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Propuesta envenenada

by Veterinarios sin Fronteras | 27 Oct 2007

Veterinarios sin Fronteras

El escenario. Un síndrome se manifiesta de diversas maneras y el conjunto de sus síntomas define la enfermedad: éstos no son la enfermedad, solamente su manifestación externa. Las causas de los síndromes son múltiples aunque coinciden en el espacio-tiempo. Los agrocombustibles son un nuevo síntoma de una enfermedad antigua. Para el mundo rural, la enfermedad es el sistema agroalimentario predominante en España y Europa. Durante años, la Política Agrícola Común (pac) y las distintas políticas nacionales, el impulso del agronegocio y las transnacionales de la distribución alimentaria, el marco político neoliberalizador, han convertido a la agricultura y la ganadería campesinas en casi un “pasado”. Las han arrollado como un tsunami. El “presente” es una agricultura y una ganadería productivistas, con fincas y granjas de cada vez mayor tamaño, concentradas en territorio, especializadas en un solo producto y eliminando cualquier forma de diversificación en la finca. Son producciones totalmente dependientes de tecnología e insumos externos suministrados por la misma agroempresa que después compra la materia prima resultante para industrializarla aun más. Son sistemas productivos cada vez más caros en términos monetarios, más insostenibles e inefcientes, más petrodependientes. Es el vaciamiento de los saberes campesinos y una integración total del campesinado en la cadena de montaje alimentaria. A todo ello se suma la cada vez mayor conexión de la cadena alimentaria con el sistema alimentario global de materias primas y productos, y la retirada de los mecanismos de regulación estatales e internacionales sobre un elemento imprescindible para la humanidad (un derecho humano), como es la alimentación.

El campesinado actual es cada vez más vulnerable y parece condenado a crecer o desaparecer, especializado en una sola materia prima alimentaria uniforme y sin valor añadido, expulsado de los canales de comercialización y negociación, sin control alguno sobre sus costes e ingresos, alejado de los consumidores y perdido en la red alimentaria global donde las corporaciones controlan el proceso. Éste es el escenario donde irrumpen los agrocombustibles.

Los agrocombustibles no aportan ninguna solución real a los problemas actuales en el escenario rural porque no varían en nada las causas que los provocan. De hecho las ahondan. Tampoco tienen nada claro su futuro los agricultores que ahora mismo cobran algo más por su producción de maíz, colza o girasol.

Todo parece indicar que los cultivos energéticos o para biocarburantes tienen un futuro negro en los próximos años. Los precios elevados de los cereales para obtener bioetanol ya se han traducido en una paralización de la actividad industrial en algunas plan- tas, ante la imposibilidad de lograr un producto competitivo en estas circunstancias de los mercados. Una situación similar se repite con los precios del girasol, la soja o la colza para las plantas de biodiésel.

Poner las esperanzas y el dinero de la rentabilidad de una finca al más que incierto “escenario agrocombustible” es muy peligroso. Frente a ello se hace más evidente y necesario que nunca virar el modelo. Una alternativa es el paradigma de la soberanía alimentaria que defendemos: sistemas campesinos, locales, diversificados, circuitos cortos de comercialización y empoderamiento campesino. Es la única opción realista de mantener actividad campesina en nuestro territorio. Los agrocombustibles son otra zanahoria atada al palo (y ya han pasado muchas) para conseguir que el sistema moribundo ande un poco más antes de caer definitivamente arrastrando la producción campesina. Los agrocombustibles no son una oportunidad sino una nueva amenaza para el campesinado español/europeo y para la soberanía alimentaria de nuestros pueblos.

Vulnerabilidad española. España es un caso paradigmático dentro de Europa. Un territorio altamente capaz de proporcionar a su población una producción agroalimentaria diversa, culturalmente apropiada, sana y nutritiva, se ha convertido en una de la regiones donde el modelo neoliberal agroalimentario se ha implantado con mayor fuerza.

Después de Francia es el país con más superficie agrícola de la ue. Entre 1997 y 2005 fue el país de la ue que más creció en densidad ganadera (excepto Dinamarca, el resto han reducido esa densidad) y el que más ha crecido en sobrefertilización nitrogenada (todos excepto Irlanda la han reducido).

Actualmente la vulnerabilidad del sistema ganadero español es alarmante. La conversión a la revolución ganadera hace que España sea un país sediento de cereal (especialmente maíz) y soja para la fabricación de piensos animales, pues es hoy el principal fabricante de piensos de la ue, y la principal referencia en “técnica” en alimentación animal es fedna (Fundación Española para el Desarrollo de la Alimentación Animal), que tiene entre sus patrocinadores a la American Soy Asociation, Nutreco, Alltech o Cargill) creando y difundiendo tablas de necesidades animales y estudios sobre las bondades de ciertos productos para mejorar los rendimientos.

Entre soja y maíz ocupan casi el 75% de la composición de los piensos animales y la dependencia española es total en el caso de la soja y de más de 45% en el maíz. Actualmente, nuestra alimentación y producción animal están ancladas en los mercados internacionales. Cualquier turbulencia en este mercado desrregulado afecta directamente al sector intensivo español. Y los agrocombustibles son, de momento, la última de estas turbulencias. Esos vaivenes pueden aumentar su intensidad al entrar en la arena del mercado alimentario los actores energéticos.

