguimos en medio de la confusión y la zozobra, generada adicionalmente por las razones amenazantes que llegaban de la vecindad, advirtiéndonos de que cultiváramos mejor flores, en vez de yuca.

Observamos que paulatinamente se fue incrementando la llegada de empresarios que circundaban la vereda de Las Leonas y Las Delicias, tales como la Fazenda, productora de cerdos y enormes extensiones de maíz y soya. También está Bioenergy, un megaproyecto que promueve el cultivo de caña para agrocombustibles, y Mavalle, con considerables extensiones de caucho. Lo extraño es que a estas empresas los programas gubernamentales las están apoyando con incentivos y subsidios, pese a cambiarle el uso al suelo, generar grandes de-sequilibrios ambientales y enormes desigualdades, en torno a la distribución de las tierras. O sea que ¡todo está patas arriba! Pareciera que valiéramos menos que los chanchos, el combustible para los  carros y el caucho para las ruedas. Nos quieren dejar sin tierra, sin comida para los hijos y sin futuro. Mejor dicho, seguiremos desamparados, en medio de la abundancia.

Pese a todas las dificultades iniciamos desde agosto de 2007 la transformación de nuestra finca, luego de haber participado de una capacitación en la granja de La Cosmopolitana. Desde que regresé, con todas las semillas criollas que nos dieron en la capacitación, sembré con mi familia mucha comida y árboles, de acuerdo con una planificación de finca que elaboramos. “El que labra la tierra se saciará de pan” (dice en Proverbios, 28-19). Aprendí además que “para cambiar mi entorno, soy yo primero quien tiene que cambiar”.

Entre todas las cincuenta o más familias de las Leonas, Las Delicias y el Rodeo que nos hemos capacitado, estamos practicando la implementación de huertas caseras, el uso de residuos orgánicos, la recuperación de semillas criollas, el establecimiento de sistemas agroforestales, el banco de proteínas para los animales y también la protección de morichales y fuentes de agua.

También nos hemos organizado como comunidad para procesar y comercializar los productos agrícolas y, ante todo, para velar por la defensa y el legítimo derecho constitucional y humanitario que tenemos sobre la tierra y la alimentación. ¿De qué nos sirve pues tener un paisaje hermoso, cultivos y animales, si no tenemos seguridad de las tierras? Es algo que nos atormenta todos los días”.

 

La Altillanura. El municipio de Puerto Gaitán está ubicado en el departamento del Meta, en la región de la Orinoquia colombiana, en una zona que se conoce como la Altillanura, la cual presenta condiciones, en suelos y clima, similares al Cerrado Brasileño. En la región predominan extensas áreas de sabanas tropicales, con suelos de muy baja fertilidad y condiciones climáticas y de infraestructura limitantes para el establecimiento de agricultura intensiva. Puerto Gaitán tiene una extensión de 17 mil 499 kilómetros cuadrados, donde habitan apenas unas 22 mil 200 personas, muchas de ellas pertenecientes a comunidades sikuani, piapoco y saliva, que ocupan el 43% de este territorio desde épocas remotas.

Hasta hace pocos años estas zonas se consideraban marginales e improductivas; predominaban entonces la ganadería extensiva y pequeñas parcelas de producción agrícola para la subsistencia de las comunidades indígenas y campesinas de la región. Sin embargo, en las últimas décadas se han venido implementando megaproyectos agroindustriales de soya, caña de azúcar y cereales principalmente; se han desarrollado tecnologías para reconvertir estas sabanas en zonas con potencial agroindustrial. Grandes inversionistas han iniciado, de forma más reciente, la compra masiva de tierras, han adquirido en concesión tierras “baldías” del Estado, y están estableciendo alianzas asociativas con propietarios de tierras, para establecer grandes proyectos para el Cerrado brasileño. Adicionalmente, se han establecido empresas petroleras, las cuales han generado impactos ambientales y socioeconómicos en la región.

La Altillanura es una región de enormes potencialidades. Su pluralidad cultural, su patrimonio ambiental, sus recursos naturales, así como la belleza de su geografía, compuesta por sabanas y bosques de galería, ofrecen condiciones excepcionales para obtener un desarrollo económico y social, que podría generar bienestar, tanto al conjunto de sus habitantes actuales como a las generaciones por venir.

Las comunidades de esta región vienen sufriendo en los últimos años el escalamiento de la guerra y de la violencia, así como conflictos por la posesión y uso de la tierra. El número de desplazados y reubicados ha aumentado de forma dramática, al tiempo que empeoran las condiciones de vida, en especial, de los pueblos ancestrales, los cuales vienen padeciendo los efectos del daño ambiental, así como el asedio de los inversionistas nacionales y transnacionales. Estos pueblos se ven afectados, además, por los cultivos de coca, lo que agrava el deterioro ambiental y sus problemas alimentarios. Propuestas de producción alternativa a este modelo vienen abriéndose camino, sin embargo, como es el caso de la Cosmopolitana, donde hombres y mujeres como Ninfa Daza le apuestan a la soberanía alimentaria y a la defensa de su territorio.

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Inversionistas nacionales y extranjeros en la región de la Orinoquia colombiana

Para la compra de tierras y el establecimiento de proyectos agroindustriales (Salinas, 20011):

* Grupo Inversiones Manuelita: cuenta con 20 mil hectáreas cultivadas de palma, en  San Carlos de Guaroa, departamento del Meta,; planea implantar 20 mil hectáreas en Orocue, departamento del Casanare.

* Grupo Luis Carlos Sarmiento (Unipalma): posee 12 mil hectáreas de palma en Cumaral, Meta.

* Grupo Contegral (empresa Agropecuaria Aliar SA, mediante el proyecto “La Fazenda” en Puerto Gaitán,  Meta). Cuenta con 13 mil hectáreas sembradas (7 mil 500 de soya y 2 mil 500 de maíz) y proyecta establecer 40 mil hectáreas más.

* Ingenio Sicarare: Cerca de 20 mil hectáreas de cultivos de soya y maíz en Vichada.

* El Conuco: 13 mil hectáreas de palma en Puerto Gaitán, Meta.

* Grupo Mónica Semillas (Brasil: Adquirió 13 mil hectáreas en Puerto Gaitán, Meta (ya sembró más de 3 mil hectáreas).

* Cargill-Black River (Estados Unidos): en proceso de adquirir 25 mil hectáreas.

* Otras empresas como El Tejar y el grupo Los Grobbo (Argentina) y Amaggi (Basil), están interesadas en invertir en Colombia.

 

Notas:

1 Testimonio extraído del artículo “La Cosmopolitana: Recuperando el alimento y las culturas ancestrales en la Altillanura colombiana”. Rodríguez, Roberto. Revista Semillas 44/45, junio 2011. pp. 79-83.

2 Institución estatal de investigación, certificación y acompañamiento al sector agropecuario en Colombia.

3 Unidad Municipal de Asistencia Técnica Agropecuaria.

4 Instituto Colombiano de Desarrollo Rural.

5 Los últimos gobiernos colombianos (de Uribe y del actual, Santos), han venido implementado una política de tierras orientada a promover modelos de desarrollo agroindustrial, principalmente de agrocombustibles, transgénicos y de plantaciones forestales. El gobierno y los inversionistas consideran la región de la Altillanura como la última frontera agrícola de Colombia.

6 Se denomina bosque en galería, bosque de ribera o soto, a la vegetación riparia, es decir, que sobrevive fundamentalmente por la humedad del suelo, y que crece por lo general frondosamente, en las orillas de un río.

Author: Grupo Semillas