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Editorial

by Biodiversidad | 14 Dec 2010

En la foto vemos a anciana comunera que participa en una ceremonia del maíz, y en este número nos asomamos a fiestas y celebraciones comunitarias porque queremos ofrendar veinte años de trabajo. Años en que el horizonte de las luchas se hizo vasto y diverso como nunca antes.
Y es que la globalización (junto con su control brutal, su concentración extrema, su arrasamiento de las relaciones, su invasión de todos los ámbitos y su violencia hacia la diversidad) también facilitó, inesperadamente, un panorama que antes no teníamos. La gente pensaba que sufría sola las condiciones de devastación, saqueo y opresión: que su lucha era única, que su historia era única. Pero todas las historias están relacionadas. Todas las luchas están relacionadas. Saber que otras personas sufren y luchan contra las mismas condiciones ha fortalecido un modo de pensar, actuar y vincularnos con mayor perspectiva, lo cual renueva nuestros ancestrales modos de lucha y procrea nuevas estrategias para organizarnos.
Hay la urgencia por tener y entender el panorama completo de cómo es que las corporaciones, los gobiernos y los operadores locales mueven en lo real y a todos los niveles sus hilos y esquemas y cómo es que los efectos de éstos interactúan provocando enormes impactos, devastaciones, crisis y catástrofes interconectadas. Documentar y entender los detalles de ese enorme edificio de mediaciones, regulaciones y políticas (que nos impide tomar nuestras propias decisiones y las secuestra sacándolas de nuestro entorno inmediato), hace que los ávidos de información se reúnan en talleres, asambleas, seminarios y encuentros. Y que ahí compartan experiencias, ejerzan una formación continua y libre con otros en igualdad de circunstancias, e intenten identificar, juntos, causas, fuentes, problemas, obstáculos e interconexiones.
Hoy es común pensar el mundo en su flujo perpetuo de ideas y mercancías, pero también fluyen multitudes. Comunidades enteras van y vienen, migran y regresan, entre campo y ciudad y de un país a otro. La gente entiende entonces que hay que entender las relaciones campo-ciudad y tejer comunidad en las urbes.

Entender la maraña de relaciones perversas entre dineros, proyectos, políticas y estafas corporativas o gubernamentales, hace que hoy la gente sea más reticente del “desarrollo” como un concepto abstracto y universal y se niegue a un bienestar de corto plazo. Muchas comunidades y organizaciones saben muy bien que recibir dinero para proyectos o como “compensaciones” por parte del gobierno, de las agencias nacionales o internacionales, o de las corporaciones, puede sumirlos en una servidumbre (a ataduras parecidas a las de las antiguas haciendas), pero de nivel global.
Dice un viejo proverbio: “el dinero es lo más caro del mundo porque lo paga uno en dignidad, tiempo y estima propia perdidas”. Negarse a recibir dinero y programas es duro, porque las condiciones son tan extremas, pero la “bala de azúcar”, como le llaman algunas comunidades indígenas, es la treta de dulzura que mata desde fuera muchos esfuerzos —incluida la idea de la resistencia.
Hoy, organizaciones y comunidades vuelven a la autonomía y a la integralidad y saben que con proyectos aislados no es posible resolver tantos problemas entrecruzados, que buscar la solución a un solo asunto agrava la maraña y mina los esfuerzos de la gente.

Muchas comunidades y pueblos van entendiendo también que los Estados los siguen excluyendo y que con legislaciones (nacionales e internacionales) favorables a las empresas pretenden saquear de nuevo sus territorios, sus tierras, sus semillas, su agua, sus minerales, su petróleo, sus saberes, sus gentes, y controlar los más sistemas posibles a nivel mundial, empezando por el alimentario que es tal vez el más básico y profundo.
Por tanto, con leyes o sin leyes, los pueblos, naciones y tribus, las comunidades locales, las organizaciones sociales y populares construyen y refuerzan procesos de autonomía, desde el control autónomo de sus territorios y el autogobiernos, hasta la mirada y la palabra independientes, con el fin de resistir las enormes invasiones y explotaciones corporativas. Proponen que un auténtico bienestar o prosperidad sólo puede surgir desde tal autonomía de que las decisiones se tomen donde son pertinentes —y las tomen quienes ejercen su propia vida y destino con otros y otras por igual.
Para estas comunidades la autonomía más fundamental y primordial es producir los alimentos propios con sus semillas ancestrales libres, es decir, ejercer plenamente su soberanía alimentaria y pensar, decidir, laborar, soñar y celebrar juntas, sin pedirle permiso a nadie.

Un cambio importante en estos veinte años es haber reconocido lo urgente de relacionar las tantas luchas de cada región con otras luchas y procesos de resistencia, de otras regiones o países, porque el cotejo nos hace entender nuestra propia lucha. Que es crucial compartir las prácticas, los cuidados, los respetos antiguos y actuales que no podemos olvidar nunca porque son el corazón de la dignidad, la esperanza y la confianza.
La idea de que el mundo es complejo (y no un mundo lineal, blanco o negro) es más fuerte que antes y se ha vuelto una herramienta básica para pensar y entender. Es fuerte la tendencia a discutir la historia, la economía, el problema del dinero, las falacias del sistema educativo y las virtudes de un aprendizaje radical en las situaciones naturales, el papel de las instituciones, los torcidos modos del capitalismo y sus métodos de corrupción y guerra, los ángulos desde donde le podemos dar vuelta al Estado y/o a las corporaciones.
Tal vez es muy aventurado, pero real, afirmar que es la población rural —en particular el campesinado y los pueblos indios— quienes tienen mayor claridad de todo el entramado de ataques y políticas corporativas y gubernamentales porque lo sufren completo sin filtros.
Hay una alianza, autónoma en actitud, que vincula a los movimientos indígenas y campesinos con segmentos del movimiento ecologista y de la sociedad civil que impulsa que más gente, en campo y ciudad, pueda ejercer la vital estrategia de sembrar alimentos propios abriendo un breve y luminoso espacio desde donde se pueda emprender la búsqueda de la transformación radical del mundo.
Esta alianza recibe información concreta del trabajo de investigación de muchas personas que cruzan datos y arman, junto con comunidades, organizaciones, redes y coordinaciones, un cuerpo de saberes y conocimientos pertinentes que nadie más tiene: los lazos entre corporaciones y clase política (quiénes, donde, cómo, cuándo y porqué), el trabajo sucio de los operadores, las finanzas y funciones reales de programas, agencias y planificadores mundiales. Sin esta información vertida en encuentros y talleres no contaríamos con tanto detalle y panorama.
Hoy, América Latina es un laboratorio de espacios de reflexión derivados del intercambio de muchas experiencias que comienzan a narrarse desde muchos rincones. Tal vez por primera vez en la historia podamos barrer el panorama completo de cómo actúa, de facto, el capitalismo en el mundo.

Biodiversidad

Author: Biodiversidad