¿Especulación? El incremento de precios en las materias primas para piensos se debe a diversas fuerzas intensas que actúan coordinadamente, pero siempre en perjuicio del campesinado familiar y del consumidor. Entre ellas destacan la creciente demanda de cereal para agrocombustibles en ciertas regiones (sobre todo Estados Unidos); el aumento constante de la demanda mundial por el impulso que los agronegocios le dan a la ganadería intensiva, demandante de pienso industrial, y la actividad especuladora de los mercados internacionales. Los actores proagrocombustibles españoles (incluido el Ministerio de Medio Ambiente) argumentan que la “leve” demanda de cereal actual por el sector español no explica esta tormenta de precios. Evidentemente el mercado de precios del cereal no se circunscribe a un territorio como el español. El precio (y sus tendencias alcistas) se fijan lejos de aquí, y para un país importador neto como España, eso tiene efectos locales claros.

En en el contexto español, en realidad los agrocombustibles son una muestra más de dos elementos clave: la volatilidad del libre mercado y la retirada total de los Estados en lo que se refiere a la alimentación. El mercado dirige el auto y los Estados se limitan a construirle las carreteras. Es la ineficacia e inviabilidad a escala mundial de un sistema de producción intensivo e industrializado. Y los agrocombustibles nos muestran con más claridad lo que se viene denunciando hace tiempo como “insustentabilidad” social y ambiental de este modelo. Esta tendencia no es nada nueva, pero su intensidad es cada vez mayor; sus efectos, muy negativos.

Existe un mercado mundial desrregulado para estos productos y un precio “común” para todos. Así, no extraña que la especulación de la bolsa de Chicago afecte muy claramente la rentabilidad de una granja de cerdos en Cataluña.

Hoy, la alimentación, la agricultura y la especulación bursátil van de la mano: algo impensable hace un tiempo. Y los agrocombustibles incrementan de manera espectacular ese hecho. Tal situación es nefasta para la agricultura y la ganadería que se defienden desde la soberanía alimentaria e incluso para la agricultura- ganadería intensiva y productivista de pequeña escala familiar.

Una muestra de quién gana y quién pierde en estas situaciones la encontramos en la producción de car6 ne de cerdo. Mientras los costes para la ganadería familiar se han elevado a las nubes, el oligopolio y el control de la agroindustria sobre ella hace que el precio de la carne que le venden se haya desplomado. Así la empresa Campofrío, líder en España en la venta de embutidos, asegura que la subida del “cereal” no les inquieta pues el precio del cerdo, su principal materia prima, ha caído a plomo en los últimos meses. Otras fuentes señalan que sí se pueden ver obligados a repercutir las subidas de las materias primas en los precios al consumidor. Y no sería de extrañar que Campofrío hiciera las dos cosas: pagar menos al productor y cobrar más a los consumidores.

¿Rentabilidad? El control de la cadena (la venta de todo cuanto forme parte de ella, aparte del mismo agrocombustible, y la cooperación-inversión conjunta corporativa de redes vinculadas a agroempresas y a la energía), explican unas inversiones y un interés que de otra manera sería muy difícil entender en términos de rentabilidad monetaria capitalista. Sin esas consideraciones, la venta de agrocombustibles parece un negocio muy riesgoso y volátil. La promoción de los subproductos de los agrocombustibles para la alimentación animal (derivados de las fermentaciones para la obtención del etanol o los derivados de la obtención de biodiésel) permiten aún más control sobre la fase productiva por parte de las agroempresas: sus principales apéndices académicos colocan ya en la fase productiva los desechos de los agrocombustibles mediante estudios “independientes” que loan sus virtudes en la alimentación animal.

Es el escenario perfecto para la especulación financiera y de inversión. “Mientras sea rentable estoy, en cuanto no, me voy”. Y quedarán por el camino miles de campesinos en todo el mundo, incapaces de competir en el mercado internacional. En este “nuevo milagro” para el campo europeo que aparece en el horizonte, los eslabones más débiles de la cadena (los agricultores) que hayan apostado por el monocultivo van a sufrir los caprichos especulativos del oligopolio corporativo que controla el sector.

¿Oportunidad o amenaza? Los agrocombustibles permiten al sistema afrontar —sin necesidad de cambiar patrones de consumo o de producción agraria— los problemas rurales y ambientales que el propio sistema está generando. Es una falsa respuesta. Las principales causas de los problemas del campesinado español y europeo permanecen intactas con los agrocombustibles. La situación empeora al concentrarse aún más el poder corporativo y ponerse en marcha una especie de cooperación capitalista entre actores de distintos sectores. Los agrocombustibles añaden más volatilidad e inestabilidad al sector, más integración de actores no alimentarios y altamente especulativos en los complejos hasta ahora básicamente agroalimentarios como el del maíz, el de la soja o el de la palma. Generan aún más dependencia para el agricultor de los caprichos de la red global alimentaria, ahora mejor llamada energético-alimentaria.

Los agrocombustibles se insertan en el modelo productivo de los “monocultivos”, con pautas comunes:

• Control corporativo del paquete productivo agroindustrial (materiales y conocimientos): tierra, semillas, agrotóxicos, fertilizantes sintéticos y su know-how.

• Integración de la producción en un esquema mayor (los complejos de soja o palma), que crea una red de producción, procesado, transporte y comercialización transnacional: auténticos racimos transnacionales operando coordinadamente.

• Control oligopólico de los procesos y cooperación capitalista de cada nodo oligopólico en la cadena.

• Sistemas de producción agrícola que ambientalmente tienen una insostenibilidad que se extiende a las otras fases no productivas del complejo.

• Expulsión física y estratégica del campesinado familiar del proceso (al marginarlo de los centros de decisión y poder, del conocimiento de los procesos productivos).

El paradigma de “monocultivos” dinamita la soberanía alimentaría y genera deuda ecológica.

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Author: Veterinarios sin Fronteras